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Nota:

Toda la Información aquí presentada es propiedad de la ProfesoraMaría Socorro Estrada Castañeda. Si usted desea utilizar cualquier parte del material aquí presentado, por favor contactela en la siguiente dirección de correo:

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Montoya

Imploro la potencia y luz del rayo
la iracunda furia del huracán
la lava calcinante del volcán
para que el eco sacuda los confines
y escuche volcada en verbos la tragedia
de los parias, de los desposeídos
que hambrientos en el orbe van
de justicia, de cultura y de pan
formando las hordas de los siervos
para los cuales la justicia
es infamante, sorda y ciega
y azota sin piedad, cruel inclemente
al ejército irredento de proscriptos
a las glebas que gritan imponentes:
¡Ave César! los que van a morir
enhiestos y altivos te saludan
con un escupitajo de desprecio
con odio iracundo en las entrañas.
De ahí salió Montoya, el inmolado
vida temprana que arranca el vendaval
y es que cual David con heroísmo
propició un merecido bofetón
al rostro asesino del imperialismo
y Espartaco levantó su férreo puño
acallando para siempre a su verdugo
y pleno de indómito valor, un día
justamente dió muerte a un policía
a ese que le humillara diariamente
haciéndole inclinar su regia frente
¡Qué ironía! fue un solo policía
su sangre no alcanza a sufragar
la cuota de hermanos, inmolados:
Los que quedaron inermes en el río
carentes de la tumba y una rosa
Los que segaron bajo arteros tiros
y quedaron tendidos bajo el viento
sin adios, sin llanto y sin lamento
Los que han muerto opresos, calcinados
y todavía por los suyos, son llorados
los marginados en salud y educación
perseguidos por la infamante ley 187
y las mujeres, humilladas, vejadas
y los niños como lirios mancillados
¿Quién paga por este genocidio?
por el desprecio horrendo del hermano
y por la humillación de cada mexicano
Solo contesta, un cómplice silencio
y el derecho agoniza, se corrompe
mientras tú, Montoya has tramontado
y un eco musita el Padre Nuestro
perdona, señor, nuestras deudas
y déjanos odiar nuestros deudores
a los que asesinan lo que más amamos
Los rostros impasibles, estoícos
se miran serenos, ante la muerte
como retando el drama de la vida
y entonan la canción de la nostalgia
si muero lejos de tí, que digan
que estoy dormido y que me traigan aquí
para fundirme al suelo idolatrado
y regresar al origen, tan amado
el eco de las notas es tristeza
que carcome el corazón y las entrañas
fuiste por pan a tierras muy extrañas
y encontraste la muerte, arteramente
¿Sabes Montoya? pienso, siento y lloro
por tus mustios y callados labios
que no podrán ya besar a tu morena
¡Qué impotencia! ¡Qué dolor! ¡Qué pena!
tus oídos tampoco escucharán
las notas bravías del himno nacional
tu voz ya no podrá entonar
un himno sacro a la Guadalupana
y la bendición al aire de los tuyos
vagará sin rumbo a la deriva
mientras que los chacales
celebran el final de tu partida
y alaban su justicia, falsa, impía
corrupta, racista y neofascista
que silenció tu corazón un día
ante la soberbia triunfalista
yo puedo decirte que mi llanto
aflora rebelde en el poema
que hay rabia, dolor y desencanto
porque fue inclemente tu condena
tus alas truncadas de ave en vuelo
tornaron a mi pueblo, en desconsuelo
y de duelo mi patria se reviste
mientras grita a la justicia:
¡¡QUE NO EXISTE!!


 

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