MATER ADMIRABILIS

Antonio Mediz Bolio

Todos los hombres, de todos los tiempos

aprendieron a hablar con esta palabra.

las luces de los cielos se encienden oyéndola

y los árboles de la tierra, florecieron escuchándola.

 

Y los pájaros la cantaron en sus nidos

y en el bramido de la fieras retumbaba

 

Cuando nació la vida, Dios dijo:

¡Madre Luz, Madre Tierra, Madre Agua!

 

Se prendieron los fuegos de los sacrificios

en la cimas broncas de las montañas.

 

Y la primera Diosa de los hombres

fue la Madre de aquél que bajaba

todos los días a fecundar al mundo

desde los cielos llenos de llamaradas.

 

¡Isis!

Dijeron en el misterio de los templos

los sacerdotes de la mitra dorada.

 

¡Seres!

Cantaron coronadas de rosas

los hurofontes de la helada blanca.

 

¡Astarté!

En los mares fenicios

gritaban las voces de los nautas.

 

Y hace 500 siglos en el tiempo

en el que el tiempo no se contaba:

 

¡Kinich Katmó!

¡Madre de la Vida, Madre de la Fuerza, Madre de la Llama!

En la gloria mística de los solsticios

exclamaban con éxtasis, nuestros padres mayas.

 

Madre en la hora de los evangelios

la luz de los cielos desciende las almas

y en medio del claro vuelo de los ángeles

sobre los humildes llenos de esperanzas

la mujer que tiene el manto de luceros

y el dragón vencido bajo de sus plantas.

 

Mares de dulzura derrama en la tierra

que hasta con los ojos dolientes levanta

con sed de ternura y hambre de justicia

y con voz de herida humanidad le llama.

 

¡Madre de Dios, Madre de Misericordia!

 

Y ella tiene en el pecho siete llamaradas

y en los ojos tiene siete estrellas fúlgidas

y lluvias de dones corren por sus lágrimas

Dolor infinito y amor sin orillas.

 

¡Dolor y amor!, ¡Madre por divina gracia!

¡Dolor y amor!, ¡Altas luces de la vida!

¡Dolor y amor!, ¡Grandes y eternas palabras!

 

Madre de los hombres ¡Excelso prodigio!

Chispa de Dios dentro de la arcilla humana.

 

¡Mater dolorosa!

 

La que siente al hijo

que al llegar al mundo

le rompe la entraña.

 

La que luego gime

junto al negro cúmulo

de aquél que nunca volverá a besarla.

 

La que sufre el duro martirio

sin nombre de los abandonos que desvelos pagan,

pero que perdona, ¡que perdona siempre!

y bendice el filo que le hiere el alma.

 

La que llora el hondo vacío de la ausencia

y todas las noches enciende una lámpara

y todos los días reza porque vuelva

aquél que está lejos y no dice nada.

 

La que entrega al hijo cuando se lo pide,

la madre de madres que se llama Patria.

 

La que en el silencio de los camposantos

vestida de luto, como sombra pasa,

con las manos llenas de flores humildes

y los ojos llenos de fundidas lágrimas.

 

 

¡Mater Amorosa!

 

Que mece la cuna,

Madre que sonríe, que sueña y que canta

cuando el niño cierra los ojos

que ignoran las cosas terribles

que la vida aguarda.

 

La que peina y riza los bucles de oro

como el sol de fiesta, ¡toda iluminada!

La que a todo pecho de ilusión respira

mientras los pañales pequeñitos lava.

 

La que borda luego la inicial de ensueño

sobre el joven pecho que revientan en ansia,

la que besa el auro que ganó el artista

y la cruz que el bravo ganó en la batalla.

 

La que aroma el pecho del galán que busca

besos de quimera en reja romántica

besos románticos en la pecadora fiesta

que en su sangre de incendio arrebata.

 

La que por un beso, solo por un beso

casto y luminoso sin dormir aguarda.

 

La que teje el velo nupcial ella hija

que de su regazo florido se marcha

a los brazos recios del que se la roba

porque así la vida sin piedad lo manda.

 

La que luego enciende fuego de alegría

y con rosas vivas el techo enguirnalda

cuando ha sufrido retorna pidiendo

paz de nido para sus deshechas alas,

descanso y abrigo para su fatiga,

manos que se posan en sus frías canas.

 

Y otra vez canciones que arullen su sueño,

Y otra vez caricias que curen su alma.

 

Madre de los héroes, madre de los mártires,

Madre del soldado que cayó en campaña.

Madre del que sueña con la gloria infinita,

Madre del que busca paz sin encontrarla,

Madre del vencido sin lauro ni gloria,

Madre del que vence con fortuna y fama,

Madres de mendigos y de paladines

De triunfantes próceres y de oscuros parias.

 

Sean todas benditas en todas las lenguas

por todos los hombres de todas las razas

¡Mater Admirabilis! Santas Madres nuestras

¡Que nos dieron todo sin pedirnos nada!

 

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