Poesía Oracular por: Lilia Morales y Mori
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Introducción
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De esta vida breve y azarosa, ¿somos acaso el adversario de un implacable jugador? ¿O tal vez, simplemente un puñado de piezas que se mueven en el lúdico espacio restringido, por veleidad y precepto de un ser supremo? ¿O es por ventura, nuestra naturaleza jugadora, la que habita en la existencia misma? Y si es así, tal como dice la leyenda, no son las imágenes, las que resisten el paso de los siglos, sino la sutil forma que los juegos imprimen en la esencia simbólica del ser.
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Pasado místico
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Ciertamente, desde épocas pasadas, en la antigüedad mítica, el juego del conocimiento de lo desconocido inaugura los albores de la historia, con la búsqueda de ciertos estados de conciencia, que nos aproximan virtualmente al privilegiado ámbito de los dioses. De esta manera debo referirme al Go como uno de los juegos más sabios y remotos que registra la historia de la humanidad. Este pasatiempo en sus orígenes se utilizó como instrumento de la astrología donde el cielo se encontraba representado por un rígido tablero más un número preciso de piedrecillas cual audaz simulacro de estrellas. De tal suerte, los guijarros blancos y negros simbolizaban correspondencias entre el bien y el mal, de acuerdo al horóscopo de la persona que deseaba conocer su destino.
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Un juego extremadamente intelectual
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Dicha alquimia, que me parece descifrar las claves del mundo mediante reglas y sentencias sencillas, aunadas a una singular atracción a las matemáticas, me motiva sobremanera para recrear un pasatiempo misterioso e ingenuo, donde los números, el universo, la conciencia y la vida cotidiana, son la mística que rige el azar de la sabiduría. No como un oráculo de la antigüedad, en el que los dioses dan respuesta a través de sus intérpretes, sino como una ofrenda que se brinda al final del juego, de manera consecuente con los signos obtenidos.
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