ORACION A MI ENEMIGO
¿Sabe usted, comprender,
reconocer y alabar a su enemigo?, ¿usted que es de corazón
generoso y que alberga un espíritu indómito que no desfallece
ante el adversario?, ¿usted que combate cuando le acosan sin piedad?,
¿sabe cuánta de su grandeza se la debe a su enemigo?, si
es así elevemos esta plegaria:
Gracias a tí, enemigo
mío, loado sea tu nombre, digno de toda alabanza, porque yo he salido
victoriosa en cada combate que me ha impuesto tu pérfida envidia
y tu profundo rencor y es que a diario ves tu mediocridad medida ante mi
grandeza y al sentirte ínfimo y pequeño la envidia te aniquila
a tí y a los que como tú que con su vileza quieren destrozarme
sembrando escollos, espinas y abrojos en mi camino, entre todos han hecho
ardua y penosa mi jornada, las espinas han herido mis pies dejando mi huella
perenne, imborrable, vana ilusión de querer impedir mi llegada a
la meta, pretendiendo acobardarme o llevarme a sus abismos, piensas erroneamente
tú con ellos que tu odio iracundo habrá de derrotarme, mas
no es así y al mirar tu fracaso te acosa la ira, se acrecenta tu
rencor y tu afán destructor, pero yo prosigo siempre con la frente
en alto y la mirada hacia el sol; sin embargo, reconozco duro es el castigo
que me has impuesto, difícil haces mi jornada anegada por el llanto
que me haces derramar, ¡no importa! si el caudal de mi llanto me
viene a purificar, ardua es mi travesía plagada con tu cizaña,
pero es sublime y edificante: Vencer escollos, escalar cumbres, evadir
abismos y es así como con tu rencor a cuestas, has fortalecido mi
espíritu y templado mi corazón mas fuerte que el acero.
Imploro a Dios por ti, a
pesar de que has colmado mi cáliz de amargura, pleno de odios, traiciones
y mentiras, lo has puesto continuamente en mi presencia y lo he apurado
alzando mi copa altiva en tu presencia ¡y brindo! por tu infame cobardía,
por tu mísera maldad y por todos tus negativos afectos con que me
atosigas día con día; odios gratuitos pues nunca jamás
he osado hacerte daño, o aunque no lo sé, tal vez involuntariamente
te haya perjudicado al ver mis logros, quizá te haya herido al ver
la rectitud y nobleza con que acompaño mis actos, pudiera ser que
te moleste el comparar el pródigo venero de mis sentimientos con
el páramo vacío que hay en tu corazón.
Yo al rezar por tí
te sé cruel, me duele tu perfidia, me acosa tu maldad y al mirar
el infierno en que vives me he enseñado a respetarte e inclusive
a amarte, porque es imposible que los dardos de tu rencor hagan blanco
en mí y me hagan odiarte, sería darte con ello un lugar dentro
de mí y eso es imposible, por eso diariamente al final de la jornada,
cuando las penumbras de la noche desdibujan el día, junto mis manos
y elevo mi plegaria con devoción ferviente:
¡Bienaventurado seas,
enemigo mío! bendigo al cielo ¿o al averno? el que te hayan
puesto en mi camino, eres tú el que al pretender hundirme me has
elevado, con tu maldad has acrecentado mi piedad, tú con tu profundo
desprecio me has transformado, tu odio me dio amor, tu cobardía
me hizo valiente, tu envidia me hizo generosa, tu egoísmo me hizo
fraterna, tu arrogancia me otorgó humildad y a cada golpe que me
diste me hiciste más fuerte:
Pues proclamo: ¡Soy
fuerte! ¡Soy osada! ¡Soy grande!
Y eso te lo debo a tí,
mas siento pesadumbre en el alma, por no poder ayudarte, por no poder encumbrarte
hasta mi altura, yo quiero hacerlo para salvarte del infierno que aniquila,
mas tú no lo permites, son más grandes tus pasiones que mi
afán redentor.
Por eso yo con la beatitud
y placidez dentro de mí hago emotiva y sincera mi plegaria:
Pródigo Creador,
repartidor de dones: Dadle paz y amor a mi enemigo, y me contesta el silencio
más largo que una eternidad, más si a pesar de esto, tú
soberbio y vengativo me maldices, yo llanamente ¡Te bendigo!. |