Los tiempos y los ritos
Mircea Eliade
-1949-
Los hombres tendrían la tendencia a hacerse arquetípicos
y paradigmáticos. Esta tendencia podría parecer paradójica,
en el sentido de que el hombre de las culturas tradicionales no se reconoce
como real sino en la medida en que deja de ser el mismo (para un observador
moderno) y se contenta con imitar y repetir los actos de otro.
Mucho más importante es la segunda conclusión a saber:
la abolición del tiempo por la imitación de los arquetipos
y por la repetición de los gestos paradigmáticos. Un sacrificio,
por ejemplo, no solo reproduce exactamente el sacrificio inicial rebelado
por un dios ad origen, al principio, sino que sucede en ese mismo momento
mítico primordial, en otras palabras: todo sacrificio repite el
sacrificio inicial y coincide con el. Todos los sacrificios se cumplen
en el mismo instante mítico del comienzo; por la paradoja del rito,
el tiempo profano y la duración quedan suspendidos. Y lo mismo ocurre
con todas las repeticiones, es decir, con todas las imitaciones de los
arquetipos, por esa imitación, el hombre es proyectado a la época
mítica en que los arquetipos fueron revelados por primera vez.
En la medida en que un acto (o un objeto) adquiere cierta realidad,
por la repetición de los gestos paradigmáticos, y solamente
por eso hay abolición implícita del tiempo profano, de la
duración «de la historia», y el que reproduce el hecho
se ve así transportado a la época mítica en
que sobrevino la revelación de esa acción ejemplar.
La abolición del tiempo profano (tiempo que hay entre dos
hechos sagrados. Entre ambos hechos sagrados, el tiempo profano queda abolido),
y la del hombre en el tiempo mítico, no se reproducen, naturalmente,
sino en las intenciones esenciales, es decir, aquellos en el que el
hombre es verdaderamente él mismo, en el momento de los rituales
o actos importantes (alimentación, generación, ceremonias,
caza, guerra, pesca trabajo.) El resto de su vida se pasa en el tiempo
profano y carece de significación.
En la medida en que repite el sacrificio arquetípico, el
sacrificante en plena operación ceremonial, abandona el mundo profano
de los mortales y se incorpora al mundo divino de los inmortales.
Si entonces bajara sin cierta preparación al mundo profano,
que abandonó durante el; rito, moriría de golpe; por eso
son indispensables ciertos ritos de desacralización para integrar
al sacrificante al tiempo profano.
Podría decirse que el mundo arcaico ignora las actividades
profanas: toda acción dotada de un sentido preciso -casa, cultura,
conflictos, sexualidad- participa de un modo u otro en lo sagrado. Solo
son profanas aquellas actividades que no tienen significación mítica,
es decir, que carecen de modelos ejemplares.
Una danza imita siempre un acto arquetípico o conmemora un
momento mítico, es una repetición, y por consiguiente, una
reactualización de aquel tiempo.
Una cosa que no se encuentra en el espacio, que se halla disociada de la idea de espacio, y que no esté incluida en la categoría de espacio, no se diferenciará de ninguna otra cosa por ninguna cualidad,; ocupará exactamente el mismo lugar, coincidirá con ella. Del mismo modo, todos los fenómenos que no se realicen en el tiempo, que se encuentren disociados de la idea de tiempo, que no sean tomados en una o en otra forma desde los puntos de vista del antes, el ahora y el después, coexistirán para nosotros simultáneamente, y se confundirán uno con otro, y nuestra débil mente no será capaz de distinguir un momento en la variedad infinita.