VEGA EN CALMA
Cielo gris.
Suelo rojo...
De un olivo a otro
vuela el tordo.
(En la tarde hay un sapo
de ceniza y de oro).
Suelo gris.
Cielo rojo...
Quedó la luna enredada
en el olivar.
*(De "TIEMPO", 1925).
LEER A PRADOS:
Prados soñaba que navegaba hacia España por el mar de su
soledad. Regresaba a España sin saber de que lado iba a quedar su país, si descansando sobre el
ayer, si levantando sus brazos al mañana. Así llegaba Emilio Prados hasta España. Cada día al
despertar, el poeta malagueño veía que en ese mar tan suyo quedaba hundida y rota la barca de
sus sueños.
Toda la obra de Prados, presenta una rara y continuada unidad que le convierte en una especie
de monólogo donde la muerte y la soledad son las entidades que lo nutren.
La nostalgia más tarde, se incorpora a ellas, cuando la tierra y el mar perdidos se hacen
presencia obsesionante.
Y es que Emilio vivió su poesía y de su poesía hasta unos extremos difíciles de igualar.
Austeridad rayana en la pobreza. Soledad a ultranza, pero sin que una y otra opacaran la
luminosidad natural de su espíritu, ni obstruyeran lo más mínimo el generoso fluir de su ser
hacia los demás. Porque entre sus rasgos más notables está su conciencia del prójimo; su falta
casi total de egoísmo. Y además, su más delicada atención iba de preferencia a
los humildes, a los seres indefensos, principalmente a los niños. Ello le conduce hacia el
romancero tradicional, forma poética que considera más adecuada para cantar la miseria de
su entorno y la injusticia que siente como algo propio.
|
|