por Hugo Basile
Se hace harto difícil, para los que de alguna manera han intentado
alguna vez asomar sus narices en el mundo de la mística o el esoterismo,
obviar la muerte de uno de los escritores y experimentadores más
importantes que ha tenido este campo, sobre todo cuando tanto halago y
al mismo tiempo tanta suciedad se han arrojado sobre su nombre y sobre
su obra.
Cuando Carlos Castaneda experimentó y escribió su primer
trabajo: “Enseñanzas de Don Juan”, yo apenas me encontraba saliendo
del vientre de mi madre. Sin embargo, esas cosas que tiene la existencia
hicieron que en algún mo mento nos encontráramos, no personalmente,
como es obvio, sino, a través del pensamiento: él, al abrir,
a través de sus libros, todo un mundo nuevo para un jóven
de apenas 17 años ( de ésto hace ya 20 años), y yo
al empezar a vislumbrar que no todo lo que había era música
y que, parafraseando a Sabina, el universo era bastante más ancho
que Luis Alberto Spinetta.
Pasaron muchos años en los que, no solo recorrí una y
mil veces toda su obra, sino que además, intentando llegar en algún
momento a tener una comprensión más amplia del universo que
él presentaba, me aboqué a la escritura de un libro que en
algún momento salió, y que pronto aparecerá nuevamente.
De ahí en más, casi todo el conocimiento adquirido, y
aquel por adquirir, de alguna forma estará atravesado por el pensamiento
de éste hombre que expresó el nexo más importante
entre el hombre occidental y el pensamiento chamánico de nuestro
continente.
Por supuesto, no olvido todas aquellas cosas que se han dicho sobre
él: la no visión científica desde el punto de vista
antropológico de sus libros, ni la supuesta inauguración
de lo que se da en llamar el movimiento New Age, ni el incomprendido misterio
de sus no apariciones en público, y la falta de datos acerca de
su historia, y mucho menos, de la no existencia de Don Juan Matus, como
si eso variara en algo la importancia de lo que por boca suya dio a conocer
al mundo. Como si la no existencia de El Principito nublara un ápice
del mensaje y la importancia de Saint Exúpery.
Por supuesto, los detractores de Castaneda no han dicho una solo palabra
que pudiera encuadrarse fuera de lo que comunmente se llama estupidez.
Tampoco vamos a dejar de lado los últimos tiempos en los que
el autor, o más que el autor, sus representantes más un grupo
de aduladores ambiciosos e inescrupulosos terminaron vendiendo martillitos
mágicos en nombre de Castaneda por Internet.
Más allá de todo ésto quiero decir que todas las
ramas de la mística de la época que fuese, todas las ramas
de la filosofía, desde el taoísmo hasta el existencialismo,
toda la estructura tradicional del chamanismo, desde Eliade hasta Wolf,
más el conocimiento del acceso a los estados alterados de conciencia
a través de enteógenos, más los secretos, para quien
sabe leer, que fueron expresados en cada uno de sus libros, los podemos
encontrar en la obra de Castaneda.
Tal vez también encontramos el sueño, el sueño
de un salto al vacío, el sueño del pasaje a otros mundos,
el sueño de otras realidades posibles, el sueño de la transformación
de Don Juan en el estallido del fuego interior.
De la misma manera que su vida fue un misterio, muchos preferiremos
creer, que el nagual ha ido en busca de la mujer nagual, que el último
nagual de la dinastía de los toltecas ha dado su salto al vacío,
que ha sido acompañado por sus brujas hacia la puerta de esa otra
realidad. Nunca nadie sabrá en realidad que fue lo que pasó
con Castaneda, ni quién fue, ni si en verdad murió, ni siquiera
si existió, pero lo cierto es que a este fantasma del conocimiento,
le debemos mucho más de lo que hoy por hoy podemos llegar a creer.
Por eso este homenaje que el mismo Don Juan cerrará:
Ya me di al poder que mi destino rige
No me agarro ya de nada, para así no tener nada que defender.
No tengo pensamientos, para así poder ver.
No temo ya a nada, para así poder acordarme de mí.
Sereno y desprendido, me dejará el Águila pasar a la
eternidad.
Hugo Basile
Director Editorial