"Dame tu brazo, lector, o toma el m�o, si lo prefieres, y v�monos a "matar" dos horas que me
sobran, brujuleando por las calles de la "Muy Noble, Leal y Decidida" ciudad; que todos estos
t�tulos ostenta en su ejecutoria la per�nclita capital de la Monta�a, desde don Fernando
"el Santo" hasta Echevarr�a "el faccioso", o, si lo quieres m�s digerible, desde la toma de Sevilla
hasta "la batalla de Vargas". La noche, como de oto�o, est� serena y apacible; y si bien el gas
de los faroles que acaban de encenderse apenas bastar�a para hacer visible la oscuridad, como,
si mal no recuerdo, dijo en parecido caso el discret�simo y ameno Curioso Parlante, para no
darnos testarazos contra las esquinas tendremos a nuestra disposici�n los plateados rayos de la
luna, que, como una enorme criba roja, llega en este instante, entre nubes de p�rpura y naranja,
sobre los viejos paredones de la solitaria venta de Pedre�a."