EN MITAD DE UN VERSO
Murió en mitad de un verso,
cantándole, floreciéndole,
y quedó el verso abierto, disponible
para la eternidad,
mecido por la brisa,
la brisa que jamás concluye,
verso sin terminar, poeta eterno.
Quién se muriera así
al aire de una sílaba.
Y al conocer esa muerte de poeta,
recordé otra de mis oraciones.
"Quiero vivir, morir, siempre cantando
y no quiero saber por qué ni cuándo".
Sí, en el seno del verso,
que le concluya y me concluya Dios.
LEER A GERARDO DIEGO:
"A Gerardo le veía yo y le veo un poco -escribe Francisco Umbral- como el surrealista dominical que puede llevar a casa,
con el paquetito de la pastelería, un puñado de imágenes enceguecedoras, un ramo de palabras
festivas, fluviales y enamoradas. En la tertulia se estaba quieto, clerical y profesor, fraile
de paisano, catedrático de rezos laicos, con las piernas muy juntas y las manos también juntas,
y a veces el mar de Santander le pasaba por los ojos, pero Gerardo incurría en parpadeo y el
mar se le volaba".
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