[marzo
1965]
Habana,
Año
de la agricultura
Fidel,
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en
casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la
tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a
quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad
real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era
cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera).
Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros,
pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que
me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de
ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del Partido,
de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición
de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que
no se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuerdo de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente
honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario.
Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más
en tí desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber
comprendido con suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.
He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo
de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de
la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista
que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido
sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar
los peligros y los principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos.
Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente
de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y de dolor,
aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y
lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que
me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu.
En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste,
el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de
cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo
donde quiera que esté, esto reconforta y cura con creces cualquier
desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad,
salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo
otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo
y especialmente para tí. Que te doy las gracias por tus enseñanzas
y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas
consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política
exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera
que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano,
y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material
y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos
pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento
que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera,
y no vale la pena emborronar cuartillas.
Hasta la victoria siempre. ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario
Che