Contratos y polémicas en la poesía de Salta
Lic. Raquel del V. Guzmán
CIUNSa
¿Fue tan detonante la vegetación que terminó enzordeciéndonos?
Walter Adet
La configuración de un territorio como espacio productor / producido por los textos culturales es una noción que supone cierta homogeneidad. Significa pensar que una región como el Noroeste argentino o una Provincia como Salta tienen un modo de escribir(se), modo éste anquilosado estático y funcional a la literatura nacional. Se le adjudica así a la literatura el carácter de "herramienta eficaz de exclusión de espacios (...) fijadora de identidades inmóviles y homogéneas, diluye geoculturas y elabora relatos de nuevos espacios que muestran como vacíos o como fantasmas de un pasado que se proyectan como alucinantes". Expresiones como reservorio de la tradición, lugar de lo más tradicionalmente argentino o la historia de la Patria, fueron los modos cómo se discursivizó la marginación, se fundamentó una periferia y se excluyó como parte de un objeto de estudio complejo.
Pero ese territorio es un espacio revulsivo, tanto en lo sincrónico como en lo diacrónico, atravesado por conflictos sociales y políticos generados y generadores de un espacio discursivo que fluye entre acuerdos y polémicas. Las dinámicas de memoria / olvido y los procesos constructivos del canon dan cuenta de la circulación de un discurso literario obliterado por el conflicto.
En este punto puede observarse la tesis de José Luiz Fiorin en Linguagem e ideologia, donde afirma que los discursos pueden tener entre sí relaciones de concordancia o relaciones polémicas ( Fiorin: 1997,45) a partir de las configuraciones ideológicas que los sustentan. En el caso del discurso literario en Salta las relaciones de concordancia con el discurso social permitieron a algunos textos alcanzar los puntos más altos de reconocimiento, son aquellos que construyeron el sistema de referencias metafóricas en el paisaje, la bondad de los habitantes, el barrio, los afectos ( Dávalos, Castilla, Aparicio); mientras que se establece una relación polémica, que conduce al olvido, en aquellos discursos que plantean como términos metafóricos el cuerpo, los conflictos sociales, la explotación económica (Sara San Martín, Ricardo Martín – Crosa, Walter Adet, Jacobo Regen). La distancia que se abre en este segundo caso condiciona las posibilidades de legibilidad del discurso. Si consideramos que la historicidad del arte reside en el efecto que produce y en su poder de creación social, de formatividad ideológico – cultural de las prácticas sociales, podemos afirmar que cuando el discurso social genera una barrera y una resistencia este proceso se ve alterado y los textos quedan a la espera de condiciones más favorables de interpretación.
Dice Foucault que "la disciplina es un principio de control de la producción del discurso (...) se trata de determinar las condiciones de su utilización, de imponer a los individuos que los dicen un cierto número de reglas y no permitir de esta forma el acceso a ellos, a todo el mundo. Enrarecimiento esta vez de los sujetos que hablan; nadie entrará en el orden del discurso si no satisface ciertas exigencias o si no está, de entrada calificado para hacerlo" (1970,32). Ese ejercicio de la disciplina en Salta se realiza a través discursos ritualizados, fórmulas, que rigen un orden y una distribución de zonas de prestigio: "Salta, tierra de poetas", "rescatar el paisaje", "decir la región". Este sistema de control impone restricciones discursivas donde lo diferente es entendido sólo en términos de exotismo, y a la vez fundamenta un modelo social de espacio cerrado: se fijan pautas y reglas que sólo son válidas en este micromundo.
Siguiendo la lógica de lo permitido se reconocen ciertos textos, pero a la vez la lógica de los límites y la imposición señala las distancias que marca el ejercicio del poder y que conducen al olvido de otros. Se olvidan aquellos textos que producen temor, que significan peligro, que no saben cómo leerse o cómo conjurarse (Yo soy América). El poder visualiza el malestar, lo revulsivo y ejerce sobre ellos lo que Foucault denomina "logofilia", la respuesta a enunciados que instalen la violencia y el desorden. En el discurso, los textos olvidados no se inscriben como elipsis o como cortes, sino que se mantiene una continuidad sorda, una articulación falsa donde todo parece ya dicho, se ejerce así una doble violencia, la del olvido y la de la máscara que instala el lenguaje.
Por su lado la crítica literaria se movió entre dos tendencias, que a veces fueron sucesivas y a veces simultáneas: la identificación con el discurso celebratorio de los textos literarios o, por el contrario desplazándose en relación con el objeto de estudio a través de mediaciones teóricas. Siguiendo a Foucault (1970, 45) podría decirse que en ambos casos la preocupación por la unidad hizo perder de vista la serie, y "el tesoro indefinido de las significaciones dispersas" dejó de lado el análisis de las condiciones de posibilidad.
Los procesos interdiscursivos que perfilan los textos literarios, multiplican sus efectos de sentido cuando son atravesados por el discurso crítico , muchos textos polémicos como El memorial de Jonás de Walter Adet fueron leídos como contractuales, de ese modo se atenuó la polémica y de algún modo se normalizó el texto. Es decir se realizó una distribución de espacios y prestigios que no alterara el status quo. Otro aspecto que cabe considerar es que las mediaciones teóricas fueron posibilitando un descentramiento de las interpretaciones habituales pero, en muchos casos poniendo en el centro de la escena los artilugios de la crítica, desplazando al texto literario y generando otra vez nuevos espacios de olvido.
Poetas polémicos
a. La poesía de Salta presenta importantes ejemplos de textos que polemizan con las convicciones sociales y culturales o con los parámetros que se aplican a la Literatura. En el ámbito del Proyecto de Investigación hemos tratado particularmente la obra de tres escritores que no responden a las habituales peticiones de principio que se hacen a quienes escriben en esta región: Sara San Martín, Walter Adet, Ricardo Martín Crosa. Los tres tuvieron sus etapas de formación fuera del ámbito de la provincia de Salta: Sara San Martín en Tucumán donde se graduó como Licenciada en Filosofía y donde presentó sus primeros poemas en el ámbito de La Carpa, Walter Adet luego de recorrer el país recaló también en Tucumán, donde incluso se lo registró como poeta local; Ricardo Martín Crosa pasó gran parte de su vida en Córdoba y La Plata, estuvo en Estados Unidos y en Madrid, donde también publicó.
Es posible conjeturar que las experiencias acumuladas en esos años les permitió una mirada conflictiva en relación con Salta, una conciencia territorial en pugna con la poesía celebratoria que quiso imponerse como marca registrada para la literatura provincial. Fueron tres escritores que desplazándose de los habituales lugares de enunciación plantearon una concepción revolucionaria del arte, en concordancia con una concepción revolucionaria del mundo, abriendo un camino de discusión acerca de la literatura y su función en la sociedad.
b. Nos ocuparemos en esta oportunidad de la obra de Walter Adet, se trata de una producción en la que convergen dos géneros, lírica y ensayo, con textos que se complementan en forma permanente.
b. 1. En el ensayo desarrolla una teoría sobre la creación poética, el rol de los poetas, sus búsquedas y contradicciones, pero la complementariedad llega más allá por cuanto hay en los ensayos un uso intenso de las estrategias discursivas propias de la lírica: condensación significativa, unidades rítmicas, fragmentación. Esta unidad discursiva hace que su obra pueda leerse como variaciones tonales de un espacio significacional compacto y denso, nucleado alrededor de una metáfora que expande y devora el texto: la metáfora del hueco.
"Quise escribir unos poemas porque sí, para nadie; para distraer el amor de tanta cerrada indiferencia.
Unas líneas con semblanzas humanas, donde se dibuje también el perfil del tiempo y su neblinar.
Porque el tiempo a su vez nos semblantea y pasamos pronto, todos, a cortejantes de ataúdes y a deudos de ojos quebrajosos.
¿Cómo no contar que oí decir a un trabajador frente a mi casa "siempre caigo en la hueca", quejoso de su suerte?
¿O que escuché a otro reír al afirmarme que "cuando muere el funebrero va de cajón al infierno"?"
El escudo de Dios
La voz enunciativa se sitúa en la confrontación con el gesto siniestro de arrojarse a la muerte, con la crueldad y la ironía donde se insertan las voces de los trabajadores desde el discurso popular recuperado por la palabra poética. En el mundo cotidiano irrumpe la náusea, la carcajada de quien toma a risa el mundo y sus hipocresías.
"Pero la poesía confió en el hombre sin embargo. Y yo la reconocí en una mendiga que desde el cerro le mostró el puño a la ciudad en plena noche y amenazó:
Puercos, pecadores. Me voy porque
No tengo casa como ustedes. Pero ya
sabe lo que son la Difunta Correa.
Ya le avisé a la Virgen, que tiene
mi carta.
Y la vi levantar la tapa de una olla en la cocina y decir a gritos:
¡Este es el escudo de Dios!
El escudo de Dios
La imagen de la mendiga, rompe los esquemas sociales consolidados, ubicada en el cerro espacio de superioridad y dominación, manifiesta un discurso admonitorio, que establece la dualidad social entre los que tienen y no tienen casa. Esta expresión se complementa y a la vez se potencia con la metamorfosis de la tapa de olla convertida en "escudo de Dios". Lejos de la voz paternalista que ubica a los pobres como desprotegidos y necesitados, el enunciador rasga el discurso con la inscripción en el lugar del poder, la mendiga tomando para sí la voz del sacerdote que increpa desde el púlpito.
Discurso del dislocamiento social, del desplazamiento de los lugares habituales, de la provocación, manifiesta un nuevo modo de concebir la poesía y un nuevo modo de observar la realidad. Este procedimiento de separación entre enunciador / enunciado, esta "voz del otro" es un movimiento constante que permite ironizar sobre los ordenes preestablecidos.
Al referirse a Ricardo "Serenata" Saavedra dice:
"Con la secreta humillación de vender su canto en los escenarios, porque el pan es la cara de Dios cuando está en la casa pero su búsqueda tiene mucho de blasfemia."
Ricardo "Serenata"
En estos dos ejemplos el discurso dislocado es de carácter religioso, la palabra doctrinal frente a la palabra eclesiástica de una comunidad sujeta a antiguos esquemas de privilegios. Pero también la historia es sacudida por afirmaciones como:
"Martín Miguel de Güemes murió sin dejar el retrato de su imagen terrestre. Entregó el alma sin posar ante un pintor"
La tierra son los muertos
¿Cómo es posible afirmar esto en una provincia saturada de imágenes del héroe gaucho? La provocación genera la polémica, el discurso ataca la raíz de las consolidaciones que llevó a cabo el discurso hegemónico.
También el discurso de la crítica literaria soporta estas rupturas, a través de la cuales de un modo breve pero categórico, se ponen en evidencia los vicios y bajezas del mundo literario:
"También entre consagración crítica y calidad literaria hay con frecuencia en la Argentina vínculos vergonzantes y digitados por el fraude; esa ‘flor natural’ tan confundida con un laurel de hojas de plástico"
Respuestas a Capitulo – 1982
El desafío de Adet está orientado a quebrantar el discurso oficial que opera para controlar el orden social. La ironía, la paradoja y el quiasmo son estrategias que le permiten sortear los procedimientos de exclusión (Foucault.1992:12) de la cultura dominante. No hay objetos tabúes ni privilegios de enunciadores, sino el discurso de la rebeldía de quien no pudo (quiso) ser nunca contenido por las redes sociales. Las dualidades entre la razón y la locura, entre lo verdadero y lo falso instalan un espacio de sentido que distancia al lector, lo deja expuesto a la incertidumbre, al vacío de la palabra inapresable.
En la entrevista realizada por la revista Capítulo, Adet comenta que su libro de poemas Memorial de Jonás fue best-seller en Salta en diciembre de 1981 con 15 ejemplares vendidos. Esta anécdota manifiesta la distancia, la cesura con una sociedad que se ufana de sus poetas pero que apenas conoce sus nombres.
Procedimientos como dislocamiento de la relación enunciador / enunciatario, proclamación de lo verdadero frente a la falsedad hegemónica, expansión de la ironía en un movimiento recíproco del significante al significado, entrecruzamiento genérico, constituyen modos de demoler formas, destruir estereotipos y un alegato contra la falsificación del arte, es una forma de la violencia que libera al lenguaje y le reconoce su poder.
b.2. En los poemas puede seguirse, de modo constante, la imagen del vacío: es un vacío el espacio entre el yo y el mundo, entre el yo y los otros; la vida es un interrogante, una oquedad que se sostiene en la pregunta siempre abierta, nunca contestada; es también un vacío el tránsito de la infancia a la adultez, una pulverización del tiempo y del espacio. La ausencia es también la elipsis en el texto, la presencia de elementos contradictorios, el oxímoron , las rupturas sintácticas sorpresivas y sorprendentes que lejos de tender un puente entre los términos los aleja, sosteniéndolos en la tensión semántica:
"Allí también la piedra
donde dormía un niño,
poca leche en el diente que se llevan los ratones del sueño;"
Memorial de Jonás
El vacío se constituye en el territorio donde las palabras deambulan lúcidas o atormentadas trazando un mundo hecho de retazos, los seres y objetos que allí se disponen aparecen gigantescos o empequeñecidos, fantasmales produciendo desconcierto en el lector:
"Señor que dices
en la voz de un niño:
‘tengo en la mano
un humo que no
se me escapa’"
El tejedor de jaulas
El proceso discursivo se resuelve entre voces que tientan el diálogo sin conseguirlo, no llegan ni el consentimiento ni la objeción , ni la afirmación ni la respuesta:
"Cuando le saldrá la patita a la abuela
y no es rocío lo que tiembla en estas
flores, sino lágrimas,"
No es rocío del alba
El sistema de representaciones queda así sosteniendo la ausencia, la carencia saturada por las expresiones coloquiales que hacen aún más intenso el efecto de vacío.
En este punto nos planteamos ¿qué puede decir un poema? ¿un sentimiento? ¿una emoción? ¿un pensamiento engarzado en nuestras iras y dolores? ¿un placer? ¿un gozo? Quizás todo esto y más, una saturación, un alarido, un abismo. Pero a la vez ¿qué es posible leer en un poema? Mauricio Molho (1977:13) dice que "la constitución de un discurso poético – como, por lo demás, la de todo discurso – no puede desligarse de la infraestructura económico – social que condiciona su advenimiento". Esta inserción, muchas veces borrada en los procesos de lectura, desarticula el discurso socialmente consolidado y se vuelve entonces ilegible para una comunidad que no quiere verse dicha en los fragmentos de una escritura que la sacude.
En El hueco (1992) leemos:
Enseñan a escribir en las escuelas y a leer
entrelíneas en las cárceles,
persuaden a los gatos regándolos, rociándolos.
Contradecirlos
es hacer un nido
en el sombrero
del espantapájaros.
En la otra vida
allanarán la imprenta
donde publica hojas
Inéditas el árbol.
Orden social
La tercera persona aludida por el texto (enseñan, persuaden), nos coloca, ineludiblemente ante la pregunta ¿quién enseña? ¿quién persuade? ¿a quienes no se puede contradecir? Y la respuesta nos remite al título del poema, el orden social. Ese orden social, que tiene nombres, rostros que distribuyen privilegios, lugares geográficos y lugares sociales, que cede la voz y la quita, que establece itinerarios para circular, para leer, para pensar. Orden consolidado por las instituciones anquilosadas en sus jerarquías y en sus discursos que protegen recíprocamente sus espacios de poder. La imagen del gato regado para disuadir el estado de celo, habla de una práctica habitual que llevada al plano metafórico puede interpretarse como la imposición de ese orden social sobre el placer y la permanencia del tabú del sexo.
La alusión a la otra vida (donde allanarán la imprenta de las hojas del árbol) orienta la interpretación al menos en dos direcciones, por un lado el oximoron constante entre vida muerte, donde los límites de cada una se desdibujan, y por otro en el pliegue político del discurso, el allanamiento, la persecución de la palabra instalada en la hipérbole, donde publica las hojas inéditas el árbol.
Volviendo a la consideración de Molho, podríamos decir que el discurso poético que propugna Adet (como asimismo Jacobo Regen y Ricardo Martín Crosa, en la misma generación) es un contradiscurso hacia una burguesía acomodaticia, una economía feudal, una hipocresía social. Este contradiscurso se despliega como isotopía a lo largo de la obra poética, en El hueco podemos leer ejemplos tales como:
Y hay en el mundo a toda hora un
eclipse de hombres.
Las nubes
En este caserío donde rondan
aullándonos los hombres y los ríos.
Donde en una emboscada,
en el desierto, la vida.
Víbora en combustión de sangre fría.
La que desmemoriados recordamos,
la vida.
(...)
Aquí donde dejamos una huella,
la sombra del que riega un árbol muerto.
Telarañas visillos de la luna,
perros de manicomio
en este pueblo.
Luna de pueblo
Otro señalamiento que puede realizarse aquí parte de la configuración sintagmática del texto: la frase es el simulacro de la dispersión, el límite que es abruptamente fragmentado, poblado de elipsis, un espacio de desarticulación de la lógica y la previsibilidad. El ritmo del poema se define en las suspensiones, en las estructuras predominantemente heterométricas y en la presencia de proposiciones subordinadas. Podría decirse que hay cierto exhibicionismo de la discordancia, que se orienta otra vez a la provocación al lector.
La dificultad que plantea el texto para sistematizar contenidos, los desplazamientos constantes de la voz enunciativa, y la búsqueda de un orden simbólico convergen en un sistema que consolida lo ilegible. La corrosión de lo hegemónico no puede plantearse sino desde el mutismo, la irreverencia y el desdén que ponen en escena una semiosis de la escritura; no creada sino parida, no desplegada sino cercenada, no develada, sino investida.
Los rasgos caracterizados hasta aquí como dominantes en los textos se pueden leer como una ruptura en la genealogía de la poesía salteña, un intento efectivo por sacar del habla toda posibilidad de ritualización, el trastrocamiento es entonces causa y efecto de un "enrarecimiento del discurso" (Foucault;1992). La violencia que el sujeto del discurso ejerce sobre las palabras quiebra las regularidades y el acontecimiento se expande sobre la significación.
La violencia funda un lector siempre interpelado, criticado, al que se lo confronta a cada paso con las diversas caras del mundo y con sus propias convicciones. Se genera así el malestar como efecto del discurso descentrado, y quizás este sea uno de los motivos por los cuales la obra de WA ha tenido escaso reconocimiento fuera del ámbito de su provincia, y el olvido ha sido aún mayor después de su muerte.
El carácter provocativo de los poemas y los ensayos conmina al lector a mirar otro rostro del mundo y no siempre lo encuentra dispuesto; lo imprevisible presente en todos los niveles del texto funda la distancia entre el lector y una obra que exige pensar que la poesía desde el 60 tiene otro paisaje.
BIBLIOGRAFÍA: