JUERGA EN EL CIELO

Manuel Benítez Carrasco.

Cuando don Ramón Montoya

se fue, porque lo llamaron

para una fiesta en la gloria,

temblaron tristes y solas,

sin que nadie las tocara

las guitarras españolas.

Por los tablaos derramaron

lágrimas como lunares

todas las batas de cola,

y muertecitos de pena

se quedaron las gargantas,

y los cantes y las penas.

Antes de que don Ramón

llegara para la fiesta,

y no habiendo allí guitarras

porque tampoco había juergas,

Dios le dijo a San José

( a San José que es un santo

que sabe bien de maderas):

- José, hazme una guitarra,

una guitarra flamenca

con el mejor palo santo

y más celestial que tengas.

Y orgulloso del encargo San José,

San José hizó una guitarra

que pa qué...

Los santos cuando la vieron,

se quedaron pasmaítos;

más de cuatro ,perdieron hasta el sentío;

y Dios no pudo por menos

que decirle a San José

con un aire bien flamenco:

- Olé las manos que hicieron

esa guitarra de España

para más gloria del cielo.

Don Ramón tomó en sus manos

la guitarra; por la gloria

el silencio se afinaba

contra el filo de las rosas.

Templó las cuerdas; las cuerdas

sonaron con son de luna,

pero de luna española,

y don Ramón empezó

su lección mágica y honda:

Sevilla ríe en la prima,

fina, ligera y garbosa

y Córdoba en el bordón

lloraba una pena mora.

Darros y Guadalquivires

se enredaban en las notas

y todo el aire andaluz

iba en manos de Montoya,

corriendo Sierras Morenas

cruzando Tajos de Ronda.

El silencio se rompió

con un ¡ole!, que hizó historia,

y el cielo se hizo colmao

por el embrujo embrujao

de los duendes de Montoya.

San Cristobalón,

las manos como palmeras,

empezó a hacer unas palmas

que se venía el cielo a tierra

- Sordas, sordas

( le decía don Ramón)

que esto no es una tormenta,

San Cristobalón.

Y Santa Teresa ¡vaya...

vaya monja!

Qué doctora tan sencilla,

qué mística tan graciosa,

qué santa de ancha es Castilla,

qué gloria tan española,

y qué española tan guapa,

tan guapa y requetehermosa,

¡lo que se dice una monja

flamencona!

Si loca de gracia estaba

ahora se volvió más loca

oyendo como reían y gemían

los duendes de Andalucía

en las manos de Montoya.

Se recogió bien el hábito

de una punta a la cadera;

alzó los brazos al aire

llenándolos de canela

- dos jaulas eran sus manos

dando a los pájaros suelta,

y, a quiebros y a giros y

a todas las cosas buenas,

se echó a medir el tablao

de la fiesta.

Y, llevada de su genio

en una de aquellas vueltas,

dio un volantazo tan grande

con su bata de estameña,

que por poquito poquito

me lo tira de cabeza

a su San Juan de la Cruz

que, lleno de misticismo

como siempre estuvo, estaba

mirándola embobaito.

San Pedro, que siempre tiene

carita de mal humor,

desde la puerta miraba

serio a Dios, como diciendo:

¡esto no es serio, Señor!

Pero cuando don Ramón

hizo temblar en un tercio

toda el alma del bordón,

San Pedro sintió que un aire

como diablillo gitano

se le metía por las venas

y se le salía por los labios.

Y sin poder contenerse,

y sin poder remediarlo,

se echó pa'lante flamenco,

con una caña en la mano;

se echó el vinillo a la boca,

lo paladeó un buen rato,

carraspeó pa' evitar

que se le saliera algún gallo.

( que no sé por qué San Pedro

le teme tanto a los gallos),

y entonándose primero,

con jipío bien largo,

puso al cielo al rojo vivo

con los tercios de un fandango.

Con el permiso de Dios

y como premio a esas manos,

escrito queda en la historia

"desde hoy tendrán los gitanos

entrada libre a la gloria".

Y cuando vieron los santos que,

al embrujo de Montoya

el santo más serio estaba

en la mejor de sus glorias,

Cecilia dejó el piano,

y David tiró el arpa,

y se pusieron a hacer

un repiquiteo de plamas.

Mientras que postineros

con su estrellita en el brazo

jalaban luceros,

bailó y cantó como nunca

entre requiebros y olés

la mercé por bulerías

y chachón por caracoles.

Ebrias de gracia española

las santas más achinadas

se sientieron flamenconas.

Y hasta la Virgen María,

bonita como ella sola,

con la luna por peineta,

y el sol por bata de cola

se bailó por alegrías

en el tabla'o de gloria.

 

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