Presentación
Con este número de RIBLA presentamos el complemento al número 22 sobre los Cristianismos Originarios Palestinos (30-70 d.C.). Recomendamos su lectura y uso pedagógico en conjunto.
Jesús vivió y organizó su movimiento en Galilea y Judea durante dos o tres años, hasta más o menos el año 30, cuando fue crucificado por el procurador romano en Jerusalén durante la semana de la fiesta de Pascua. Pero su movimiento no terminó, se mantuvo en varias expresiones, en un principio en las mismas áreas de su actividad, Galilea y Judea. En esta zona el movimiento prácticamente se agotó con la derrota del movimiento insurreccional en la gran guerra de los años 66 a 74 que incluyó la destrucción del templo en el 70 d.C. Fue nuestra intención con RIBLA 22 mostrar: el clima de control romano en Palestina durante los cuarenta años entre la ejecución de Jesús y la destrucción del templo, las muchas expresiones de lucha contra esta dominación romana, y las diversas expresiones del movimiento fundado por Jesús en Galilea y en Jerusalén, expresiones que se destruyeron con la guerra.
Sin embargo, existía bastante movilidad en el oriente del Imperio y pronto el movimiento de Jesús se extendió a Antioquía en el norte, a Edessa en el noreste en la zona fronteriza con el imperio de los partos, a Egipto en el suroeste, a la zona del Mar Egeo (Acaya, Macedonia y Asia), al borde del Mar Negro (Bitinia y Ponto) y al interior de Asia Menor (Galacia y Capadocia). Queremos con RIBLA 29 abordar este movimiento dentro de las fechas 35 a 138 d.C. El año 35, es un límite arbitrario pero indica la proximidad a la muerte del fundador para la extensión extra palestina del movimiento. El año 138 es el año del traspaso de poder del Principado imperial de Adriano a Antonino Pío. Con los Antoninos el Imperio Romano alcanza la máxima expresión de su poder y se vuelve más difícil soñar con alternativas que no se desarrollen fuera de sus fronteras (como de hecho sucedió con el cristianismo en Etiopía y en Persia).
El supuesto para estos estudios es que un movimiento socio-religioso como el que fundó Jesús no se extiende naturalmente como una nube de humo, sino que solamente lo hará donde las condiciones locales ofrezcan un vacío que el movimiento promete llenar. Es, por lo tanto necesario conocer las características de las zonas hacia donde llegó el movimiento y buscar conocer los cambios que sufrió el movimiento ante las diversas condiciones que encontró en esas zonas. Es decir, si bien la voluntad misionera es indispensable, no es suficiente si no encuentra un terreno propicio y si no ofrece algo que satisfaga las necesidades locales. Un análisis por zonas geográficas nos puede permitir detectar estos elementos. Eso es lo que nos hemos propuesto en esta colección de estudios.
La motivación para emprender estos estudios es doble: (1) la convicción de que el surgimiento de una Iglesia Universal, no es tanto la evolución "natural", desde una unidad inicial del movimiento que surgió y se extendió a partir de la actividad de Jesús en Palestina, sino el resultado de la supresión o expulsión de las expresiones del movimiento que no encajaban dentro del proyecto religioso que presidieron los emperadores a partir de Constantino. Las iglesias pre-Constantinianas son más variadas y diversas que la Iglesia que Constantino y sus obispos aliados pudieron forjar en el IV a partir del Concilio de Nicea en el 325 d.C. Un examen geográfico revelará parte de esta diversidad.
(2) La otra motivación o sospecha, surge, en nuestro contexto latinoamericano de dependencia política, económica, y social, es que un movimiento que surgió en la provincia más rebelde del Imperio en el siglo I y que se extendió casi inmediatamente a provincias resentidas en el corazón del helenismo como: Acaya, Macedonia y Jonia, a zonas como Ponto y Bitinia que habían intentado resistir en nombre del helenismo al dominio romano, y especialmente a los territorios controlados por los partos más allá de las fronteras orientales del Imperio Romano, no puede ser política y socialmente inocuo. La huelga social del cristianismo tomasino en el oriente que rechazó la procreación y otros deberes sociales, y la protesta apocalíptica de Juan el visionario en Asia o de Hermas en Roma revelan la existencia de un movimiento socio-religioso que no estaba controlado por élites. Queremos contribuir a la recuperación de este movimiento de comunidades populares que veían en el movimiento lanzado por Jesús y sus apóstoles una sociedad alternativa al patriarcalismo romano.
Aquí nos encontramos muy pronto con Eusebio, obispo de Cesarea en el siglo IV, e historiador que narra la historia de las iglesias cristianas como una historia de instituciones presididas por obispos. Gracias a Eusebio y a la biblioteca que disponía (la que Orígenes comenzó dos siglos antes) conocemos muchas cosas que de otro modo se hubieran perdido. Pero su visión de la Iglesia como la institución que se prepara para su rol de poder y respaldo al Imperio es solamente parte de la verdad. Con RIBLA 29 queremos contribuir a descubrir esa parte que Eusebio desconoció o no quiso conocer, los diversos movimientos populares que confesaron a Jesús como su fundador. Ya vimos en RIBLA 22 que existe desde el comienzo una cierta dualidad en los movimientos que le dieron seguimiento a Jesús, dualidad que en Palestina se expresó por un lado, en los "cristianismos" galileos, con su énfasis en Jesús el maestro, y por el otro, el judaita, conducido por la familia de Jesús en Jerusalén como parte de la Palestina rebelde que preparó la guerra. Al salir de Palestina el cuadro se complica, pero se puede discernir en la tradición tomasina de Edessa y del oriente parto una continuación de la línea galilea y en la tradición paulina de Jesús como Salvador crucificado y resucitado, que usa un lenguaje más político, que confronta al lenguaje religioso del Imperio una continuación de la "iglesia" de Jerusalén.
Verdaderamente sorprende la movilidad que caracteriza a los creyentes que siguen a Jesús. Los mapas de Tomás Kraft en el artículo sobre Egipto nos ayudan a visualizarlo, pero los artículos, todos ellos, reflejan lo mismo. El movimiento de Jesús en su primer siglo de existencia tenía en medio de su gran diversidad un proyecto con proyección universal, de hecho aún más allá de las fronteras del control romano. Esperamos que nuestros lectores capten algo de esa visión, sin perder la importancia de las características locales del movimiento que lo hicieron auténticamente egipcio o cirenaico o póntico o antioqueño.
Además de la importancia de recuperar, en la medida de lo posible, el carácter popular del (de los) movimiento(s) en su primer siglo, nuestro proyecto tiene una contribución para el ecumenismo. El movimiento cristiano no es un fenómeno occidental, aunque a nuestro "Nuevo Mundo" llegó del occidente europeo. Hay millones de cristianos cuyas iglesias se remontan a los primeros siglos que nunca fueron parte de las iglesias occidentales. Están las iglesias coptas de Egipto y de Etiopía, que fueron declaradas heréticas como "monofisitas" en las discusiones cristológicas de los siglos cinco y seis. Están las iglesias orientales de tradición tomasina como la Mar Thoma en la India, una zona cristianizada en tiempos remotísimos que nunca conoció la dominación romana y que no fueron declaradas heréticas por los obispos aliados de los emperadores porque éstos ni siquiera sabían de su existencia. Están los "nestorianos" que en el siglo VI misionaron China, desde su base en Persia, pero que fueron declarados herejes por un tecnicismo cristológico. Un examen del primer siglo de la expansión del movimiento de Jesús, debe darnos tolerancia hacia la diversidad que luego se negó en beneficio de la unidad religiosa que requería un imperio en descomposición.
Llama la atención que en la primera generación Priscila y Aquila fueran del Ponto, y poco después el famoso hereje Marción, que quiso desprender al movimiento de sus raíces el pueblo de Israel, también vino de esta zona de la que no sabemos por quién ni cómo fue misionada. Y llama la atención el surgimiento a fines de nuestro período del movimiento montanista, el "entusiasmo frigio", que era popular, carismático y milenario, y que pudo atraer al gran teólogo africano Tertuliano hacia el año 200. ¿Cómo es posible que un movimiento como éste que reconoció el liderazgo de mujeres fuera simplemente descartado por herético? Es evidente que queda mucho por hacer para conocer auténticamente nuestras raíces cristianas, pero esperamos contribuir en algo al proceso con esta serie de estudios sobre algunas de las zonas geográficas donde surgieron células de seguidores de Jesús en el siglo después de su ejecución por las autoridades del Imperio.
Comenzamos nuestro número 29 de RIBLA con un artículo sobre Marcos, un escrito que proviene de Galilea. Como verán los lectores, Marcos es una especie de bisagra entre los movimientos diversos y aún no consolidados que se dieron en Palestina y sus proyecciones posteriores fuera de Palestina. Este artículo pudo igualmente, y quizás con mayor justicia, haberse colocado en RIBLA 22 por su origen geográfico, pero creemos que la problemática que plantea. conflicto ideológico entre los sucesores de Jesús, sirve bien para introducir nuestra serie de estudios. Leif Vaage nos hace una presentación novedosa de Marcos como una parte de un conflicto de interpretaciones de la figura del fundador. Es un artículo que tiene que leerse despacio para apreciarlo pero que premiará a los/las lectores/as pacientes.
Antioquía, la tercera ciudad del Imperio, estaba al norte de Siria-Palestina. Allí se dio el conflicto inicial al interior del movimiento que deriva de Jerusalén, un conflicto que tuvo mucho que ver con la desaparición del templo de Jerusalén y con el control religioso que los fariseos pasaron a disfrutar en el pueblo judío disperso por el mundo. Pablo Richard nos abre los vericuetos de este conflicto que fue parte del paso de Palestina al mundo más amplio.
Edessa, como señala Eduardo Hoornaert, no queda muy lejos de Palestina, ubicado como lo estaba sobre el río Eufrates dentro del horizonte de la Biblia hebrea. Pero era otro mundo psicológica y socialmente, un mundo abierto hacia el oriente, con su política dominada por los partos y su cultura persa e indica. Un escritor como Taciano nos impresiona con el fervor patriótico de un "sirio" que se enorgullece de ser "bárbaro". ¡Algo tiene que decirnos a los latinoamericanos un mundo así! Aquí fue donde mejor se preservó la tradición tomasina de Jesús, como maestro sabio que enseñó un estilo de vida distinto no tanto el Jesús Salvador que proclamaban Pablo y los herederos de Jerusalén y Antioquía que después marcaron el cristianismo occidental.
Acaya, cuna de la cultura helénica, y Macedonia, base del helenismo político que unió occidente con oriente bajo el mando de Alejandro y sus generales, fue local de un cristianismo político-religioso de mucha influencia en nuestras Biblias a través de las epístolas de Pablo. Jorge Pixley busca interpretar esta red de asambleas dentro del contexto de un helenismo sometido a la dominación por un sistema patriarcal y clientelista frente al cual ofrecía una alternativa desde abajo.
Bitinia y Ponto, zonas de tradición política y cultural importantes desde donde surgieron líderes cristianos distinguidos como Marción, son mayormente desconocidas. Néstor Míguez, más conocido por sus estudios sobre Tesalónica, ahora incursiona en la exploración de esta realidad, a la que junta la Galacia de los aguerridos inmigrantes celtas que fueron el campo misionero rural de Pablo.
Una de las características del movimiento de Jesús, tanto en Galilea como en el mundo extrapalestino, fue que dio un lugar a las mujeres que ponía al movimiento frente al patriarcalismo dominante del mundo mediterráneo del siglo I. El tema de la sexualidad en los cristianismos primitivos es inmenso, y no hemos podido en este número de RIBLA más que visualizar la punta del iceberg. Pero era necesario abordarlo. Ivoni Richter Reimer ha abierto el tema de la sexualidad y la renuncia sexual en los cristianismos primitivos a través del examen de un texto paulino, y de la imagen de la compañera legendaria del misionero, santa Tecla de la antigua tradición popular. Hay mucho más que decir, pero lo tendremos que dejar para números futuros de nuestra revista.
Éfeso, capital de la provincia senatorial de Asia, fue la ciudad de Artemisa la Gran Diosa Madre, pero también campo de actividad de misioneros como Pablo y el visionario Juan que soñaba con una Roma en llamas. Paulo Nogueira nos muestra la gran diversidad que se juntó en esta importante ciudad, que si bien no era de las grandes urbes como Roma o Antioquía, era un cruce de caminos.
Y no podía faltar Roma, ciudad política por excelencia. Aquí Pablo Richard nos introduce a la complejidad que atraviesa el movimiento cristiano del siglo que estudiamos, una complejidad simbolizada en los escritos muy distintos de Clemente, autócrata cristiano, y Hermas "el pastor" y profeta. Es una dura empresa desmitificar los orígenes de la ciudad que vino a ser la soberana de la Iglesia Occidental. Esperamos haber contribuido a la tarea.
Terminamos nuestro viaje imaginario en Egipto, el más misterioso de todos los lugares donde se extendió el movimiento de Jesús. Egipto dual, helénico y copto, con un cristianismo también dual. Egipto, hogar de grandes teólogos como Valentino, declarado hereje, y de Orígenes el máximo biblista de todos los tiempos, que fundó la teología del camino místico, que inspiró la espiritualidad monástica posterior y que fue declarado hereje por Justiniano y un Concilio en Constantinopla en el 553 d.C., ¡a tres siglos de muerto! Gracias a Tomás Kraft podemos asomarnos un tanto en el misterio, si bien ni la diligencia de Tomás es capaz de despejar muchas de las incógnitas en torno a este país que produjo santos como San Antonio del Desierto y obispos de gran capacidad teológica como Dionisio en el siglo III y Atanasio en el siglo IV.
Añadimos a estos estudios sobre los cristianismos originarios una contribución desde Alemania al ecumenismo en la interpretación bíblica. Michael Fricke, pastor de la Iglesia Evangélica Alemana en Erlangen, nos comenta cómo la metodología exegética latinoamericana está ejerciendo cierta influencia sobre el estudio y la predicación de la Biblia en ese país del Norte. Los lectores de RIBLA conocerán a este joven pastor por la reseña de su tesis sobre la exégesis latinoamericana que apareció en RIBLA 28.
¡Creemos estarles ofreciendo un RIBLA que se puede disfrutar! Hay &emdash;lo advertirá la lectora o el lector atento&emdash; muchas cosas no resueltas en las que los contribuyentes no están siempre de acuerdo. El resultado es &emdash;así lo creemos&emdash; un producto que muestra la investigación en proceso sobre temas importantes y que ofrece un instrumento pedagógico de gran valor.
Jorge Pixley Apartado Postal 2555 Managua Nicaragua