La piedrita
redonda y el caracol
Erase una vez una
piedrita de esas que se
encuentran en la playa, que
como casi todas las piedras
de la playa era redondita y
lisa. Ella era tan, pero
tan redondita y tan, pero
tan lisa que cuando venían
las olas, se dejaba
arrastrar y rodaba
fácilmente y muy alegre
hacia arriba y hacia abajo,
sin mucho esfuerzo y sin
que esto le ocasionara
tropiezos ni molestias. Era
una piedrita mas entre
otras tantas piedras de la
playa. Resulta que un día
nuestra piedrita se dió
cuenta de que era igualita
a todas las demás, y empezó
a pensar cómo y qué pasaría
si ella fuese diferente a
las demás piedras de la
playa. Su imaginación iba y
venía, al mismo tiempo que
ella iba y venía con las
olas del mar. Una noche de
Luna Llena, ella estaba tan
grande, que resultaba ser
la más hermosa Luna que se
había visto en la Tierra
desde hacía mucho, pero
mucho tiempo. Lucía tan
bella que cualquier deseo
que se le pidiera, se haría
realidad. Por casualidad y
después de mucho pensar, la
piedrita había decidido que
quería tratar de ser
diferente a las demás
piedras de la playa. Sin
saberlo, deseó con tantas
ganas querer ser diferente,
que un rayo de luz muy
brillante se desprendió
desde la Luna hasta llegar
muy cerca de ella en la
playa. Cuando el rayo tocó
el agua muy cerca de la
orilla, esta porción de
agua comenzó a apartarse y
desde el mismo fondo del
mar emergió un bellísimo
caracol dorado, el más
bello entre todos los
caracoles del mar, quien
muy lentamente, tal como se
mueven los caracoles, salió
del agua y mirando
fíjamente a nuestra amiga
la piedrita le dijo:
- ¿Qué deseas para ser
feliz, querida amiga?
La piedrita, sin
vacilar, le contestó:
- Deseo ser diferente a
todas las demás piedras
de la playa.
- Tu deseo sera
satisfecho, -le respondió
el Caracol.
De inmediato la piedrita
notó un cambio que ocurría
en ella: empezó a cambiar
de forma y se transformó en
una bella piedrita
cuadrada.
- ¡Dios mío, que
maravilla! -dijo nuestra
amiga-, ¡soy totalmente
diferente!, ¡soy
cuadrada!.
Pero al llegar una nueva
ola y tratar de rodar a
nuestra amiga, esta no pudo
hacerlo, la ola arremetió
con más fuerza y la
piedrita no podía rodar;
llegó un momento en que le
empezaron a doler las
partes puntiagudas de su
nuevo cuerpo. La ola sentía
que algo andaba mal:
- Pero bueno, ¿que pasa
aquí?, si en la playa
todas las piedras son
redondas, siento algo
extraño entre las
piedras, hay una de ellas
que no rueda.
La piedrita no entendía
y la ola tampoco; todo
estaba al revés la piedrita
muy asustada veía como la
ola se disgustaba y
arremetía con más y más
fuerza, golpeándola y
produciéndole más y más
dolor; y más y más
angustia. Suplicó, gritó
clamando y llamando al
Caracol para que éste
acudiera en su ayuda; tanta
fué su angustia, su dolor y
tantos fueron sus gritos
que el Caracol apareció
preguntándole:
- ¿Qué te sucede, mi
querida amiga?.
La piedrita rápidamente
le explicó:
- Después de quedar con
mi forma cuadrada, no
puedo moverme con
facilidad y siento las
olas con mucha fuerza.
Aunque este fué mi deseo,
estoy desesperada. Ahora
he cambiado de opinión y
quisiera ser como antes.
El Caracol le dijo:
- Para lograr el
encanto y que se cumpla
tu deseo, debes esperar
una nueva Luna Llena, tan
bella como la que se
produjo la noche en que
cambiamos tu forma.
Nuestra amiga se
desesperó, lloró y le
suplicó al Caracol Dorado
que la ayudara; el Caracol
le dijo que él podía
intentarlo, pero que era
necesario que ella lo
pidiera con toda su alma y
sin dudarlo. La piedrita se
concentró en el deseo y el
Caracol también y muy poco
a poco, con mucho, mucho
esfuerzo y después de mucho
sudar, lograron un cambio.
Claro, no totalmente como
antes, la piedrita no quedó
tan redondita como estaba
antes, pero ya podía rodar
nuevamente y cuando las
olas la empujaban, ya no se
golpeaba. Tanto ella como
el Caracol quedaron
contentos, aunque no
totalmente satisfechos,
después de lo ocurrido.
Nuestra querida amiga, la
piedrita, no había quedado
muy conforme con lo
ocurrido, no estaba tan
redonda como antes y le
dolía algo al moverse.
Bueno, esto era un
problema, pero continuaba
soñando todas las noches
con ser diferente, ella no
deseaba ser igual a todas,
seguía en su empeño por
encontrar la forma de ser
distinta. El problema era
que con la experiencia que
había tenido, la verdad es
que era difícil decidir
nuevamente el tratar de
cambiar. Lo pensó muchas
veces, ¿Cómo podía hacer?
¿Cómo podía hacer?; ella
mantenía su deseo de ser
diferente, pero no quería
tener más problemas.
Nuevamente una noche de
Luna Llena, decidió llamar
a su amigo el Caracol
Dorado del mar y consultar
con él a ver que podía
hacer, y así fué: al llamar
a nuestro amigo, como era
Luna Llena, él pareció; la
piedrita le contó todas sus
angustias y el Caracol, muy
sabio, le contestó:
- La única manera de
que soluciones tus dudas
es con el conocimiento,
debes aprender más y más,
de esa manera sabrás con
toda seguridad que deseas
ser cuando crezcas y si
realmente quieres
cambiar.
La piedrita se quedó
tranquila y siguió el
consejo de nuestro amigo y
decidió estudiar mucho,
aprendió qué es el mar y
por qué se mueve, aprendió
qué son las piedras y por
qué ruedan, aprendió qué es
la Luna e incluso ahora
podía predecir que día
sería Luna Llena y sabía
que ese día hablaría con el
Caracol Dorado y se
convirtió en una rutina
tanto para la piedrita,
como para el Caracol, el
reunirse cada Luna Llena
para compartir
conocimientos.
Un día, luego de
estudiar mucho, la piedrita
descubrió que lo importante
para poder rodar con
facilidad, cuando las olas
del mar iban y venían, era
mantenerse de forma
redonda, el color no
importaba. Consultó con el
Caracol y éste estuvo de
acuerdo: sí se podía
cambiar de color y no
habría problemas para
rodar.
- ¡Que buena idea!
-dijo la piedrita-. Si
cambio de color seré
diferente y también podré
rodar.
Y valientemente decidió
hacerlo, pero ¿qué color
escoger?, tendría que ser
un color que no lo tuviera
ninguna otra piedrita:
revisó muchos libros sobre
piedras marinas y constató
que el Fucsia era un color
que no existía en las
piedras marinas. Esperó
pacientemente y con mucha
tranquilidad la siguiente
Luna Llena, y esa noche
llamó al Caracol Dorado del
mar.
- Tengo un deseo que
pedirte, yo sé que no
habrá ningún problema
porque hay Luna Llena,
quisiera ser de color
Fucsia.
Y nuestra amiga la
piedrita siguió siendo
redonda, pero ahora de
color Fucsia; era la única
piedra color Fucsia en todo
el mar, era diferente, pero
no sólo por el color. Era
además porque ahora estaba
más segura de sí misma y
eso se debía a todo lo que
había aprendido estudiando,
por eso era mucho más
feliz.

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Ultima Actualizacion: Abril 24, 2002
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Angie Sanz