...La primera trata sobre la progresiva restricción que ha ido cubriendo el uso de los enteógenos a lo largo de la historia, desde que la humanidad se organizaba en pequeñas comunidades en las que la utilización de estas plantas era conocida por todos sus integrantes, pasando luego a tener un uso muy restringido en civilizaciones como la griega clásica, hasta llegar a la sociedad occidental, que después de abandonar completamente su utilización el redescubrimiento ha supuesto un veto total incluso para su investigación.
...La segunda parte rescata la interpretación cíclica del Tiempo que tienen las sociedades no-occidentales para así intentar esbozar una hipótesis acerca del papel que juega el redescubrimiento de estas sustancias enteógenas en el núcleo de una civilización racionalista como la occidental.
... Empezaremos manejando dos conceptos básicos: el de cultura y el de civilización.
... Entiendo por cultura toda forma de percibir, interpretar y reaccionar frente al entorno que nos rodea. Ésta queda expresada en toda mitología, y podemos aproximarnos a la forma que tiene un pueblo de entender la muerte, la vida, y los hechos más sobresalientes que en ella acontecen a través de sus mitos. No tiene la misma percepción de la vida un cristiano, cuya psicología se orienta hacia la figura de Jesucristo, que el integrante de una sociedad científica, en la que el dominio de los recursos naturales constituye el centro en torno al cual gira su pensamiento. Saltos de discontinuidad más grandes encontramos si nos trasladamos la selva amazónica, donde hallamos pequeñas comunidades arcaicas para las que toda la naturaleza está impregnada de espíritu, jugando un papel fundamental en sus vidas la relación que mantienen con las representaciones arquetípicas de plantas, animales y fenómenos naturales.
... Entiendo por civilización la reunión de todo un grupo de personas bajo un mismo paradigma, bajo una misma cultura. Un grupo humano no es tan solo una delimitación física en la que varios individuos llevan a cabo su vida; es un sistema de vida en común, una forma de relacionarse, una economía, un proyecto y, en último término, un sentimiento compartido de participación en la existencia.
... La coexistencia de diferentes sistemas culturales dentro de un mismo grupo humano ha creado fricciones que hacen incompatible este solapamiento. No tienen un mismo funcionamiento una civilización matriarcal que una patriarcal; la poligamia es opuesta a la monogamia; una economía agrícola es radicalmente distinta a la de un pueblo nómada.
... Ejemplos de la dificultad que ha representado la convivencia de diversas culturas los encontramos en el caso de la España medieval, así como en la Yugoslavia actual. En el primer caso, moros, cristianos y judíos vivieron pacíficamente aunque manteniendo sus círculos separados (sobre todo en lo referente a matrimonios) durante largo tiempo, pero esta coexistencia terminó de forma violenta con la Reconquista y la expulsión del pueblo judío de la península. En la Yugoslavia comunista se trató de unificar -o limar- las diferencias de los tres grandes sistemas culturales de los pueblos que la integraban, pero la caída del régimen totalitario desveló que el intento había sido en vano, mostrando el estallido de una situación que ha desconcertado a toda Europa. Tradicionalmente encontramos que siempre que un pueblo ha conquistado a otro, lo primero que ha hecho después de reducirlo físicamente ha sido destruir su mitología y su religión, en torno a la cual se agrupaban y se sentían fuertes sus integrantes; una vez desintegrado, este sistema simbólico era sustituído o fusionado con el del pueblo invasor.
... Aquí ya pasamos a entrar en contacto con el tema que nos reunía: los estados ampliados de la mente. Posiblemente la forma más extendida de crear y recrear las bases de una concepción de la existencia sea el acceso al mundo del Espíritu -a lo que hoy llamaríamos el inconsciente-, desde el cual el shamán, el sacerdote o el místico da nuevos parámetros para la vida de su gente, o reafirma los ya existentes. Cuando observamos sistemas totemistas y animistas, o aquellos que expresan su visión del mundo a través del lenguaje mitológico, nos es fácil imaginar que el origen de sus concepciones no se encuentra precisamente en la observación del mundo a través del ojo desnudo; ya las grandes religiones tienen sus pilares en las visiones y revelaciones experimentadas por los místicos. La creencia occidental de que estas estructuras son simplemente el fruto de una concepción infantil de la existencia, y que por lo tanto podemos invalidar o prescindir de su fuente, se rompe al comprobar que pilares tan emblemáticos para nuestra civilización como la ecuación de la energía de Einstein, o el Discurso del Método de Descartes, fueron inspirados, según sus autores, en un sueño mágico. Sirva como ejemplo la cita de Marco Aurelio que, al referirse a las sesiones de iniciación del templo de Eleusis, apunta: "Los Misterios nos dieron la vida, el alimento; enseñaron a las sociedades sus costumbres y sus leyes, y enseñaron a los hombres a vivir como tales". La relevancia de los enteógenos como una vía de acceso a la imaginería mental en torno a la que se agrupan las comunidades fué planteada por vez primera por el antropólogo Peter Furst. La experiencia a la que éstos dan acceso es básicamente de la misma naturaleza que las visiones que encontramos en la base de todos los sistemas culturales. A partir de ese momento los enteógenos quedarán ligados, como catalizadores de la simbología del espíritu, a la formación y actualización del sistema dinámico de la cultura. Así como debajo de todo árbol hay unas raíces que no son evidentes a primera vista, pero que lo sustentan, en la base de todo sistema cultural encontramos una simbología originada en los estados ampliados de la mente.
... Dada la necesidad fáctica de que una civilización funcione bajo un mismo paradigma cultural, y de que el vehículo natural para crear una nueva cultura sea el acceso a la alteridad, mi hipótesis es que el acceso a estos estados ampliados de la conciencia ha habido de ser cada vez más controlado, restringido e incluso perseguido en la medida en que las civilizaciones se han hecho más grandes geográficamente y en número de integrantes -dado el riesgo de que núcleos internos de dicha cultura crearan desviaciones del paradigma cultural dominante en ella, y por consiguiente maneras distintas de vivir la vida y fricciones entre ellos-. El crear una mitología, así como velar por su divulgación, quedaba cada vez más bajo el patrocinio de una jerarquía sacerdotal, que se apropiaba de este acceso al mundo del espíritu.
... Para seguir este proceso en la historia nos apoyaremos en hechos que encontramos tanto en la literatura histórica como entre las sociedades arcaicas que han logrado sobrevivir hasta nuestro siglo, a pesar de la creciente mundialización de la cultura occidental. Hemos dividido este intervalo de historia conocida, respecto a la ocultación de los enteógenos, en tres fases. Acompañaremos cada una de éstas con unos ejemplos, para ver que no estamos andando sobre el vacío.
... La primera fase la llamaremos de control o interpretación. La encontramos en pequeños grupos humanos, generalmente capitaneados por la figura del shamán. Este personaje está especializado en la cura mágica de las enfermedades que acechan a su gente, así como en mantener el equilibrio entre el mundo ordinario y el de los espíritus (realizando ceremonias de reconciliación con la Naturaleza, el espíritu de los animales cazados por la tribu), y también en la realización de rituales periódicos en los que todo el pueblo participa de la embriaguez mística, que tienen por función principal el reactualizar la ligazón cultural entre la tribu. En estas reducidas sociedades todos sus integrantes conocen la técnica o la sustancia embriagante, así como los efectos que ésta produce. Para lo que nos interesa, encontramos diversos hechos que nos conducen a pensar que el papel del shamán también era el de mantener en sus límites la experiencia enteógena. Según Eliade, en la experiencia mística caben innumerables tipos de fenómenos y conocimientos espirituales, y aunque la propia formación cultural ayude a encauzar el campo de visión, la novedad siempre acecha. El shamán, mediante el proceso pedagógico anterior a las experiencias, o mediante el control mental de estas, o una interpretación posterior, delimita el juego simbólico espiritual del aprendiz.
... Encontramos ejemplos de ello en México, cuando un shamán se queja amargamente a A. Artaud de que la irrupción de las leyes de los blancos ha dispersado y ha vuelto incoherente el consumo del peyote, antiguamente utilizado únicamente en los rituales colectivos anuales dirigidos por él. En un ensayo sobre la iglesia del Buiti, Giorgio Samorini nos presenta la estructura típica de un grupo pequeño que celebra un ritual religioso basado en un enteógeno: en el ritual de iniciación el candidato es conducido siempre por aquellos que ya ocupan un lugar de relevancia en el culto; la estructura del templo tiene un marcado simbolismo con la mitología del culto y en los rituales periódicos la estructura de la celebración sigue tres fases claramente definidas que se basan en la simbología sincrética de esta religión africana con la tradición cristiana. Aunque la experiencia del iniciado es abierta y sin restricciones, en todo momento éste es auspiciado por los miembros que llevan largo tiempo en el culto. Peter Furst cuenta como en los rituales celebrados entorno al Yagé, previamente a la ceremonia se cuentan los relatos referentes al origen de la comunidad: la mitología de la creación del mundo, la primera pareja, el orden social, y el del mismo yagé. El brujo, durante la sesión, se encarga de interpretar las visiones de los demás. Los ejemplos de interpretación posterior a las visiones son numerosos.
... Aquí el ritual, y ya para siempre, servirá para interpretar.
... En estas sociedades, al ser pequeñas, basta la autoridad del shamán para consensuar y canalizar este acceso a la alteridad.
... Encontramos después otras sociedades más grandes en número de integrantes. El ejemplo típico de esta fase lo encontramos en la Grecia clásica, o en la India. Pueblos que posiblemente en su época arcaica utilizaban abiertamente los enteógenos, en su época de madurez ya los habían ocultado, aunque se conservaba la validez de la experiencia mística. Y aquí entra también en juego la micofobia. La micofobia es una actitud de rechazo y de asco ante las setas. Esta actitud es injustificada desde el punto de vista de la mortandad de este tipo de alimento, y más bien parece ocasionada por la ocultación de estos elementos fúngicos por parte de la casta sacerdotal, ya que algunos de ellos contenían elementos enteógenos. Inicialmente tanto Grecia como la India eran pueblos micófilos (la fundación de Micenas en el lugar donde nació una seta; el soma de los arios; o el conocido verso griego donde se dice que las setas son el alimento de los dioses). El mismo Dionisos, que acabó por ser el dios de la embriaguez alcohólica, fué inicialmente la divinidad de la embriaguez enteógena. (Aquí