A mi vuelta no había integrado completamente las experiencias
que había vivido bajo los efectos de las plantas de poder. Estas
experiencias me habían mostrado otra realidad, una realidad más
allá de la ordinaria, que no tenía la más mínima
posibilidad de negar, por la sencilla razón de que había
entrado en ella.
No sólo la había visto, había estado allí,
me había fundido con ella y había dejado de ser yo, sin dejar
de ser yo mismo, sino todo lo contrario, y finalmente, había comprendido
que todo esa realidad formaba parte de un mundo desconocido, pero no por
eso menos real que el mundo habitual para nosotros.
He descrito lo acontecido en ese viaje con anterioridad. En el
libro En busca de las plantas sagradas relaté minuciosamente
cómo me afectó conocer a los hombres de conocimiento que
fui encontrando a lo largo de mi viaje por Sudamérica, y cómo
esas experiencias me fueron transformando.
A mi vuelta me enfrenté al difícil problema de
integrar todas esas vivencias dentro de mi ser, de existir plenamente en
la vida de todos los días, habiendo asimilado mis experiencias enteógenas,
aceptando la existencia de dimensiones inexploradas de la realidad. Al
mismo tiempo, intuía que había una última realidad,
y traté de mantener el intento de alcanzar algún día,
preferiblemente compartiendo un intento colectivo, el fin último
del guerrero: la libertad total.
Otro hecho que hube de afrontar e integrar en mi vida diaria fue
dejar de ver a las plantas sagradas como un simple instrumento para modificar
nuestro estado de conciencia, simplemente como una especie de microscopios
o telescopios vegetales que nos permiten explorar el espacio interior y
exterior.
Y por supuesto lo son, pero con el tiempo he ido descubriendo
que las plantas chamánicas son también seres vivos con una
clase de conciencia diferente a la humana, pero conciencia al fin y al
cabo; seres con los que es posible establecer una comunicación íntima
y directa al integrarlos en nuestro metabolismo, que tienen interés
en mostrarnos su mundo y en conocer el nuestro, y que tienen conocimientos
de los que la mayoría de los seres humanos carecen.
Mi propia experiencia me ha enseñado que las plantas maestras,
al ayudarnos a expandir nuestra conciencia y a conocer otros mundos, son
nuestras aliadas, copartícipes de nuestra evolución como
especie humana.
La mayoría de las especies no evolucionan aisladas, sino
interconectadas, en una relación de simbiosis evolutiva. De ahí
la gran importancia de los enteógenos, y la urgente necesidad de
la normalización de las sustancias chamánicas.
Sólo los ignorantes, los mentalmente pobres, o los presos
de oscuros intereses económicos y de presiones desde la cabeza del
Imperio, pueden ser capaces de intentar prohibir algo que forma parte de
la naturaleza, como las plantas y hongos sagrados.
Y sólo una sociedad castrada y sometida puede aceptar,
sin apenas resistencia, el intento de quienes tratan de controlarnos de
detener la evolución de nuestra mente, tratando de negarnos, desde
que nacemos a la tumba, la experiencia directa de la realidad.
¿Por cuánto tiempo aceptará nuestra sociedad
la prohibición de la exploración sin trabas de la conciencia
humana?
Pero, ¿estamos realmente aceptándola?. Porque afortunadamente,
intentar impedir el encuentro del ser humano con las plantas chamánicas
es un intento no sólo aberrante, sino que a la larga está
abocado al fracaso.
Los libros que aparecen en la amplia bibliografía incluida
en éste y en el anterior libro, son una evidencia documental de
cómo la experiencia enteógena ha formado y forma parte de
la experiencia humana. Y seguirá formando parte de ella, lo quieran
o no quienes tratan de controlar nuestras vidas y nuestra conciencia. De
ello nos estamos encargando la amplia comunidad de personas que a pesar
de todo, arriesgando nuestra libertad física o incluso nuestra vida,
desafiamos cada día y cada noche la dictadura de la percepción
que otros se empeñan en perpetuar.
No describiré en este libro, salvo cuando así sea
necesario, mis experiencias entre el viaje cuya crónica es En
busca de las plantas sagradas, y este nuevo viaje por tierras de América,
del que este libro es un fiel testimonio. Tampoco aparecen reflejados aquí
los sucesos acaecidos tras el regreso de mi segundo viaje de América.
Y no es que considere que carecen de importancia ni de utilidad
para las personas interesadas en el chamanismo y los estados modificados
de conciencia. Sencillamente, esta decisión es fruto de una cuestión
de prioridad. Considero de un mayor interés hacer públicos
los hechos en los que participé en este nuevo viaje; las enseñanzas
que recibí de los distintos hombres y mujeres de conocimiento que
conocí durante él; mis nuevas experiencias con las plantas
de poder; y las conclusiones provisionales a las que llegué tras
escucharlas.
En definitiva, me parece prioritario compartir los frutos de
la continuación de mi peculiar aprendizaje del chamanismo. Sin embargo,
algún día, es posible que llegue el momento de hacer pública
la crónica de mis viajes por lugares menos exóticos; lugares
cercanos a nosotros donde también existen encuentros con lo desconocido,
mujeres y hombres de conocimiento, centros de poder y energía, y
donde sobre todo tenemos la oportunidad de aprender, de despertar, de ver
y de actuar como una guerrera o un guerrero; lugares donde también
existe la posibilidad del encuentro, de amar, crecer y evolucionar libremente
si ése es nuestro intento.
Las principales destinatarias de este nuevo libro son, pues, todas
las personas que en occidente, lentamente, pero sin pausa, hemos comenzado
a conocernos y reconocernos en los últimos años.
Las mujeres y hombres de conocimiento que encontré en
tierras de México nos ven como partidas del nagual sin nagual; nos
ven y nos valoran como las tribus del sur, parte inseparable de las tribus
de occidente, de las que me hablaran los hombres de conocimiento incas,
tal y como ya relaté en mi primer libro.
Esas personas de poder confían más en nosotras
y nosotros, a pesar de nuestras limitaciones actuales, que en la mayoría
de los miembros de su cultura que han venido y vienen a nuestros países
a traer un conocimiento que corrompen con su mal uso del poder personal,
del dinero o con los abusos sexuales sobre las personas que más
o menos ciegamente les siguen.
Ellas saben que aunque somos aprendices, no hemos abandonado
ni abandonaremos el camino del corazón.
El nacimiento espontáneo de esta clase de grupos o el desarrollo
de una nueva clase de aprendizaje no es un hecho aislado o casual, como
se podrá comprobar durante la lectura de este libro. Al contrario,
se trata de una característica de los tiempos que estamos viviendo.
El hecho no es muy conocido debido a su existencia en el mundo
de lo interno, más que como una presencia social organizada; porque
si bien muchas de las personas que toman parte en este intento lo desconocen
y se sientan aisladas, existimos, existimos realmente.
Nos ven, nos vemos, les vemos. Somos una minoría emergente
de la humanidad, a pesar de que como digo, al menos en esta realidad, no
nos conozcamos todos entre sí. La tendencia, no obstante, es el
aumento continuo de los encuentros físicos, encuentros que tienen
un gran poder, están produciéndose hace años, e irán
a más, en su frecuencia y en su profundidad.
De todas formas, aunque nada más encontrarnos tengamos
la intensa sensación del reconocimiento, y nos alegremos, y riamos
juntos, ni siquiera es importante el encuentro físico, sino vivir
y crecer con la conciencia de la existencia de otros guerreros y otras
guerreras -o como cada cual prefiera llamarlos- cuyo intento es el mismo,
y cuyo modo de aprendizaje, retos, anhelos y dificultades son similares.
Un reto que tenemos ante nosotros y nosotras es eliminar la gran
desconexión existente, incluso el aislamiento y el desconocimiento,
entre las personas que estamos compartiendo un mismo intento.
La inexistencia de un nombre para nuestra comunidad y la ausencia
de una estructura es un hecho que no debe desalentarnos, sino antes al
contrario, mostrarnos que somos en algo diferente a los antiguos grupos
seguidores de supuestos maestros, cuya tarea es necesario afirmar que ya
ha concluido. Cada vez más personas comprueban en sus propias vidas,
y gracias a su experiencia, cómo su permanencia en la actualidad
es más un obstáculo que una ayuda en la busca de la libertad.
Los tiempos que vivimos nos exigen que seamos nuestros propios
chamanes y chamanas, unidos más que por formar parte de una misma
tradición, por compartir y mantener un nuevo intento para el ser
humano.
Estamos acercándonos a poder expresar en nuestras vidas
nuestra verdadera naturaleza. Cada día más, más seres
humanos nos negamos a someternos a la dictadura de la percepción,
porque hemos experimentado -más que leído o escuchado- que
somos seres multidimensionales, y nos negamos a vivir anestesiados y limitados
en la única realidad que nos habían dicho existía,
y para la que únicamente habíamos sido entrenados.
Cada vez a más a más seres humanos nos entusiasma
la exploración y no la evasión, el descubrimiento y no la
ignorancia, la novedad y no el hábito, la expansión de nuestra
conciencia y no la robotización de nuestras vidas, el amor real
y no la esclavitud disfrada de ternura.
En otros palabras: cada vez más seres humanos anhelan
la libertad y no la falsa seguridad.
Con la conciencia de no realizar un viaje individual, exploramos
y vivimos otras dimensiones de nuestro ser, aunque también vivamos
y suframos y disfrutemos la realidad ordinaria todavía la mayor
parte de nuestro tiempo.
Tal y como descubrí en el México de los naguales,
somos Quetzalcoatls, serpientes emplumadas, conscientes de nuestra naturaleza
animal y maravillosa, en un apasionante estado de transición, en
el ramal final que nos obliga a elegir entre continuar siendo mujeres y
hombres serpiente, o llegar a ser hombres y mujeres águila, antes
de llegar a ser capaces de partir.
Quién sabe para quiénes de nosotras llegará,
algún día, el momento de emprender el vuelo de la libertad.
Intuyo que todo aquél o aquélla que mantenga impecablemente
la decisión y la determinación de este intento.
El camino del conocimiento exige hoy romper con los viejos hábitos.
Por duro que resulte escucharlo a algunas personas, vuelvo a afirmar que
el tiempo de los maestros, tal y como lo conocimos, ha terminado.
Hoy quien quiera saber ha de tomar las riendas de su vida y aceptar
la responsabilidad de ser su propio maestro o su propia maestra; aprendiendo
y creciendo con los seres de ésta y de otra realidad; evolucionando
individualmente junto con el resto de los demás seres humanos, de
los demás seres vivos, dentro de la naturaleza, de Gaia y del universo.
No necesitamos intermediarios para aprender y tener una experiencia
directa de la realidad. No necesitamos maestros, naguales, gurús
o chamanes a quienes seguir y someternos, aunque podamos aprender de ellos,
como de todas nosotras y nosotros, manteniendo siempre nuestra libertad.
No necesitamos someternos a personas, tradiciones o sistemas
de creencias que actúan como verdaderos alucinógenos -según
el diccionario un alucinógeno es algo que nos ofusca, seduce o engaña,
haciendo que se tome una cosa por otra-. Maestros pueden ser cualquier
persona, los enteógenos, y también situaciones que sirven
para provocar nuestro despertar, nuestro cambio interno y nuestra evolución.
Evolucionar no es alucinar. Vivir de una manera inconsciente y
limitada es vivir alucinado. Creer que la realidad es sólo una parte
de la realidad, la más palpable, es alucinar. La alucinación
es una clase de ceguera, negarse a ver qué es realmente la existencia.
Mientras vivamos alucinados, mientras exista en nuestras vidas
algún lugar para el espejismo y la alucinación, mientras
no despertemos totalmente, necesitaremos desalucinadores, siendo plenamente
conscientes de lo que son, sin crear nuevas dependencias, manteniendo la
soberanía sobre nuestra propia conciencia.
Hoy en día si necesitamos algo es libre acceso a enteógenos y a otros medios de experimentar en nuestras mentes y en nuestras entrañas la realidad última, como hacemos al conocer los estados más elevados de la conciencia humana. No necesitamos experiencias de segunda mano, que nadie nos cuente qué es el gran misterio, sino vincularnos a él y ser capaces de experimentar su existencia.
Necesitamos ir más allá de la conciencia mutilada y castrada, considerada normal en nuestra sociedad. Necesitamos más experiencias trascendentes, y experiencias más profundas. Necesitamos internarnos en lo desconocido, con prudencia pero sin miedo. Necesitamos explorar otras dimensiones de nuestra conciencia y de la realidad. Necesitamos alcanzar las estrellas y el infinito, partiendo de la tierra en que nacimos.
No pretendo haber encontrado respuestas a todas las preguntas.
Antes al contrario, aseguro haber encontrado un medio por el que cada cual
puede hallar sus propias respuestas, y este libro es una pequeña
muestra de ello.
Afirmo también que cada uno, cada una, poseemos algunas piezas
del rompecabezas, y una de nuestras posibilidades es ponerlas encima de
la mesa, con la esperanza de, entre todos y todas, ver ya algo del cuadro
general que tenemos ante nosotras en la actualidad. Compartir con total
sinceridad los resultados de nuestras búsquedas resulta cada vez
más imprescindible.
Nuestra transformación como individuos es de nuestra entera
responsabilidad. Hay un ámbito donde nuestra soberanía es
plena.Al mismo tiempo, resulta fundamental mantener la conciencia de que
nuestro cambio interno forma parte de una transformación colectiva
en la que una parte importante de la humanidad está inmersa.
Nuestras dificultades son reales, pero también lo es nuestro
intento. Y nuestro intento no es otro que transcender nuestros límites:
límites impuestos por nosotros mismos, por las viejas estructuras
de la sociedad en la que vivimos, por nuestra cultura y por nuestra actual
naturaleza humana. Nuestro intento no es otro que transcender el ego y
nuestros apegos, y cuando llegue el momento, ser capaces de transcender
nuestros cuerpos para llegar a ser pura conciencia, energía plenamente
consciente.
Nuestro intento no es otro, pues, que la libertad total.
Este intento requiere descubrir las respuestas a las tres grandes preguntas que desde sus inicios han interrogado al ser humano: De dónde venimos, quiénes somos, y a dónde vamos. Tres preguntas frecuentemente formuladas sin sentido, pero que son sin la más mínima duda, tres preguntas de poder que esconden en sus respuestas la fuerza, la energía y la sabiduría que hoy necesitamos.
Los enteógenos nos ayudan a explorar, pero no niego que hay otros
medios de ir descubriendo, como animales curiosos que somos, respuestas
a esas preguntas de poder, sobre todo, para llegar a vislumbrar hacia dónde
nos dirigimos.
Intuyo, y es sólo una intuición, que hacia algún
punto donde en algún momento nos encontraremos todas, aunque sea
en el último peldaño.
Si algo he aprendido de las plantas maestras y de los auténticos
chamanes y chamanas que he encontrado en mis viajes, es que el ser humano
posee ya capacidades de las que la mayoría de los mortales o inmortales
carecemos.
Sanación, telepatía, clarividencia, clariaudiencia,
adivinación, salidas del cuerpo y del tiempo lineal, contactos con
otros seres, son algunas de estas posibilidades por desarrollar por la
mayoría de nosotros. Por no hablar de la posibilidad de transcender
la muerte tal y como es concebida en nuestra cultura.
Afirmo, basado en mi propia experiencia y en la de personas que
lo han investigado seriamente, que nuestro cerebro y nuestra actual naturaleza
incluye ya estas capacidades, y muchas más, por ahora sólo
en estado latente para la mayoría de nosotros y nosotras.
Activarlas, despertarlas, es uno de los efectos de los enteógenos
y una de las expresiones futuras del proyecto evolutivo inscrito en esos
fragmentos del ADN que el proyecto Genoma está todavía intentando
descifrar.
El ser humano del futuro será capaz de transitar el recorrido
que va desde el interior de nuestras células a una dimensión
donde sencillamente se encontrará con el infinito.
Hay algo más que caracteriza a los tiempos que estamos
viviendo hoy en día: es la supremacía de la novedad frente
al hábito, aún cuando éste continúe todavía
siendo tan poderoso y difícil de desterrar de nuestras vidas y de
nuestra sociedad.
Hoy nos rodean nuevas apariciones, avances sutiles o evidentes de todo
tipo, que sólo los más jóvenes pueden llegar a aprehender
en toda su complejidad. Los cambios afectan a todos los ámbitos
de lo social, y a los nuevos guerreros y guerreras nos exigen actuar en
libertad, abiertos a los nuevos descubrimientos, con nuestras mentes preparadas
para fluir con la vida y con la energía del universo.
Una de esas novedades es el aumento de la cantidad de seres humanos
que cruzamos el umbral de separación entre dimensiones y universos
que coexisten realmente, aunque ahora apenas lo intuyamos o lo vislumbremos.
Y otra novedad es una mayor calidad de esas entradas en lo desconocido.
Estamos alcanzando cada vez con más frecuencia dimensiones
que no sólo pertenecen al espacio interior o a otras partes del
universo exterior, sino que tenemos la posibilidad de explorar mundos fuera
del tiempo lineal, dimensiones fuera del espacio-tiempo, fuera del universo
conocido de "altura, anchura, profundidad y tiempo".
Hasta ahora básicamente se habían explorado otros
planos de la realidad, que aun fuera del mundo material, todavía
pertenecían a universos dentro del espacio-tiempo.
Algunos de los miembros de la especie humana -si es que algunos
seres excepcionales no lo han logrado ya- se encuentran cada vez más
cerca de la posibilidad real de romper con el tiempo lineal, más
gracias a la expansión de la conciencia humana que a avances técnicos.
La puerta de entrada, o de salida, no es ninguna máquina
ni agujero negro del espacio exterior, sino nuestro espacio interior, alguna
dimensión desconocida de nuestra conciencia. Las consecuencias de
cruzar esa puerta entran dentro del campo de lo literalmente inconcebible,
y la generalización de esta experiencia sencillamente transformaría
de una manera radical el mundo tal y como ahora lo conocemos.
Por decirlo de otra manera, y haciendo breve una larga historia:
si hasta ahora se añadían más dimensiones espaciales
a la realidad habitual, ahora estamos siquiera entreviendo el momento en
que seremos, o serán nuestros continuadores, capaces de añadir
de una manera cotidiana dimensiones temporales, algo que incrementaría
la riqueza y variedad de la vida y de la experiencia de ser de tal modo,
que hoy por hoy nadie puede ni siquiera imaginar.
Y sólo será un paso intermedio, un alto en el camino.
Desconozco la incidencia del cruce de ese umbral decisivo en
la humanidad como un todo, en la Tierra como un todo; desconozco si habrá
seres humanos que lo cruzarán "definitivamente" en los próximos
años, si hubo quienes ya lo cruzaron y "regresan" a nuestro aquí-ahora;
desconozco todo nuestro potencial, un potencial que tratamos de conocer
y experimentar en todas sus consecuencias.
El infinito es hasta ahora una simple palabra que nadie sabe qué
significa realmente. Para el ser humano del futuro, aunque no sepamos de
qué futuro ni su proximidad, formará parte de su realidad
y de su experiencia vital. Nosotros y nosotras sólo podemos llevar
el testigo el tiempo que nos corresponda, en la larga marcha que nos -o
les- habrá llevado hasta allí, desde que hace unos 50.000
años hubo seres tan similares a nosotros que ya podríamos
considerar humanos.
Las palabras son totalmente insuficientes para ni siquiera concebir
cuál puede ser el siguiente paso evolutivo de nuestra especie, quizás
el que signifique dejar de ser Homo sapiens, para pasar a ser ¿qué?.
Habría que volver a hablar del Gran Misterio, y callar
después.
Todos estos descubrimientos son descritos minuciosamente a lo largo del libro. Son conclusiones transitorias basadas en mi experiencia o en la de personas que conocí.
Esta vez no me he visto obligado a ocultar excesivos datos o experiencias,
con la excepción de algunas cuya descripción causaría
un rechazo general entre personas que se consideran de mente abierta, pero
que permanecen limitadas por tabúes de distinta clase, aunque sean
capaces de leer y disfrutar libros como éste.
El paso del tiempo y la generalización de esta clase de
experiencias harán posible la publicidad de hechos que entonces
dejarán de parecer simples delirios a las personas dominadas y limitadas
por prejuicios de origen cultural y sistemas de creencias aceptados sin
más, a pesar de su evidente capacidad mutiladora de las posibilidades
que las vida nos ofrece a cualquier ser humano, y de las nefastas consecuencias
para la supervivencia del planeta.
También me he visto obligado a ocultar la identidad de algunas personas. Dada la especial situación legal y política, tanto de México como de Estados Unidos, garantizar la seguridad de algunas de las personas que aparecen en este libro, me ha forzado a transformar algunas situaciones para hacerlas totalmente irreconocibles. Estas modificaciones en modo alguno afectan a la veracidad de los hechos descritos, ni aún menos a la de su esencia real.
Otras modificaciones afectan a los nombres y alguna situación relacionada con las personas más próximas a mí.
Por un lado, me ha parecido fundamental no ocultar algunos aspectos
de mi vida, incluidas las dudas, incertidumbres y dificultades que encontré
durante el viaje, porque el concepto de personal y privado es algo que
también está siendo modificado de una manera decisiva últimamente.
Los tiempos que estamos viviendo nos llevan a compartir y reflexionar
sobre todos los aspectos de nuestra existencia, entendiendo que somos parte
de un todo, aprendiendo de la experiencia del otro o de la otra.
Especialmente las personas que buscan más decididamente
sabrán reconocer los problemas y dificultades a los que me estoy
refiriendo, y que aparecen abiertamente reflejados en esta crónica
de un viaje, que quedaría sólo parcialmente reflejado aquí
si las obviase.
Por otro lado he querido respetar lo más posible la intimidad de las personas profundamente relacionadas conmigo, y a las que aludo en el texto por no mutilar decisivamente el relato de mi experiencia como hombre enfrentado a los mismos retos y desafíos que las personas que me acompañan y a quienes acompaño, en este apasionante, aunque a veces duro, viaje por y hacia la libertad.
Mantener este equilibrio no ha sido fácil, pero tampoco ha afectado a la veracidad final de los hechos narrados.
He incluido de nuevo el modo de entrar en contacto conmigo, pero me gustaría dejar claro que, como ya decía antes, no pretendo tener todas las respuestas. La inmensa mayoría de personas que leyeron En busca de las plantas sagradas y contactaron conmigo lo entendieron perfectamente, y espero que en esta ocasión ocurra de nuevo.
He utilizado únicamente los nombres reales de las personas que han querido aparecer así. Si otras personas han preferido mantenerse el anonimato, no desvelaré sus nombres ni cómo entrar en contacto con ellas de ningún modo.
Me parece oportuno reproducir aquí de nuevo las palabras de Terence
McKenna en El manjar de los dioses, válidas también
para los hongos psilocíbicos o cualquier otro enteógeno,
excepto en lo que se refiere a la duración de sus efectos:
Naturalmente no espero que mis palabras se tomen como un valor
nominal. Sin embargo, estas conclusiones están basadas en una experiencia
que todos pueden tener si se toman el tiempo de investigar la DMT. La experiencia
en sí misma dura menos de quince minutos. No espero críticas
de gente que no se haya tomado la molestia de llevar a cabo este simple
y definitivo experimento. Después de todo, ¿con qué
seriedad pueden abordar el problema los críticos si son incapaces
de invertir unos pocos minutos de su tiempo para experimentar el fenómeno
personalmente?
Espero que estas frases hagan reflexionar a quienes se vean tentados a negar sin más las experiencias o conclusiones contenidas en lo que han leído o van a leer a continuación.
Rober Anton Wilson advirtió en Cosmic Trigger II
contra los autocalificados escépticos que aceptan sin más
los dogmas del sistema de creencias reinante, siendo cínicos únicamente
ante ideas que son nuevas, originales o heréticas.
RAW rescató de la filosofía griega la palabra zetético,
que sería aquél que es escéptico ante todos
los dogmas, e intentó resumir en dos imperativos la lección
de su libro:
Me gustaría dirigirme, con una profunda gratitud y solidaridad, y para finalizar este prólogo, a las mujeres y hombres que entenderán sin necesidad de mayores explicaciones de qué estoy hablando:
El contenido de El silencioso despertar del hongo está traído desde el nagual al papel que sientes ahora entre tus manos.
Tras mi vuelta a Granada, en diciembre de 1996, mi primer intento
fue escribir un libro que diese cuenta de mi viaje por tierras de América.
Sin embargo pronto comprobé que era totalmente incapaz de hacerlo.
El tiempo pasaba y los días no traían las palabras.
No obstante, tenía la sensación de que en algún
lugar algo estaba sucediendo. El tiempo me probó que, en efecto,
el libro estaba siendo escrito en una realidad distinta a la más
conocida por la mayoría de nosotros.
Transcurridos unos meses, comencé a escribir inesperadamente.
Las palabras fluían y escribía sin detenerme durante horas.
Pronto, durante la primavera de 1997, descubrí que el
libro ya estaba escrito en una dimensión desconocida de la realidad,
y que únicamente tenía que, a partir de ese momento, limitarme
a traerlo hasta aquí.
Las palabras venían en bloques compactos, por eso no
lo escribí cronológicamente. Eran escenas completas las que
escribía, tal y cual llegaban, y no siguieron un orden preciso.
Más tarde las ordené tal y cómo habían sucedido
a lo largo del viaje. Al irlo haciendo, las partes anteriores fueron reescribiéndose
misteriosamente.
Acabé la redacción de El silencioso despertar
del hongo en septiembre de 1997.
Describir cómo fue escrito este libro, tiene importancia
para la lectora o el lector de esta obra, pues ha sido probado que si durante
su lectura se entra en un estado de conciencia distinto al habitual, leyendo
este libro más en otra realidad que en la ordinaria, actuará
como auténtico libro de poder. Y como tal puede servir de puerta
de entrada al lugar donde podremos encontrarnos los lectores y lectoras,
y las mujeres y hombres de poder cuyo conocimiento aparece limitadamente
reflejado en estas páginas.
Quien desee acceder a ese conocimiento directamente, sin el
límite inevitable de las palabras, sólo tendrá que
llegar a él a través de este libro, utilizado como puerta
de acceso a otra realidad.
El poder, el espíritu, el gran misterio, nos hizo una
promesa a todos los seres humanos: nos dio la posibilidad de alcanzar la
libertad total.
Y muy lejos del mundo de todos los días, más
allá del tiempo y del espacio, donde llegan los últimos pasos
de todos los caminos con corazón, en el mismo centro del misterio,
se encuentran y se encontrarán de nuevo, las mujeres y hombres verdaderos
que decididamente abandonen, en el momento preciso y para siempre, la ilusoria
tela de araña de esta realidad.
Así seremos realmente, y así dejaremos de ser.
La otra realidad está ahí. Basta el intento decidido de acceder a ella. Si el intento es claro, y la decisión firme, cada cual hallará su propio modo de penetrar en lo desconocido.