Un dios posible
Por Hugo Basile

Y el mundo se manifiesta.
Se expresa de la forma en la que
puede hacerlo: generando su propio espejo para poder verse reflejado en algún momento,  y saber quien es.
La entrada en lo sagrado nos permitió ver que vivimos en un mundo en el cual la velocidad y por ende la contracción del tiempo(1), nos están llevando al cierre de un ciclo...uno mas...de tantos habidos y por haber.
“ Lo que estaba alejado se acerca y el pasado se convierte en presente. El desarrollo ya no es la serie de etapas a través de las cuales una sociedad sale del subdesarrollo, y la modernidad ya no sucede a la tradición; todo se mezcla; el espacio y el tiempo se comprimen. En vastos sectores del mundo se debilitan los controles sociales y culturales establecidos por los estados, las iglesias, las familias o las escuelas, y la frontera entre lo normal y lo patológico, lo permitido y lo prohibido pierden su nitidez.” (2)
Las sociedades a nivel mundial, que parecen unirse en una globalización fraterna, en verdad se están fragmentando en una forma desenfrenada.
Los psicoanalistas dicen que la neurosis es la enfermedad común del hombre moderno, una patología generada por la cultura y al mismo tiempo, generadora de la cultura.
La sociedad posmoderna está reemplazando a la vieja y conocida neurosis como patología común por la esquizofrenia, como producto de una sociedad que nos exige superar nuestros límites y al mismo tiempo no superarlos, que nos empuja violentamente a cambiar nuestra manera de ver el mundo sin darnos tiempo a que nuestro reloj interno termine de comprender el anterior.
Sin embargo, basta con irnos unos cientos de kilómetros hacia el interior de nuestros respectivos países para darnos cuenta de que en realidad el mundo sigue pasiblemente quieto, como hace miles de años, cuando el hombre todavía no existía.
Basta con subir a un avión y desde las alturas tratar de percibir al ser humano para darnos cuenta de que éste no se percibe, no se ve, no está...y sin embargo.
Nuestra conciencia anclada en esta forma de ver el mundo nos empuja, irreversiblemente, hacia un cierre, hacia un fin.
¿Hablamos del fin del mundo?, ¿hablamos de un nuevo reino?, ¿hablamos del bien y del mal?...quizás, pero no como lo hemos pensado hasta ahora, no como nuestra mente infantil intenta comprender la supuesta realidad de las cosas....

La imbecilidad de Dios,
la sabiduría de Dios

Durante la década del ’60, los rusos declararon oficialmente la inexistencia de Dios basados en el hecho de que los astronautas enviados en las misiones espaciales no lo habían visto, ni habían visto ángeles, por lo tanto, Dios no existía.
No fue muy distinta la resolución de nuestra ciencia, que combate permanentemente a la existencia de Dios al no poder demostrar su existencia en forma medible. Afirmación que va en contra de la ciencia misma, que no puede asegurar lo que no esta probado.

Las religiones ortodoxas no se han alejado mucho tampoco de estas afirmaciones. Y obviamente no lo niegan, porque necesitan mantener una estructura que los viene alimentando desde hace dos mil años, pero tampoco arriesgan demasiado al hablar de Dios, pues en su mayoría carecen de experiencia espiritual y como diría Joseph Campbell, son simples funcionarios que nos hablan de lo que no creen.

Cuando cualquiera de estos grupos habla de Dios, lo hace pensando en aquel Dios mal leído del antiguo testamento, hablando del Dios de barba y larga túnica que dirige en forma arbitraria los destinos de los hombres.
El dios que la ciencia y hasta la religión niegan, el dios que muestra su imbecilidad a cada paso, es el dios de los que no quieren comprender a Dios. El dios de los que pisan a Dios.

Entonces ¿ qué o quién es Dios?.... no sé, mi mente humana no alcanza a comprender el misterio, sin embargo, como parte de la creación y por ende, parte de Dios, intento percibir, intuir, comprender algún vestigio de su existencia.
No olvidemos que somos parte de la experiencia de la creación, de que somos parte de la conciencia de la fuerza a la que llamamos Dios
Que somos parte de la experiencia universal llamada Dios , y que por esto, en algun lugar de nosotros, pero hacia adentro, esta la respuesta, aunque esta respuesta no sea la que esperamos.

¿Es Dios una fuerza inteligente?, ¿formamos parte de esa fuerza?, ¿esa fuerza tiene leyes que la rijan o simplemente actúa en forma caprichosa?, ¿podemos comprender esas leyes? ¿Podemos respetar esas leyes?, ¿son esas leyes mandamientos o son expresión del funcionamiento de las cosas?, ¿le interesa a Dios lo que hago con mi mente, con mi cuerpo, con  mi espíritu, con mi sexo?.

¿Tiene Dios conciencia de mi existencia?, ¿Puede esa fuerza tener conciencia de la existencia de alguno de nosotros?
(¿Tengo permanente conciencia de las células que componen mi cuerpo, de los átomos que componen esas células? Sin embargo ellas no pueden negar que soy, y que estoy y que soy una fuerza medianamente inteligente, y que el devenir de mi vida puede destruirlas, aunque al fin y al cabo su ciclo terminara, a pesar de mi voluntad y no desapareceran, pero pasaran a ser otra cosa)

Hacerme estas preguntas, en mi forma de pensamiento dual también me lleva a preguntarme sobre la existencia del diablo, sobre sus intereses, sobre su papel, sobre la función del mal en el mundo y sobre la verdadera existencia del mal.
Desde la primera entrega de Los artículos de la Serpiente tratamos de develar cual es la función del mal en el  mundo, y también de la función del bien en el mundo, y si me acompañaron  en mi razonamiento (muy mala herramienta para comprender a dos fuerzas irracionales), habrán visto que arribamos a conclusiones medianamente interesantes sobre el tema, refiriéndonos a fuerzas activas y pasivas que en realidad dan movimiento al universo, lo hacen más soportable, hasta se diría que más humano.
Sin embargo, es la propia humanidad la que, a la inversa, le da sentido al mal, como también al bien, y al darle sentido comienza a jugar una dualidad en la que al tomar partido por uno, se deposita lo malo en el otro.
Habremos visto también lo que un sistema de creencias puede hacer cuando opta por el mal o por el bien: pueden crear a la ciencia y a la religión, que no dejan de ser respetables en tanto son avances, un tanto degenerados, de la necesidad del hombre de comprender su existencia, de avanzar hacia su porqué.

Las ciencias humanistas, por su parte, basaron todo su desarrollo en la realidad, una realidad que los destroza y los golpea en forma permanente, una realidad que no permite otros supuestos que los de los hechos de los hombres, de los pensamientos de los hombres, y de la escasa comprensión de los hombres. De una realidad sobre la que no hay forma de demostrar que sea tal.  Ni
 

siquiera podemos hablar de realidad, pues debe nombrarse como ésta realidad, a la cual nosotros creamos y sostenemos a diario, aferrados a un contexto histórico absurdo, a un convenio predeterminado moldeado por algunos hombres, protagonizado por otros tantos y del cual somos simples espectadores.

Hacia la formación de los
arquetipos

Quizás estemos viviendo la era de Abraxas,dios y demonio al mismo tiempo
 

Sin embargo el acontecimiento de estas conductas humanas siempre estuvo contemplado por aquellos que gestan la historia, esas sociedades* que han trazado nuestros caminos colectivos (todavía no los individuales), y que saben perfectamente sobre el devenir de nuestra raza humana, y actúan en consecuencia, generando (o degenerando, sacándolo de genero) los acontecimientos.

Quizás nos parezca una fantasía hablar de sociedades que pueden controlar los destinos de los hombres, pero aun en niveles muy encumbrados de nuestra sociedad, el hacer de los hombres socialmente adaptados forma parte de un engranaje mucho más complejo que solamente les permite mover algún aspecto, muy pequeño del engranaje mundial, sin ser protagonistas en absolutos, porque mueven el engranaje de otros.

Incluso en épocas de grandes movimientos sociales, en las que creemos que estamos transformando algo, o que podemos transformar algo, estamos en realidad viviendo una ilusión que termina por desvanecerse ante los hechos: siempre nuestros sueños, en manos de otros, se hacen agua.

Es interesante pensar que nuestra racionalidad nos lleva a pensar que una sociedad que maneja los hilos del mundo es una fantasía, sin embargo es precisamente este pensamiento su mejor defensa. Cuando lo absurdo se transforma en realidad.

Vivimos en un estado de derecho. ¿Vivimos en un estado de derecho?

Es difícil decirlo cuando la corrupción desenfrenada, el asesinato y la estupidización – uniformización masiva son las herramientas diarias de ese estado; sin embargo queremos creer que es un estado de derecho aunque sepamos en lo profundo que hablamos del derecho de ellos y no del nuestro. Un estado mafioso. Entonces se subvierten los valores de aquello que creemos correcto y aquí tenemos la ilusión de un gobierno democrático que precisamente obra como mafia.
Y confundimos. Muchos dirán que el hecho de que yo pueda decir esto sin temor a morir por ello es producto de la democracia, sin embargo es producto de que pocos escucharan ésto, y ésto no modificará nada, por tanto puedo decirlo sin temor.

La globalización, como decíamos al comienzo de la nota, está fragmentando a las relaciones entre los hombres, esta destruyendo los hilos de la trama social que nos ayudan a conectarnos. Empujan a los hombres hasta el límite la  supervivencia, de la inseguridad, límite que una vez alcanzado solo nos permite la desconfianza y la preocupación sobre nosotros mismos, comenzamos así a formar compartimentos, guetos que no se comunican entre si. Comienzan a romperse los lazos solidarios en aquellos que son mas castigados, y que a la vez son más débiles. Comienza a desarrollarse la sociedad esquizofrénica
Los mas débiles no son los mas pobres, la mayor de las veces son los mas jóvenes, que embarcados en la filosofía del marketing y del individualismo a ultranza (al que ellos llaman exclusividad), se van forjando como futuros líderes sin bases y sin creencias. Sin principios, o con principios efímeros y vacíos de substancia.
El desarrollo del individualismo se acelera y crece forjando así, en una sociedad débil a la separatividad en su máxima expresión.
Quienes logran mantener su estructura solidaria, o el concepto de unidad, son quienes mayores posibilidades de supervivencia conservan, pero al mismo tiempo, son los más atacados.
Vamos a aclarar también que al referirme a los jóvenes no me refiero solamente a los jóvenes de edad, sino principalmente a los jóvenes de espíritu.
Podemos hablar de madurez y adolescencia espiritual, que parece ser lo que permite algunas acciones, desde las más superficiales, hasta las mas profundas.
Los colectivos humanos que tienden hacia la unidad parecerían ser los más experimentados, incluso, si se quiere, los más conservadores, pero no de las tradiciones o los sistemas políticos, sino de todo aquellos que a la larga va a mantener con vida a la humanidad, aquello que tiende a la no destrucción de la raza humana o del lugar en el que habita.
Los colectivos humanos que tienden a la separatividad, generalmente también tienden a la destrucción, apoyados en un cambio ilusorio, terminan destruyendo no solamente las bases sociales, sino que además poco les importa la conservación de los humanos como raza y mucho menos, el lugar en el que habitan. Son pinches pendejos, como diría Juan Matus.

Los arquetipos

Es así como lentamente comienzan a generarse las fuerzas arquetípicas, dentro del devenir de los acontecimientos que la propia humanidad va generando.
Hablamos de unidad y de separatividad, dos fuerzas absolutamente necesarias para la evolución del hombre, o más que para la evolución del hombre, para no ser antropocentristas, para la evolución del universo todo.
Y tomemos este concepto, porque muchas veces, cuando hablamos del devenir de la humanidad pareciera que habláramos de un universo que depende de las conductas del hombre, siendo que en realidad, las fuerzas que nos rigen no son específicas del hombre, sino de todo el universo.
La diferencia radica en que el hombre puede seleccionar la primacía de una de esas dos fuerzas sobre sus conductas, y contribuir de esta manera a una de las dos.
Cuando el hombre suscribe con sus actos a una de las dos, genera la manifestación de las fuerzas a las cuales suscribe, porque la manifestación es la fuerza final de una serie de procesos que comienzan en el espíritu, es decir, en su propio pasado.
Cabría preguntarse sobre la relación entre el tiempo y el espíritu, y podría asegurar que están íntimamente ligadas a nuestras capacidades perceptuales.
El presente es la manifestación de fuerzas causales generadas en nuestro pasado, y que incidirán directamente en nuestro futuro.
Cuando un hombre toma una decisión o plasma una conducta, está generando una causa que tendrá una y solo una consecuencia directa a no ser que medie una fuerza de cambio externa o interna.
Cuando lanzamos una piedra la trayectoria y destino de la piedra están predeterminados por la fuerza, el impulso y la dirección dadas, a no ser que medie, en este caso, una fuerza externa que modifique su trayectoria, y hablamos aquí de fuerza extrena porque las piedras no tienen capacidad de decisión.
Por tanto, cada acto del hombre ya tiene su expresión en el futuro.
Nuestra capacidad perceptual está limitada al presente, lo que no significa que lo acontecido en el pasado, o la consecuencia futura no sigan existiendo en algún lugar del universo al que no podemos acceder por nuestra limitación perceptual.
De la misma forma, nuestro origen espiritual está plasmado en nuestro propio pasado perceptual. La respuesta a nuestras preguntas están en nosotros por lógica, y no por arbitrariedad.
Nuestras conductas actuales ya han generado un futuro que todavía no se ha manifestado, y cuando se manifieste dará lugar a esas dos fuerzas arquetípicas que la religión o la mitología nombran como el Cristo y el Anticristo.
Estos dos nombres son en realidad la manifestación de las fuerzas a las que nos hemos referido: la unidad y la separatividad.
Podemos hablar de que estas fuerzas se manifiestan en principio en colectivos humanos que optan por una de las dos(3), y que en consecuencia tendrán un líder que represente a cada una de ellas.
Sin embargo este líder será alguien con plena conciencia de las fuerzas que están en juego y de los destinos que estas fuerzas tienen marcados hacia el cierre del ciclo universal actual.
Este ciclo universal responde a los movimientos de expansión y contracción que el universo material realiza a lo largo de millones de años. Con ésto digo que este ciclo es inevitable porque forma parte de la naturaleza del universo.
Somos parte de ese universo y no estamos, por tanto, excentos de  él. Sería precisamente una locura antropocentrista pensar que el hombre está al margen del funcionamiento de la creación.

Los niveles del hombre

Cuando hablamos de sociedades, hablamos de escalas humanas de conocimiento restringido, esto puede explicarse de la siguiente forma.
Dentro de las distintas sociedades conformadas por el hombre, podemos remitirnos a diferentes escalas medianamente jerárquicas que están relacionadas a las fuerzas que mueven precisamente a estas sociedades. Los factores económicos, políticos y de conocimiento (digamos científicos), son los que protagonizan y deciden los ciclos históricos que la gran mayoría acata inconcientemente. Los factores actuales de poder, por ejemplo en nuestro país, ya han decidido el futuro del nuestro para los próximos años. Al mismo tiempo, otros factores internacionales fueron los que promovieron, precisamente, esos movimientos políticos y sociales en nuestro país, en función de sus propios intereses.
Sin embargo es lógico que detrás de todo poder haya un poder mayor.
Sabemos que en el campo de la economía y la política nada se deja al azar, de hecho los movimientos sociales son, digamos, totalmente pronosticables.
Podemos hacer una abstracción y pensar que en realidad estos factores de poder visibles responden a factores de poder de los cuales no tenemos conocimiento.
Hay sociedades que ya han decidido nuestro futuro. Factores de poder que responden a fuerzas directamente ligadas a pequeños grupos capaces de decidir desde sus escritorios los destinos de las masas humanas.
Las fuerzas de separatividad y de unidad son manejadas desde grupos que son plenamente concientes de las funciones que estas fuerzas representan.
No hablamos de aliados de dios o del diablo, sino de hombres que conocen las leyes de la naturaleza y se ciñen a ellas, que conocen  las fuerzas evolutivas e involutivas y que las ponen en funcionamiento.
 

Un Dios posible

Y aquí volvemos al planteo inicial de esta nota.
El Dios que supera a las religiones, a las ciencias y a sus creencias, es un Dios lógico, que opera como fuerzas universales de acción y reacción, que no tiene conciencia de nosotros porque nosotros somos su conciencia; que nos es bueno o malo sino que es bueno y malo al mismo tiempo, porque las fuerzas que ponen en movimiento a la materia y al espíritu son contrarias, son opuestas y duales, y por tanto siempre están pujando una sobre otra,
Este es el dios que está en todos nosotros, y en cada parte de la naturaleza, como si fuese el propio ADN, base de la vida en el universo, que tiene una inteligencia propia, que nos crea, nos sostiene y nos diferencia al mismo tiempo.
Lo que no llegamos a comprender es cuál es la diferencia entre optar por una de las dos fuerzas, o cual de las fuerzas es la más viable siendo que las dos forman parte de lo mismo.
Quizás lo lógico sea que optar por las fuerzas primarias de unidad, sea más natural que optar por las secundarias de la separatividad, que en algún momento volverán a iniciar todo nuevamente.
Si las ciencias y las religiones dejaran de buscar a un dios infantil al que jamás encontrarán, y se abocaran a tratar de descubrir a  Dios tal cual es, a través de sus manifestaciones, podrían, en algún momento ayudarnos a comprender la verdadera esencia de las cosas.
Quizás podrían comenzar a parar la rueda de los ciclos y ayudarnos a llegar a una mayor comprensión de nosotros mismos, pero no desde el depósito del conocimiento, porque estaríamos en la misma situación, sino desde la guía que nos conduzca a ese conocimiento.
Sin embargo, quizás sea necesario que el futuro, tal cual lo estamos construyendo, se manifieste para que, por medio de la experiencia, esta humanidad comprenda de una vez por todas que somos esencialmente el producto de aquello que generamos, y que las leyes que este universo contempla en su funcionamiento son simples, tan simples que la misma humanidad, en su complejidad, no nos permite contemplar.
Quizás este sea el único camino para entender la naturaleza del hombre, pero por sobre todo, a la naturaleza de Dios

Hugo Basile

*Al referirme a Sociedades en cursiva me refiero a  Sociedades Secretas

Bibliografía

(1) - ¿ Podremos vivir juntos? - Alain Touraine- Fondo de Cultura Económica
(2) - Mircea Eliade - René Guénon - varios
(3) - Félix Gracia -varios