Montoya
Imploro la potencia y luz
del rayo
la iracunda furia del huracán
la lava calcinante del volcán
para que el eco sacuda los
confines
y escuche volcada en verbos
la tragedia
de los parias, de los desposeídos
que hambrientos en el orbe
van
de justicia, de cultura
y de pan
formando las hordas de los
siervos
para los cuales la justicia
es infamante, sorda y ciega
y azota sin piedad, cruel
inclemente
al ejército irredento
de proscriptos
a las glebas que gritan
imponentes:
¡Ave César!
los que van a morir
enhiestos y altivos te saludan
con un escupitajo de desprecio
con odio iracundo en las
entrañas.
De ahí salió
Montoya, el inmolado
vida temprana que arranca
el vendaval
y es que cual David con
heroísmo
propició un merecido
bofetón
al rostro asesino del imperialismo
y Espartaco levantó
su férreo puño
acallando para siempre a
su verdugo
y pleno de indómito
valor, un día
justamente dió muerte
a un policía
a ese que le humillara diariamente
haciéndole inclinar
su regia frente
¡Qué ironía!
fue un solo policía
su sangre no alcanza a sufragar
la cuota de hermanos, inmolados:
Los que quedaron inermes
en el río
carentes de la tumba y una
rosa
Los que segaron bajo arteros
tiros
y quedaron tendidos bajo
el viento
sin adios, sin llanto y
sin lamento
Los que han muerto opresos,
calcinados
y todavía por los
suyos, son llorados
los marginados en salud
y educación
perseguidos por la infamante
ley 187
y las mujeres, humilladas,
vejadas
y los niños como
lirios mancillados
¿Quién paga
por este genocidio?
por el desprecio horrendo
del hermano
y por la humillación
de cada mexicano
Solo contesta, un cómplice
silencio
y el derecho agoniza, se
corrompe
mientras tú, Montoya
has tramontado
y un eco musita el Padre
Nuestro
perdona, señor, nuestras
deudas
y déjanos odiar nuestros
deudores
a los que asesinan lo que
más amamos
Los rostros impasibles,
estoícos
se miran serenos, ante la
muerte
como retando el drama de
la vida
y entonan la canción
de la nostalgia
si muero lejos de tí,
que digan
que estoy dormido y que
me traigan aquí
para fundirme al suelo idolatrado
y regresar al origen, tan
amado
el eco de las notas es tristeza
que carcome el corazón
y las entrañas
fuiste por pan a tierras
muy extrañas
y encontraste la muerte,
arteramente
¿Sabes Montoya? pienso,
siento y lloro
por tus mustios y callados
labios
que no podrán ya
besar a tu morena
¡Qué impotencia!
¡Qué dolor! ¡Qué pena!
tus oídos tampoco
escucharán
las notas bravías
del himno nacional
tu voz ya no podrá
entonar
un himno sacro a la Guadalupana
y la bendición al
aire de los tuyos
vagará sin rumbo
a la deriva
mientras que los chacales
celebran el final de tu
partida
y alaban su justicia, falsa,
impía
corrupta, racista y neofascista
que silenció tu corazón
un día
ante la soberbia triunfalista
yo puedo decirte que mi
llanto
aflora rebelde en el poema
que hay rabia, dolor y desencanto
porque fue inclemente tu
condena
tus alas truncadas de ave
en vuelo
tornaron a mi pueblo, en
desconsuelo
y de duelo mi patria se
reviste
mientras grita a la justicia:
¡¡QUE NO EXISTE!!
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