Jorge Lucio de Campos
René Magritte. A resposta imprevista, 1933.
¿PUEDE LA ESFERA INICIAR EL TRANSE SIN QUE NADA MUDE?
Joan Navarro
Jorge Lucio de Campos atraviesa
el mundo, los mundos, de parte a parte,
encapsulado dentro del líquido ámnico de
un relámpago. Se crea y
recrea como sujeto en todas y cada una de las palabras, en todos y cada uno de los referentes
que crecen en el desierto de su lenguaje, que es el nuestro; en el espejo donde, radiantes, rebotan. Dice lo inefable que crece en los ángulos del jardín del alma silvestre. Nos muestra, dentro de la niebla, el infinito que desbasta los laberintos cerebrales de M.C. Escher. Nos lanza, como un
artefacto, el arte del siglo XX a la médula de nuestras
pupilas alucinadas: La
crueldad de Louise Bourgeois, araña voladora; el frío hipnótico de Robert
Mapplethorpe; la luz planetaria de Man
Ray; las escamas de nácar de Max
Ernst, el trazo perturbador del pintor de Tulln,
las aguas embalsamadas de Richard Bosman... De Campos se siente, a veces, como un Mann ohne Eigenschaften, un
hombre sin atributos deconstruido por los giroscopios de los tiempos modernos, el ojo que crea el ojo y se lo engulle ávidamente más allá del campo que verdea que verdea que verdea. Un lirismo salvaje y tierno bajo la noche
reticulada por la saliva de los astros, córtex húmedo, ante los acantilados de la nada. Un viaje de la mano de Hegel
hacia el inicio de la arcilla del crepúsculo, hacia la
estética insondable de lo
bello lleno de perdices. Es De Campos el
hacedor de los colores inconstantes sin
materia, del enigma de la aurora; es el
lienzo que la creta ilumina, la aguja fina dentro del
cuerpo del agua, trasbordador de tempestades, geómetra
del poema. Sea amor lo que atrae al leñador a la región de los
árboles. Padre Heráclito. Padre
Parménides. Movimiento de la esfera inmóvil
del verbo, barco
calafateado navegando a la deriva por el mar de
Ulises. Padre Magritte. Una lluvia de
harina amarilla cubre la piel de los bosques.
Palabras-objeto dentro del