Un poeta imaginó la música prendida a las cuerdas del arpa, otro la imaginó ascendiendo de los tubos del órgano hasta confundirse con la que procede de las esferas, un tercero imaginó la "música callada", la música del silencio porque la oscuridad es ciega, pero el silencio es una mansión sonora. Como la soledad.
      La música despierta y nos despierta. Toca con su ala cada cosa: las aguas del río, las hojas de los árboles, la brisa que frecuenta el rostro de la noche. Suena entre los helechos, los rebaños, en las cabañas de los pastores. Conmueve la innumerable procesión de las mieses. Ahora es metal, madera, viento, voz humana, pájaro: levedad. En ella nos reunimos.
      La música nos recobra y recobra la vida de nuestros pueblos. Habíamos perdido la memoria, que es como haber perdido la inocencia: esta música nos conduce a nuestros lugares más dormidos. A lo mejor que teníamos.