William Faulkner
Naci� y vivi� en Oxford, Misisip�, t�rrida regi�n del sur profundo de los Estados Unidos. Las "dos mil cuatrocientas millas cuadradas del mundo imaginario" que Faulkner bautiz� para la posteridad con el nombre de "condado de Yoknapatawapha", son una r�plica fidedigna del condado de Lafayette. Esta tierra agreste, cedida por la tribu chickasaw al Gobierno de los Estados Unidos en 1832, se pobl� en menos de un siglo de aventureros y buscadores de fortuna, que levantaron de la noche a la ma�ana pr�speras plantaciones de algod�n sobre las espaldas de los esclavos que las trabajaban, y aspiraron a hacerse con un nombre que borrara para siempre sus condici�n de advenedizos.
Obra narrativa
El sur que Faulkner novel� era esa tierra a medio hacer, donde la vida revest�a la crudeza y el vigor de la frontera; una tierra que dio hombres como su bisabuelo, William Clark Falkner, due�o de la primera l�nea de ferrocarrril de Misisip�, combatiente de la guerra entre M�xico y Estados Unidos, coronel confederado, escritor de novelas rom�nticas, asesinado a quemarropa en plena calle por una vieja cuesti�n de honor.
El sur donde naci� y vivi� W. Faulkner era un mundo rural y aut�rquico, receloso de las tendecias uniformadoras que le ven�an inyectadas desde un norte progresivamente industrializado y de mentalidad m�s pragm�tica. Pero por encima de todo era la parte derrotada. El Sur, a diferencia del Norte, conoc�a el sabor del fracaso, y por ello qued� excluido durante largo tiempo de las doctrinas del "�xito" y del "progreso", preceptos sagrados de la mentalidad americana del siglo veinte. Este legado de derrota tan poco americano dot� a los escritores sure�os de un sentido tr�gico, que los mejores de ellos explotaron brillantemente en la literatura. La derrota aviv� la mirada nost�lgica al pasado, a un sur m�tico, generando en la clase blanca dominante un sentimiento de p�rdida y de a�oranza de una �tica de orden superior que hab�a sucumbido frente al poder�o de la cultura del dinero.
Con este mundo, Faulkner novel� la propia desolaci�n y el fracaso de no saber vivir en el "ah� y entonces" de su peque�a parcela americana, que todav�a hoy sigue hablando por boca del escritor que la elev� a categor�a de mito literario.
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