Presentación
Este nº 24 de la Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana enfoca la esperanza. ¿Existen posibilidades de esperanza? ¿Vale la pena la utopía?
Hace poco, un periodista europeo me preguntaba sobre la situación de las iglesias en nuestros pueblos indio-afro-latinoamericanos. Hablábamos sobre las nuevas coyunturas en que nos encontramos. Ya no tenemos grandes fuerzas para plantar árboles fuertes, luceros capaces de prometer cambios significativos que hagan viable, en un futuro próximo, una sociedad, donde exista lugar para todos y todas. Pero tenemos muchos pequeños y persistentes signos que se parecen más a aquellas pequeñas plantas, a aquellas yerbas que crecen con autonomía, terquedades, insistencias invencibles. Pero, cuanto más ejemplos yo presentaba de estas pequeñas esperanzas por un mundo con espacio para todas las plantas y todas las personas, más irritado quedaba mi interlocutor. Esta alegría por las 'pequeñas'-grandes esperanzas le molestaba. El insistía que todo eso será vencido por el gran mercado, por esta magia que celebra su victoria. Sí... las esperanzas, en especial aquellas pequeñas, palpables, diarias, molestan. Molestan incluso a personas que aparentemente son nuestros amigos. Por tanto, es necesario compartir la esperanza, la utopía. Es bueno molestar con esperanza. Es bueno provocar con utopía.
Hace poco tiempo pude participar en un diálogo judío-cristiano en tierras europeas. Me sentí muy contento por esta oportunidad. Tenemos que aprender mucho de este reencuentro con las tradiciones judías de hoy, en especial nosotros, en estas tierras latinoamericanas, pues repetimos, con cierta persistencia, preconceptos e intolerancias antijudías que necesitamos revisar auto-críticamente en nuestra lectura bíblica latinoamericana. De esta manera fuimos descubriendo mutuamente, judíos y cristianos, con esfuerzos fraternos de parte y parte, como las discordancias se iban decantando cuando se trataba del así llamado tercer mundo, de nosotros. Allí no había lugar para nuestras problemáticas. Pues, al final, toda esta pobreza de que hablábamos era, según se oía por los altoparlantes, culpa nuestra. Era el resultado, según se nos decía con grandes titulares, del exceso de personas, de niños, en estos continentes de pobres. Sólo reduciendo el número de gente, podríamos tener un lugar en este mundo del mercado total. Con todos estos niños no tendremos un lugar para el sol, según nos decían. Cada una de nuestras historias que despiertan esperanza, unidas a los niños son cuentos que sobran, un excedente innecesario. Justamente en este momento histórico, en medio de estos mercados totales, necesitamos rescatar, con la ayuda de la Biblia y de la vida, la esperanza a partir de los/as niños/as. La utopía del mundo nuevo está unido al niño, sea él Ismael, Isaac o Jesús.
Tiempo atrás tuve el privilegio de participar de uno de esos maravillosos encuentros de Comunidades de Base. Allí me llamó la atención la asesoría del evento. Cuando los analistas del sistema económico y social hablaban, el clima, irremediablemente, se hacía pesado. Los horizontes se cerraban. No habían salidas. Cuando los analistas políticos hablaban, enumeraban las victorias que la derecha política obtenía. Se quejaban de la falta de organización de los sectores populares. El clima se hacía pesado, los horizontes se oscurecían y las salidas se volvían desesperanzas. Pero, cuando hablaba el pueblo, ocurría una explosión de esperanza. Se cantaba la utopía. Se oraban las esperanzas. Se esperaba con ansias lo nuevo. Y estas esperanzas estaban siempre vinculadas con la Biblia. De ella se hablaba como cartilla de utopías. Las imágenes de esperanza eran del reino. Las utopías llegaban llenas de compartir, de brechas, de experiencias alternativas, oportunidades por toda parte. Una olla comunitaria por un lado, grupos de mujeres por otro, recuperaciones de tierra más adelante. De esto, deduzco que necesitamos leer la Biblia con esperanza. Si el Apocalipsis se quedara en el análisis, ¿habría celebrado la muerte del Imperio Romano? Si Jesús hubiese puesto su atención en los soldados romanos y en los recaudadores del tributo, que, en Palestina, estaban por toda parte, no habría comenzado con una nueva comunidad en la cual los/as niños/as eran acogidos/as, donde las mujeres tenían nombre, donde los ricos se convertían. En medio de lágrimas, se viven utopías, en las memorias de la Biblia, en las experiencias de vida.
Por eso, me siento contento con este nº 24 de RIBLA. Su tema se formuló como proyecto "Por una tierra sin lágrimas". Su subtema invita a un mirar crítico sobre las décadas pasadas para que podamos acoger las utopías que vivimos en nuestro diario vivir con alegría redoblada: "Redimensionando nuestra utopía".
Entiendo que Alicia Winters, quien planeó este número sin poder concluirlo plenamente debido a sus actuales compromisos, vislumbró esta tarea de utopía incesante que tenemos como biblistas en medio de las comunidades y los pueblos indio-afro-latinoamericanos:
Necesitamos inspirarnos en las utopías cuya función, precisamente, es la de ser estímulo y esperanza populares.
Necesitamos rescatar las memorias de las utopías y su fuerza en el pasado, en los textos bíblicos para impedir que sean usadas como mecanismos de muerte y fatalismo.
Necesitamos evitar que las esperanzas bíblicas sean confundidas con las memorias mesiánico-populistas del caudillismo tan típicamente latinoamericano.
Con mucha alegría presento a ustedes, lectoras y lectores, este número 24 elaborado con cariño y utopía para ustedes: en este mundo, creado y, día a día, sustentado por Dios, existe lugar para cada persona, para toda creación .
Milton Schwantes