¿DÓNDE ESTÁN LAS MANOS DE DIOS?
Miguel Ángel Cornejo Y Rosado
Cuando observo el campo sin arar,
cuando los aperos de labranza están olvidados,
cuando la tierra está quebrada y abandonada,
me pregunto:
¿Dónde estarán las manos de Dios?
Cuando observo la injusticia, la corrupción,
el que explota al débil;
Cuando veo al prepotente pedante
enriquecerse del ignorante y pobre,
del obrero y del campesino,
carentes de recursos para defender sus derechos,
me pregunto:
¿Dónde estarán las manos de Dios?
Cuando contemplo a esa anciana olvidada;
cuando su mirada es nostalgia,
y balbucea todavía algunas palabras de amor
por el hijo que la abandonó,
me pregunto:
¿Dónde estarán las manos de Dios?
Cuando veo al moribundo en su agonía,
lleno de dolor;
cuando observo a su pareja y a sus hijos sufrir;
cuando el sufrimiento es intolerable
y su lecho se convierte en un grito de súplica de paz,
me pregunto:
¿Dónde estarán las manos de Dios?
Cuando miro a ese joven antes fuerte y decidido,
ahora embrutecido por la droga y el alcohol,
cuando veo titubeante lo que antes era una inteligencia brillante
y ahora, harapos sin rumbo ni destino, me pregunto:
¿Dónde estarán las manos de Dios?
Cuando veo a esa chiquilla
que debería soñar en fantasías,
la veo arrastrar su existencia
y en su rostro se refleja ya el hastío de vivir,
y buscando sobrevivir se pinta la boca,
y se ciñe el vestido,
y sale a vender su cuerpo,
me pregunto:
¿Dónde estarán la manos de Dios?
Cuando aquel pequeño
a las tres de la madrugada
me ofrece su periódico,
su miserable cajita de dulces sin vender,
cuando lo veo dormir en la puerta de un zaguán
titiritando de frío,
con unos cuantos periódicos
que cubren su frágil cuerpecito,
cuando su mirada me reclama una caricia,
cuando lo veo sin esperanzas vagar
con la única compañía de un perro callejero,
me pregunto:
¿Dónde estarán las manos de Dios?
Y me enfrento a Él y le pregunto:
¿Dónde están tus manos Señor?
para luchar por la justicia,
para dar una caricia,
un consuelo al abandonado,
rescatar a la juventud de las drogas,
dar amor y ternura a los olvidados.
Después de un largo silencio,
escuché su voz que me reclamó:
"No te das cuenta que tú eres mi manos,
atrévete a usarlas para lo que fueron hechas,
para dar amor y alcanzar las estrellas.
Y comprendí que las manos de Dios
somos TU y YO,
los que tenemos la voluntad,
el conocimiento y el coraje
para luchar por un mundo humano y justo,
aquellos cuyos ideales sean tan altos
que no puedan dejar de acudir a la llamada del destino,
aquellos que desafiando el dolor,
la crítica y la blasfemia
se reten a si mismos para ser las manos de Dios.
Señor, ahora me doy cuenta
que mis manos estar sin llenar,
que no han dado lo que deberían dar,
te pido perdón por el amor que me diste
y que no he sabido compartir,
las debo usar para amar y conquistar
la grandeza de la creación.
El mundo necesita esas manos,
llenas de ideales y estrellas,
cuya obra magna sea contribuir día a día
a forjar una nueva civilización,
que busquen valores superiores,
que compartan generosamente
lo que Dios nos ha dado,
y puedan al final llegar vacías
porque entregaron todo el amor,
para lo que fueron creadas,
y Dios seguramente dirá:
"¡ESAS SON MIS MANOS!"