1) Empecemos con los hongos. La etnohistoria
de la cuenca occidental mediterránea ha permitido conocer el extenso
uso tradicional de la seta embriagante Amanita muscaria, el conocido
hongo de gran tamaño, con la superficie roja manchada de blanco.
En la cuenca occidental Mediterránea tiene diversos nombres populares
cuyo sentido es por sí mismo significativo: la mayoría giran
entorno del nombre "pájaro loco", "sabia locura" o en referencia
a su acción insecticida como matamoscas, incluso en inglés
es conocida como
fly agaric. Su principio psicoactivo es el ácido
iboténico transformado en muscimol por el proceso de secado del
hongo. No hay rastros de su consumo como recurso para buscar una embriaguez
sagrada en la zona mediterránea, pero sí hay abundantes pruebas
de su consumo lúdico a lo largo de la historia medieval y moderna.
Hoy aun tiene un peso muy fuerte en la iconografía mágica
e infantil de todo el Mediterráneo norte: se trata de los conocidos
enanitos, pitufos o gnomos. Esto permite pensar en un origen prehistórico
relacionado con prácticas y creencias animistas dentro de un desaparecido
contexto cultural chamánico.
Para la mayor parte de la población
mediterránea actual, es desconocida la capacidad embriagante de
este hongo y se le considera extremadamente venenoso. A pesar de ello,
ha llegado hasta hoy la tradición que relaciona la Amanita muscaria
con las dimensiones mágicas u ocultas de una realidad desconocida.
De ahí, que los niños urbanos de diversos países mediterráneos
aun hoy sigan incluyendo la iconografía del hongo rojo intenso con
manchas blancas en su repertorio de dibujos infantiles. Es muy habitual
que en los colegios se dibuje el hongo dentro del cual, dicen, habitan
los fantásticos gnomos (del griego gnomon, "sabio") o duendes.
Con ello quiero decir que se observa una
contradicción cultural, ya que por un lado se trata del hongo considerado
más venenoso, pero por otro lado, la gente no le tiene ningún
asco, e incluso lo aprecia intensamente: es una imagen muy cercana y cargada
de afecto que los niños dibujan muy a menudo para representar el
hogar donde viven los maravillosos gnomos y duendes de los bosques.
Por otro lado, en los países de
la cuenca mediterránea también es muy frecuente que se fabriquen
objetos relacionados con la ilusión, la magia doméstica o
la fantasía que tienen la forma básica y el cromatismo inconfundible
de la Amanita Muscaria. Las personas que somos de esta parte de
la Tierra lo sentimos como algo profundamente familiar y cálido,
y los fabricantes de objetos de regalo lo saben y venden muchos objetos
con la imagen de este hongo, aun sin saber que se trata de un hongo enteógeno.
Todo ello opera por tradición.
En este sentido, con la A. muscaria se
observa un fenómeno habitual en la antropología. Todo elemento
sagrado, si es suficientemente importante, cuando pierde su espacio central
para la sociedad que lo mantenía vivo, casi nunca suele desaparecer
en la profundidad del tiempo y el olvido, sino que los símbolos
y prácticas que constituían la manifestación del culto
sacro suelen pasar a formar parte del mundo lúdico de la sociedad.
Se trata de un conocido fenómeno denominado "obliteración".
De entre las manifestaciones más
significativas relacionadas con el consumo tradicional de A. muscaria en
el Mediterráneo occidental, se puede mencionar la frase hecha catalana
estar tocat del bolet, "estar tocado por el hongo", que aun hoy mantiene
una enorme vitalidad. En Cataluña, todo el mundo sabe qué
significa esta frase tradicional y se aplica a aquellas personas que manifiestan
un comportamiento que no se ajusta a los estándares aceptados. Pero
no tiene un sentido peyorativo, como podría detentarlo "estar drogado"
o "ser un demente". "Estar tocado por el hongo" es una frase que indica
mucha simpatía y complicidad, en Cataluña se podría
aplicar, por ejemplo, a alguien que esté pasionalmente enamorado
y haga pequeñas locuras simpáticas.
Hace algunos años concluí
una investigación sobre este tema y el resultado puso en evidencia
la relación que existe entre los efectos psíquicos producidos
por el consumo de A. muscaria y todo este familiar cosmos cultural relacionado
con ello. A raíz de tal investigación, descubrí también
-¡y con sorpresa!- que el consumo tradicional de A muscaria en Cataluña
y al sur de Francia no tan solo se refleja en supervivencias simbólicas
y plásticas, como acabo de resumir, sino que hallé hombres
que habitan en las montañas de los Pirineos, las montañas
que separan España y Francia, y que todavía hoy se entregan
a los efectos embriagantes de este hongo alguna vez al año, durante
el período otoñal en que aparece en los bosques de abedul
y de pino negro. Desde luego no se trata de viejos hippies, ni de personas
interesadas en los enteógenos en el sentido moderno, sino de gente
europea que los consume medio a escondidas porque saben que "tal vez esté
prohibido porque es como una droga", pero ellos lo aprendieron de sus abuelos
y les gusta buscar la ebriedad de vez en cuando por este medio.
Por otro lado, a raíz de diversos
trabajos realizados se puede afirmar con bastante seguridad que existe
una relación directa entre las sociedades micófilas y los
territorios donde crece la A. muscaria. Con alguna importante excepción,
en las zonas europeas donde no crece este hongo enteógeno, la actitud
tradicional de sus habitantes es micófoba y de desprecio e ignorancia
hacia los hongos. Sería demasiado extenso plantear aquí todos
los argumentos que apuntan hacia tal paralelismo: es decir, consumo de
Amanita
muscaria igual a micofilia, pero es suficientemente significativo el
hecho de que, a pesar del rígido tabú tradicional que impide
el consumo de este hongo, la gente que habita en los territorios donde
crece, saben que si en otoño alguien manifiesta un comportamiento
muy irregular después de una comida de hongos es probable que se
trate de una ingestión accidental de Amanita Muscaria o de
otro hongo fuertemente embriagante como la Amanita Pantherina, y
no se preocupan demasiado por ello. Estas gentes que aprecian los hongos
conocen perfectamente los que son realmente venenos y saben que estos dos
especímenes no lo son, a pesar de lo que se diga.
También hay otros hongos enteógenos
en la zona mediterránea cuyo consumo tradicional ha dejado algunos
pequeños rastros. Básicamente se trata del Psilocybe semilanceata,
espécimen que proporciona psilocibina como principio activo. Si
bien en la cuenca mediterránea son inexistentes los datos referidos
a su antiguo uso, a raíz de los recientes trabajos del Dr. A. Gari
se puede concluir con bastante certitud que el Psilocybe semilanceata
formaba parte de la farmacopea psicoactiva usada en la cultura popular
de las hechiceras medievales españolas.
El indicio de su probable consumo en tales
contextos, hoy desaparecidos, se ha extraído de dos objetos usados
por las brujas en el siglo XV y XVII. Se trata de dos medallones que muestran
la imagen casi inconfundible de estas pequeñas setas acabadas en
un pezón, lo cual podrían enlazar también con prácticas
precristianas de hechicería.
En uno de estos medallones de cobre aparece
un diablo con forma de duende enmarcado por una herradura y que claramente
tiene setas a sus pies. Probablemente se trata de la Psilocybe semilanceata.
Esta familia de setas enteógenas es muy conocida y consumida en
Centroamérica pero, insisto, al margen de estos medallones no hay
constancia de su uso en la documentación española sobre brujas,
ni tampoco en la tradición oral. Como máximo, resulta muy
revelador y apoya tal tesis el hecho de que el nombre popular que tiene
la seta en idioma vasco sea sorguin zorrotz ("bruja picuda"), lo cual podría
referirse al pequeño pezón que tiene el sombrerillo de este
hongo en su parte superior, y a su consumo por parte de las antiguas hechiceras.
En sentido contrario a la Amanita muscaria,
el Psilocybe semilanceata es ampliamente conocido en el mundo anglosajón
europeo donde tiene el significativo nombre popular de "sombrerillo de
la libertad", en referencia inequívoca a los efectos mentales que
induce.
También hay otros tipos de hongos
psicoactivos con verificados efectos enteógenos que crecen en la
zona mediterránea (Panaeolus Cyanescens, Stropharia Cubensis,
etc.) pero de los cuales no existe ninguna información sobre su
uso tradicional, aunque bastantes jóvenes actuales conocen su efecto
y las buscan en las montañas para su propio consumo.
2) El segundo enteógeno que
voy a tratar es la hármaga o "ruda siria" en castellano.
Es el famoso hârmel marroquí, de donde proviene el
nombre científico de la planta. Se trata de la Peganum harmala.
La zona donde más crece y se consume
el harmal es en el norte de África, desde Marruecos hasta Siria;
es decir, a lo largo de toda la parte sur de la cuenca Mediterránea.
Sin duda es el enteógeno mas consumido antiguamente y en la actualidad
en toda esta zona de la Tierra. En España también crece esta
planta de forma silvestre y en abundancia, y en nuestras tradiciones fue
utilizada con diversos fines que voy a resumir.
Ya es algo conocido que las semillas de
la hármaga contienen alcaloides beta-carbolínicos psicoactivos
en una enorme proporción que puede llegar al 4% de su peso en seco.
Hace décadas se descubrió que uno de estos alcaloides, la
harmina, es exactamente la misma substancia que contiene la Banisteriopsis
caapi, uno de los componentes de la famosa ayahuasca amazónica,
pócima enteógena sobre la que también llevo años
investigando.
Resumiendo los diversos usos de la Peganum
harmala, se puede afirmar que el clorhidrato de harmina es un estupefaciente
apreciado en medicina actual para tratar los estados de encefalitis letárgica
(aunque lo era mucho más hasta mediados del siglo XX). También
se conocen otros usos terapéuticos tradicionales de la harmala ya
que es un planta con potentes efectos antihelmíticos, sudorípara
y fue usada contra el cansancio físico y psíquico. En Castilla,
España, hasta hace pocas décadas se hacía un vino
especial a base de macerar las semillas de harmal en vino normal de uva.
Con ello se buscaba un estado de ebriedad eficaz contra las frecuentes
depresiones anímicas. Es probable que de forma privada se siga haciendo
hoy, aunque no hay pruebas de ello.
Por otro lado, en Marruecos y en otros
lugares del sur de la cuenca mediterránea existe la costumbre de
hervir unos 15 gramos de esta semilla en una mezcla de agua y el 30% de
zumo de limón. Posteriormente se deja secar esto al sol y la pasta
resultante se fuma mezclada con tabaco para conseguir un estado de extrema
sensibilidad y energía sexual.
También en el mismo país
magrebí, en Marruecos, se utiliza el harmal para hacer un famoso
champú contra la caída del pelo (¡y según se
puede observar hay pocos marroquíes calvos!); además se trata
de un ingrediente muy importante en ciertas prácticas de brujería
de las que todavía hay poco investigado por parte de la ciencia.
Así pues, el harmal tiene una gran importancia en la medicina popular
de los lugares donde crece, lo cual indica un antiguo y probable uso semisagrado
en toda la zona del norte de Africa y parte meridional de Europa, desde
España a Grecia.
Tal uso semisagrado, como he comentado,
sobrevive en especial entre los marroquíes y árabes donde
las semillas de harmal son usadas por las brujas y hechiceras -y en menor
grado por la gente en general- para protegerse de los ataques de los demonios
y, esto es muy significativo, para protegerse de aquellas personas que
hablan mal de los demás. Así, desde Marruecos hasta Turquía
las semillas de la P. harmala constituyen una especie de panacea que se
vende por quilos en los mercados y que, además de las aplicaciones
terapéuticas, es especialmente usada como narcótico que proporciona
estados de intensa alegría y agradable sopor.
La forma actual más extendida de
ingerir los alcaloides de las semillas de P. harmala en el Mediterráneo
sur es fumándolas, y en especial por parte de las mujeres se ingiere
el humo que resulta de tirar un puñado de semillas sobre las brasas
del fuego doméstico y encima de las semillas poner un pedazo del
mineral Alumbre potásico (sulfato de aluminio hidratado),
denominado chépba en marroquí: se aspira el humo que
produce el conjunto. En principio, el uso de este añadido mineral
parece inocuo desde el punto de vista psicoactivo, ya que se trata de un
mineral muy poroso que tan sólo tiene una conocida acción
bactericida; tal vez sea esta propiedad lo que explicaría que los
marroquíes tengan la costumbre de poner un pedazo de Alumbre
potásico en el mismo recipiente donde guardan las semillas de
P.
harmala: evitaría la contaminación de las semillas por
bacterias parásitas. No obstante, no podemos afirmar que tengamos
una explicación científica a su incineración. A título
de hipótesis se podría proponer que se trata de un buen difusor
de la absorción de agua y su uso sobre las brasas permite que la
semilla queme más lentamente, o tal vez, dada su porosidad actúe
de amalgamante.
3) El tercer vegetal embriagante
de que hablaré aquí es el llamado "tomatillo del diablo"
o "hierba mora". Se trata de la Solanum villosum. Esta planta suele
confundirse con la Solanum nigrum y a menudo se hacen comentarios
sobre ambas sin la pertinente -y muy necesaria- especificación.
La S. nigrum da unos frutos relativamente apetecibles y dulces,
de color negro, aunque a veces adquieren tonalidades anaranjadas o marrones,
y de ahí las confusiones que se han dado a lo largo de la historia
entre una y otra variedad. Por otro lado, el glucoalcaloide que contienen
los diferentes tipos de Solanum que crecen en estado silvestres les dan
un sabor dulzón y un efecto ligeramente narcótico que ha
llevado a que adolescentes de distintas épocas las consumieran con
delectación. Una de las variedades de Solanum es la S. lycopersicum,
universalmente conocida por sus frutos rojos: los tomates.
Sobre la S. villosum tan sólo
se puede afirmar que contiene principios psicoactivos mucho más
potentes que sus primas botánicas, y que estos efectos ya eran conocidos
por nuestros ancestros griegos y romanos del mundo clásico. El famoso
escritor romano del siglo I Plinio el Viejo, nos dejó un escrito
donde afirma que no quiere decir nada sobre la S. villosum porque
"él se ocupa de remedios y no de venenos", pero -añadió
con probable picardía para los entendidos y curiosos- que son suficientes
algunas gotas del zumo de esta planta para perturbar la razón, y
que los antiguos griegos la usaban como enteógeno: "según
dicen -afirma Plinio-, a la dosis de un dracma -antigua moneda helénica-
provoca imaginaciones lascivas, visiones fantásticas que parecen
reales; una dosis doble una verdadera locura; y a cualquier dosis mayor,
la muerte".
Actualmente, he podido recoger algún
testimonio sobre una última supervivencia del consumo de este enteógeno
en la isla de Mallorca, e ignoro si también se podría hallar
todavía en las demás islas Baleares. Algunos campesinos mallorquines
guardan las bayas de la S. villosum en botes cerrados y recomiendan
con harta insistencia no consumir nunca "tomatillo del diablo", pero ellos
la guardan. Esta actitud, manifiesta su conocimiento tácito y su
interés por las aplicaciones de estos frutos ya que, naturalmente,
en caso contrario no se molestarían en secar y guardar las bayas.
4) El siguiente enteógeno
de uso tradicional en el Mediterráneo al que me voy a referir es
la familia de las famosas Datura, especialmente hablaré de la Datura
starmonium. Esta familia vegetal es prima-hermana de las Brugmansia americanas.
En castellano, la Datura stramonium recibe los significativos nombres
populares de "higuera de infierno", "berenjena del diablo" y un sinfín
más en los que hay muchas referencias a la locura, los diablos y
las santas.
La Datura stramonium fue muy, muy
usada en las antiguas tradiciones mediterráneas. Se trata de una
planta de gran tamaño que llega a medir un metro y medio. Crece
en los huertos poco cuidados de toda la cuenca mediterránea, cerca
de los vertederos e incluso sobre la arena de las playas más concurridas,
al lado de bikinis y de las cremas solares más de moda. Son características
sus enormes flores blancas y acampanas, los frutos verdes erizados de pinchos
y, muy en especial, el fuerte olor a fármaco que desprende.
Puede afirmarse que el estramonio es una
de las pocas plantas alucinógenas que existen, en el sentido riguroso
del término, ya que su consumo produce una modificación de
la consciencia y de la percepción tan extremas que conduce a la
pérdida total de contacto con el entorno del sujeto. Contiene l-hiosciamina
hasta una proporción del cero punto cinco por ciento de su peso
en seco, y este alcaloide suele hallarse convertido en atropina. Además,
a menudo ambos alcaloides van acompañados por ciertas cantidades
de escopolamina, otra de las tres o cuatro únicas substancias alucinógenas
en sentido estricto (la tercera es la ketamina).
Debido a la importante proporción
de alcaloides que produce, el estramonio ha sido muy utilizado en medicina
como hipnótico y contra el asma. Durante los últimos siglos,
los cigarrillos de hojas de estramonio constituían el remedio conocido
más eficaz contra la tos persistente y el asma.
Si hablamos de la historia del estramonio,
se puede decir que tiene un origen confuso. Por un lado, se trata de uno
de los ingredientes psicoactivos más habituales en las pócimas
que cocinaban las brujas medievales mediterráneas y, según
algunos autores, es una planta originaria de las tierras próximas
al mar Caspio, en el Próximo Oriente. Pero según otros investigadores,
se trataría de una planta de origen mexicano que no entró
a Europa hasta el mil quinientos setenta y siete, pasando por España
y de la mano de los colonizadores. De ser cierta esta segunda hipótesis,
deberíamos concluir que el consumo de estramonio se difundió
con una extraña y extraordinaria rapidez por toda la cultura popular
y mágica europea. No voy a insistir ahora en detallar más
esta discusión sobre su origen, pero es importante, ya que si realmente
se trata de una planta americana llevada a Europa durante los primeros
viajes trasatlánticos en la época de la colonización,
implicaría que en Europa existía una red de intercambio de
conocimientos sobre enteógenos mucho más sólida y
eficaz de lo que hoy se supone.
Los efectos fisiológicos de la atropina
y la hiosciamina son muy intensos y no voy a detallarlos ahora. Es ya algo
conocido que ambos alcaloides comienzan paralizando el vago, la tráquea
y los nervios del sistema vegetativo, de ahí que las visiones y
efectos psicoactivos es probable que tengan relación con esta paralización
del sistema nervioso parasimpático.
Sin duda, es debido a su elevada toxicidad
que tradicionalmente la Datura stramonium ha sido ingerida por las personas
a través de la epidermis y las mucosas del cuerpo. En algunos casos
se aplica el jugo crudo de la planta, y en otros casos se aplica por medio
de ungüentos elaborados con éste y otros especímenes.
Fue este segundo sistema de aplicación vía mucosas el que
generó la antigua imagen de la bruja que vuela montada en una escoba:
en efecto, las mujeres europeas se untaban sus mucosas vaginales con las
pócimas que cocinaban a base de estramonio, y para ello debían
usar algún palo que les permitiera la administración intravaginal.
Como la embriaguez aparece en pocos instantes, las mujeres tenían
la sensación de alzarse por los aires montadas en el diabólico
palo.
En este mismo sentido, las visiones que
induce el consumo de estramonio tienen más relación con experiencias
de vuelo que otros psicótropos. Produce una intensa sensación
de que el individuo intoxicado vuela a otras dimensiones de la realidad
donde conoce personas y situaciones nuevas, pero en especial se tiene la
clara sensación de poder conocer lo que sucede en mundos lejanos.
De ahí que el Tribunal de la Inquisición acusara a menudo
a las brujas europeas de conocer eventos que habían sucedido lejos
de ellas, y de que eso sólo podía hacerse con la ayuda del
diablo, lo cual era un buen argumento para tostarlas vivas. Por otro lado,
ellas mismas afirmaban disponer de tal capacidad de conocimiento gracias
a los secretos de las pócimas que usaban. En una de mis investigaciones
hallé un pueblecito al norte del Ecuador, conocido como Mira, donde
los pobladores son claros descendientes de españoles no mestizados
con los indígenas quechuas de sus alrededores; en esta extraña
población, las mujeres son conocidas por lo alrededores como "voladoras"
y, en mi opinión, se trata de los descendientes de una comunidad
de hechiceros que probablemente emigraron a lo largo del siglo XVII a este
rincón de los Andes donde han mantenido vivas sus prácticas
(ver FERICGLA, 1993 a).
Referido al estramonio, también
hay otro aspecto importante a comentar. Es que las complejas composiciones
psicoactivas usadas en Europa entre los siglos trece y diecinueve ponen
de manifiesto que existía un cúmulo muy importante de conocimientos
referidos al uso de los enteógenos, ya que además de las
substancias psicótropas propiamente dichas usaban elementos activadores
como el hollín y el carbón, y también se añadía
en las pócimas sustancias equilibradoras y plantas purificadoras
como el apio silvestre, el perejil y la cincoenrama para contrarrestar
la toxicidad de ciertos enteógenos naturales.
5) La quinta planta a la que me voy
a referir es la Belladona, la Atropa Belladona. También ha
sido muy usada como enteógeno en las tradiciones de hechiceras españolas
y de Europa en general. En España su uso era muy conocido, a pesar
de la rareza de esta planta solanácea en la Península Ibérica,
ya que solo crece en los hayedos y robledales de la zona pirenaica y prepirenaica.
Sus hojas contienen una gran cantidad de
potentes substancias psicoactivas (como hiosciamina y atropina), e históricamente
ha sido otro de los especímenes más usados desde la cuenca
mediterránea hasta centroeuropa para inducirse estados modificados
de la consciencia. Así por ejemplo, el sabio de la antigüedad
Dioscórides afirmaba que bebiendo el extracto de la cantidad de
raíz de Belladona que cabría en un dracma, el sujeto entraba
en estados de locura y tenía ciertas imaginaciones muy agradables
que sabía entender como si se tratase de sueños nocturnos.
También la intoxicación de
Belladona era frecuente entre los adolescentes de los lugares europeos
donde crece, ya que solían comer sus frutos dulces que semejan uvas
negras. Otro detalle que puede dar idea de su importancia histórica,
es que en España, y a pesar de su relativa escasez, fue tan usada
en la farmacología tradicional que incluso hay una Orden Ministerial
actual, del año mil novecientos cuarenta y nueve, que prohibe la
recolección de la Belladona silvestre. Y estoy hablando de mediados
del siglo XX, cuando todavía no existía ninguna prohibición
sobre el consumo de enteógenos.
Ya he comentado antes la forma de actuación
de la hiosciamina y de la atropina: paraliza el sistema vegetativo, pero
además, la Belladona dilata muchísimo las pupilas, y los
ojos adquieren un todo brillante y muy hermoso. De aquí, el nombre
popular de "belladona" con que fue bautizada esta planta durante la Edad
Media en Italia, donde era usada como cosmético femenino para embellecer
los ojos.
En Europa hay bastantes historias antiguas
y muy divertidas que hablan del uso de este enteógeno por parte
de las mujeres para autosatisfacerse sexualmente, poniendo los cuernos
a su esposo con los hombres que aparecerían en las visiones después
de haber tomado Belladona.
En referencia a la forma tradicional de
consumir la Belladona sola, se han hallado escritos en los que se indica
la necesidad de moler entre 30 y 200 gr de hojas secas, o entre 30 y 120
gr de raíz para que sea efectivo, y luego ingerirlo por vía
oral o fumando tales partes secas del vegetal. No obstante, la mayor parte
de la información conservada sobre el consumo de Belladona habla
de esta planta como de uno de los componentes activos que usaban en combinación
con otros para elaborar complejas pócimas enteógenas. Como
he comentado antes, en estas mixturas se incluían substancias enteógenas
además de otras plantas desintoxicadoras y estabilizadoras. Como
ilustración cabe citar la composición del denominado Electuario
Satánico, famosa pócima enteógenas consumida por
las hechiceras. En él se mezclaban seis enteógenos distintos,
además de otras plantas probablemente estabilizadoras y potenciadoras
del efecto.
6) La siguiente planta embriagante
conocida y usada en el mediterráneo desde épocas antiguas
es el Opio, la Papaver somniferum. La planta es popularmente denominada
en castellano como "dormidera", y así se diferencia de la resina
que es el "opio". No me quiero alargar mucho sobre este espécimen
porque ya es universalmente conocido y existe mucha literatura sobre ello.
Tan solo recordar que la
Papaver somniferum es fuente natural de
los múltiples derivados opiáceos descritos por los farmacólogos,
y que sus aplicaciones terapéuticas han sido y son tan extensas
que merecería recibir el título de "medicamento único",
en el sentido de que si hubiera que dejar un solo elemento terapéutico
sobre la Tierra, éste debería ser el opio.
La resina de la dormidera contiene una
cantidad extraordinaria de alcaloides y no solo en variedad sino también
en cantidad: según Wehmer tan sólo la narcotina y la morfina
juntas constituyen alrededor del 16% del peso de la Papaver, y todos
los demás alcaloides suman un 1% más, cantidades increíblemente
elevadas en comparación con la rentabilidad química de otros
vegetales.
Desde un punto de vista histórico
en las latitudes mediterráneas, el uso de dormidera se remonta al
año 3.000 a.C., época en que es probable que llegara desde
Grecia proveniente de más al Oriente. En la cuenca mediterránea
crece especialmente la variedad de dormidera de flores blancas, que produce
cápsulas más pequeñas que la variedad de flores rojas
-aunque no es difícil hallar también la variedad de flores
rojas. Hasta la segunda mitad del siglo XX ha sido una práctica
muy habitual y familiar que en cada huerto doméstico se sembraran
diversas plantas de dormidera para uso propio de la familia que trabajaba
el huerto. Nuestros ancestros más recientes las tomaban para combatir
el insomnio, el dolor de muelas y el de oído; se usaba también
para calmar a los niños cuando lloran demasiado y como analgésico
general. En toda la cuenca del Mediterráneo aun hoy es habitual
que se utilicen las semillas para adornar los pasteles hechos en casa,
y las famosos cápsulas coronadas y secas se emplean para confeccionar
ramos secos que adornan los centros de las mesas. También hasta
hace pocas décadas se tomaba la dormidera con fines embriagantes
y narcóticos. En la actualidad, hay muchos campesinos que siguen
cultivando dormidera en su huerto para el autoconsumo, pero saben que es
algo prohibido y prudentemente las esconden de la vista de los paseantes.
Si la policía española descubre un huerto con algunas plantas
de opio no suele denunciar ni encarcelar al campesino, solo se le ordena
que las arranque "porque hay drogadictos que pueden venir a robarlas",
nada más. En cambio, si la misma policía descubre un joven
con esta pequeña plantación puede incluso ponerlo en manos
de un juez.
A pesar de todo ello, el principal uso
del opio como embriagante se dio y se registra aun hoy, en la parte oriental
del Mediterráneo: en Turquía (a pesar de la rígida
prohibición actual), en Irán y en la ex-Yugoeslavia, y por
supuesto su consumo aumenta si nos internamos hacia los países del
centro y extremo Oriente.
7) La siguiente planta estupefaciente
de importante uso tradicional es el beleño o "hierba loca", la Hyoscyamus
niger L. Como otras plantas mediterráneas que tienen los mismos
potenciales visionarios, el beleño contiene l-hiosciamina
convertida en mayor o menor grado en atropina y escopolamina.
Al igual que los anteriores especímenes
vegetales, también éste ha sido usado como embriagante a
lo largo de toda la historia del Viejo Mundo gracias a que tiene una gran
difusión geográfica espontánea, y a que su cultivo
por parte del ser humano resulta muy fácil. Probablemente favoreció
su gran difusión el hecho de que los alcaloides penetren directamente
a través de la piel y de las mucosas, lo cual facilita su administración.
Referido a sus efectos fisiológicos
y psicótropos no los repetiré, pero tiene los mismos que
he descrito antes al hablar de la belladona y del estramonio. También
el beleño produce una especial sensación de gran ligereza
corporal, de perder peso hasta el punto de poder volar por los aires a
voluntad. Esta sensación es tan vívida que también
fue inmortalizada por las mismas leyendas de hechiceras voladoras que se
han comentado en líneas anteriores.
Es muy probable que el beleño sea
la planta que se utilizó con más frecuencia como enteógeno
en las tradiciones de hechicería medieval europea. Hay muchísimas
historias interesantes, ilustrativas y divertidas sobre su uso como embriagante
popular y como somnífero: en castellano, por ejemplo, hay un refrán
que dice: "al que come beleño no le faltará el sueño";
y para explicarles solo alguna anécdota, les contaré que
durante los largos siglos del medievo era algo muy difundido que los gitanos
solían echar semillas de beleño sobre las brasas de los baños
públicos para narcotizar a los bañistas ingenuos y robarles
las bolsas de dinero.
Al igual que los demás enteógenos
de que he hablado, también el beleño ha sido muy usado como
remedio para tratar diversas patologías porque mitiga el dolor físico,
induce al olvido y calma el dolor espiritual sumergiendo al sujeto intoxicado
en una completa inconsciencia. Justamente por ello la aventura etimológica
ha generado diversas palabras en castellano que derivan del denominativo
de esta planta como, por ejemplo, el verbo "embeleñar" y "embelesar"
que significa dejar a alguien atontado por el motivo que sea. También
hay algunos lingüistas que sostienen que el término castellano
"veneno" proviene de esta planta. Incluso, la palabra popular para referirse
al Hyoscyamus parece tener su raíz en el nombre de Belenos,
divinidad gala a la que gustaba la ebriedad del beleño. También
en Egipto aparece el beleño, mencionado en el Papiro Eber, del año
1.500 a.C., y en diversos trabajos de eruditos se sugiere que las sacerdotisas
de Delfos realizaban sus profecías intoxicadas con humo de beleño.
8) Otro de los recursos narcotizantes
usado con cierta profusión en las tradiciones mediterráneas
era de origen animal: el sapo, Bufo s.p.. También en Sudamérica
se ha informado del uso de este animal con finalidades enteógenas.
Las glándulas que genera este batracio sobre su espalda contienen
una substancia conocida como bufotenina que ya fue aprovechada a lo largo
de la Edad Media como recurso químico natural por parte de las hechiceras,
y es usada todavía hoy en medicina como alucinógeno. Algunas
referencias detalladas de este uso histórico de la bufotenina aparecen
en las acusaciones de cinco brujas de Fago (Aragón, España)
juzgadas alrededor del año 1657. A partir de unas notas escritas
sobre el juicio a que las sometió la Inquisición antes que
quemarlas se extrae lo siguiente: "La rea decía que tenía
un sapo y lo azotaban con un brezo, y cogían lo que le hacían
echar y se untaban con ello e iban donde querían".
En Cataluña ha quedado una supervivencia
actual referida al uso humano de los sapos. Hasta hace solo treinta años
que en la cordillera septentrional de los Pirineos se aplicaba una forma
de justicia popular llamada "el enarenamiento", término que proviene
de "arena" y que consistía en castigar a los pequeños delincuentes
en el mismo pueblo donde eran atrapados, sin necesidad de ponerlos en manos
de la justicia regular. Para llevar a cabo tal castigo se llenaba una media
de mujer con arena y se golpeaba al convicto en la espalda y el pecho durante
el tiempo decidido. De esta forma se le dejaba dolorido por unos días
sin causarle heridas externas -y por ello, es un método que se sigue
usando por parte de la policía de algunos países como forma
de tortura que no deja secuelas aparentes-. Pero si el castigo que merecía
el delincuente era mayor, la gente del pueblo metía un sapo vivo
entre la arena que llenaba la media y esto producía que el convicto,
no solo quedaba con el dolor físico de los golpes, sino que olvidaba
lo que le había sucedido en aquellas horas y además tenía
visiones que podían aterrorizarlo, lo cual aumentaba el dolor del
castigo.
A diferencia de otros potentes enteógenos
tradicionales de uso extenso en la cuenca mediterránea, entre las
zonas corporales donde antiguamente aplicaban el líquido espeso
extraído del sapo nunca aparecen citados los genitales. Es extraño
ya que esta parte del cuerpo humano es el punto de mayor absorción
fisiológica y es donde las brujas se aplicaban los demás
ungüentos de que he hablado. Nunca he realizado autoexperimentación
con ello, pero es probable que la bufotenina sea bastante irritante y llegue
a producir dolor, por lo que nunca se aplicaba dérmicamente, a pesar
de su toxicidad.
9) Para acabar, y sólo como
un corto comentario, quiero hablar del antiguo uso de la Cannabis indica
o sativa, y de las lechugas que hoy ingerimos en nuestras ensaladas.
Ninguno de estos dos especímenes vegetales es propiamente visionario,
pero en cambio sí disfrutan de ciertos potenciales narcóticos
que han sido conocidos y aprovechados desde hace milenios en la zona mediterránea.
Tal y como ha verificado la arqueología,
la planta del cáñamo fue la primera en ser cultivada por
el ser humano, y en el Mediterráneo era, y todavía es, usada
para extraerle las largas fibras vegetales con las que se hacen cuerdas
y tela, y también por sus efectos embriagantes. Desde muy antiguo
que tenemos recetas para comerlo, para absorber sus humos, para beberlo
en infusión, etc. No merece que aquí haga un comentario más
extenso sobre ello dada la gran abundancia de información bibliográfica
que existe sobre el tema. Es preferible que dedique el poco tiempo que
me resta a hablarles en referencia a la humilde lechuga doméstica.
De ella, cabe mencionar que el látex
blanco y lechoso que segrega la planta cuando está madura se seca
rápidamente tomando un color ocre. Este mismo látex amargo
y acre es el que convierte las hojas de la lechuga en incomestibles cuando
está madura, pero es también donde hay la mayor cantidad
de principios narcóticos conocidos y aprovechados en diversas mixturas
cocinadas por los boticarios de épocas antiguas. En toda la zona
del Mediterráneo también se registra -desde tiempos clásicos
hasta la actualidad- un amplio uso popular de la lechuga para inducir estados
de somnolencia en adultos y niños. En España, en concreto,
es muy antiguo el remedio de dar un par de hojas verdes de lechuga a los
niños que tienen un ataque de lloros nocturno para que se duerman
con suavidad.
Así pues, a semejanza de lo que
sucede en la actualidad, durante los siglos medievales en que las brujas
y hechiceras mediterráneas utilizaban las complejas fórmulas
psicoactivas para realizar sus vuelos interiores y para satisfacer sus
expectativas de conocimiento, los boticarios oficiales hacían uso
de los mismos compuestos cuyos efectos, naturalmente, eran similares. La
diferencia estaba en que mientras la Santa Inquisición quemaba a
las brujas, los boticarios estaban avalados por la ortodoxia del poder.
Para acabar con un ejemplo ilustrativo, a principios del S. XVII se hicieron
famosas en la Europa meridional las Tabletas de Roscellus muy deseadas
para dormir profundamente, y en la siguiente tabla les muestro su fórmula
magistral: una lista casi completa de todas las plantas cuyo uso fue causa
de muerte en la hoguera para millares de pobres mujeres acusadas de hechicería,
pero que en manos de otros fue origen de riquezas y prestigio.
Fórmula de las Tabletas de Roscellus Siglo XVII | ||||||||||||||||
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Cuézcase hasta que se consuma la tercera
parte; cuélese; añádase a la coladura azúcar
muy blanco.
Cuézcase de nuevo hasta que el azúcar quede casi consistente; añádase: |
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También en la misma
época, los frailes del Císter, de Cluny, los cartujanos y
otras órdenes religiosas cristianas se afanaban en perfeccionar
las bebidas alcohólicas que hoy podemos saborear con un punto de
perfección tan envidiable como las cervezas belgas, el cava catalán
y el champán francés, los licores estomacales cuyos nombres
de santos indican su origen y los moscateles derivados de los vinos de
misa. ¡Qué lastima si se hubieran perdido en la oscuridad
de la historia!