VI Encuentro de Lingüística del Noroeste.

Hermosillo, Sonora, México. 29, 30 de noviembre, 1o. de diciembre de 2000.

Tú frente a yo. Problemas de enunciación

Por Susana Arroyo Hidalgo

Tec de Monterrey, Campus Estado de México

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

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"…¿para qué se quieren todavía el yo y el , si el mismo niño

desde que aprende a hablar usa al principio su nombre propio

en lugar del yo, mucho más difícil?"

 

Karl Bühler, Teoría del lenguaje, Revista de Occidente, 1963, p. 137.

 

Desde hace ya varias décadas se ha considerado la posibilidad de llevar a cabo el análisis del yo con especulaciones tanto psicológicas como filosóficas. El estudio que presenta K. Bühler sobre los mostrativos yo, y ahora, considera los signos to-dícticos en una relación comunicativa en la cual se orienta al interlocutor adecuadamente. Los demostrativos son señales en el lenguaje corriente. Para Bühler, las palabras yo y remiten a los actores en el drama verbal actual, a los actores de la acción verbal; con ellas se denomina en su función principal al emisor y al receptor del mensaje lingüístico. El yo remite a mí como instrucción lingüística. El , sin embargo, es, normalmente, un preludio en el trato próximo que comienza con la palabra apelativa y luego distribuye los papeles de la anunciada acción verbal. Las partículas deícticas yo y , al ser indeclinables, pueden estar o no en función pronominal, puesto que se encuentran en función deíctica. Bühler hace intervenir la situación para que la función deíctica se cumpla en un plano mostrativo.

El momento de la actuación es, para Michel Butor (Sobre Literatura II, Barcelona, Seix Barral, 1967), aquél en el que entran obligatoriamente en juego las tres personas del verbo: dos personas reales, el autor que cuenta la historia, y que en la conversación usual correspondería al yo, el lector a quien se la cuenta, el , y una persona fictica, el héroe, aquél de quien se cuenta la historia, el él. El yo del autor, para Butor, se proyecta en el mundo ficticio con el yo del narrador por medio de un presente desaparecido. "En aquellos momentos yo aún no sabía que…". El manejo de la segunda persona se caractriza por aquél a quien se cuenta su propia historia. Butor señala los deplazamientos de personas en francés, en los que considera el vous, no como un tu repetido varias veces sino como la composición de tu y de il. Al aplicar esta composición, se tiene el plural de cortesía francés; al aislar a uno de los integrantes del grupo entonces el vous se escinde en un tu y numerosos il para volver a formar una unidad. El nous es considerado no como un je repetido varias veces sino como un compuesto de tres personas; considera el nous anterior al je. Todos los pronombres pueden difuminarse, para Butor, en una tercera persona indiferenciada, en francés, el on, afín a la primera persona del plural.

Émile Benveniste (1984), por su parte, señala que al ordenar por su sucesión y referidas a esos seres que son yo, y él, no se hace sino trasponer a una teoría pseudolingüística diferencias de naturaleza léxica, sin instruirnos acerca de la necesidad de la categoría ni ni sobre el contenido que implica ni a propósito de las relaciones que reúnen las diferentes personas; podremos solamente llegar a ellas por lo que las diferencia. Benveniste sitúa el manejo de los pronombres en la instancia verbal. Contrasta su estudio con las definiciones que los gramáticos dan del árabe en tanto que la primera persona es el que habla, la segunda al que se dirige uno pero la tercera es el que está ausente. Benveniste demuestra (op. cit.) que en las dos primeras personas hay a la vez una persona implicada y un discurso sobre esta persona. Yo designa al que habla e implica a la vez un enunciado a cuenta de yo, diciendo: yo no puedo no hablar de mí. En tanto que en la segunda persona es necesariamente designado por yo y, al mismo tiempo, yo enuncia algo como predicado de . En la tercera persona, un predicado es enunciado fuera de yo-tú; de tal suerte tal forma queda exceptuada de la relación por la que yo y se especifican. Para el estudio que nos atañe en esta comunicación: los problemas de la enunciación en tanto que se encuentra frente a yo, no nos interesa la dilucidación de la tercera persona él, aun cuando para Benveniste esta forma como persona a la cual llama no-persona queda en tela de juicio. El autor considera que la persona no es propia sino de las posiciones yo y ; la tercera persona en virtud de su estructura es la forma no-personal de la flexión verbal. Señala que una característica de las personas yo y es su unicidad específica: el yo que enuncia, el a quien yo se dirige son cada vez únicos, ejemplificándolo con el je est un autre de Rimbaud en donde yo es desposeído de su identidad constitutiva. Benveniste indica que yo y son inversibles: aquel que yo define como se piensa y puede invertirse a yo, y yo se vuelve un . Acentúa la oposición yo-tú en el interior de la categoría que constituyen, por un rasgo cuya naturaleza lingüística debe ser definida. También señala que la primera persona se dirige a la segunda en un empleo ordinario mas no único y constante pues puede emplearse la segunda persona fuera de la alocución y hacerla entrar en una variedad de "impersonal": vous funciona en francés como anafórico de on. En más de una lengua, sirve de sustituto al francés on. Es preciso, continúa el autor, que se represente una persona distinta del yo para que se le afecte el índice ; toda persona que uno se representa es de la forma , por lo general, la persona interpelada. El puede definirse como la persona no-yo. Llama a esta relación correlación de subjetividad. El yo está en el interior del enunciado y exterior a , pero exterior sin suprimir la realidad humana del diálogo. Yo es siempre trascendente en relación con ; cuando salgo del yo para establecer una relación viva con un ser, encuentro o planteo por necesidad un que es, fuera de mí, la sola persona imaginable. Estas cualidades de interioridad y trascendencia pertenecen en propiedad al yo y se invierten en . Benveniste define el como la persona no-subjetiva, frente a la persona subjetiva que yo representa, oponiéndose ambas a la forma no-persona: él.

Quisiera detenerme en este momento para reflexionar un poco sobre lo establecido por Benveniste, puesto que el autor continúa su disertación en relación con el tránsito del singular al plural, cuestión que sale del alcance de esta comunicación.

Benveniste hace intervenir el proceso de la enunciación lingüística (concepto introducido por Bloomfield), refiriéndose a lo que Charles Morris llama pragmático que incluye, con los signos, a quienes lo usan. Benveniste asegura que yo no puede ser definido más que en términos de locución, no en términos de objetos como lo es un signo nominal. "Yo es el individuo que enuncia la presente instancia del discurso que contiene la instancia lingüística yo". Por consiguiente, se obtiene una definición simétrica para , como "el individuo al que se dirige una alocución en la presente instancia de discurso que contiene la instancia lingüística ". Yo y pertenecen a la categoría de indicadores participantes por su forma y por sus aptitudes combinatorias de clases diferentes. Hasta aquí la aportación que retomo de Benveniste para construir mi comunicación.

Oswald Ducrot (1986), para construir su esquema general de la enunciación y especificar el papel de sus locutores y destinadores eventuales, distingue entre las condiciones particulares de la enunciación producida hic et nunc y el hecho general de la enunciación puesto que el acto de habla individual se asienta en un esquema general de la actividad lingüística, la confrontación entre un locutor y un destinatario. Es conveniente, para Ducrot, afirmar la presencia de la enunciación en el enunciado como elemento de la lengua, es decir, como entidad construida por necesidad de la explicación y no un dato observable. Sin embargo, Ducrot considera la observación de las marcas de actos en los enunciados pues no se deben tratar como fragmentos de enunciación sino como entidades operatorias postuladas por necesidad de la descripción semántica y justificadas únicamente porque permiten dar cuenta del dato, es decir, el uso efectivo del lenguaje. Oswald Ducrot (op. cit.), asegura que la semántica lingüística debe ser estructural en el sentido que se toma en consideración a la enunciación definiendo los objetos de un campo unos en relación con los otros.

Ducrot se basa en Benveniste en relación con la expresión "sui-referencial" para todo acto de enunciación. De suerte que hay al menos un acto de enunciación al que nos vemos necesariamente remitidos en cuanto queremos comprenderlo, y este acto es él mismo. El autor señala que el poder del acto de habla de engendrar un mundo ideal y de legislar para este mundo, se comprende mejor en el momento de la orden (me basaré en el postulado de Ducrot con algunos ejemplos enunciativos, más adelante).

La opinión de Ducrot es la de atribuir al enunciado una realidad semántica como hipótesis interna. Pero también admite que la inmensa variedad de sentidos que aparecen en estas múltiples ocurrencias puede engendrarse a partir de una significación única atribuida al propio enunciado, habida cuenta de las diferencias de situación. Así, detrás de su diversidad, postula la significación del enunciado. La hipótesis externa que señala el autor, se encuentra en relación con la actividad ilocutoria de la enunciación. Cierto tipo de actos se realizan en su enunciación. Algunos argumentos demuestran que ciertos segmentos de enunciados tienen el poder de permitir cuando se los utiliza, una referencia a actos de enunciación precedentes o ulteriores; es decir que ciertos morfemas que deben ser descritos a nivel del enunciado, sólo pueden serlo si se indica su tipo particular de relación con la enunciación.

Ducrot señala en este punto una observación plausible, la que se encuentra entre presupuestos y sobrentendidos. Tras oponerlos como dos formas de implícito, describe la presuposición como un acto de habla ilocutorio, como una cierta manera de postular reglas para el discurso ulterior. Admite, con carácter general, un ilocutorio nacido de la enunciación. Me quedaré en este punto para continuarlo más adelante con los ejemplos que podrían conjuntar el trabajo que aquí se presenta.

Continuando aquí sobre el proceso de la enunciación, Récanati (1981), sostiene que los marcadores de fuerza ilocucionaria son más bien la excepción, y que para interpretar un enunciado siempre es necesario recurrir a la situación de enunciación y realizar un razonamiento inferencial, como en el caso de los implícitos. Esta postura –me refiero a la relación entre implicitud y enunciación en relación con el caso de los deícticos yo y – se ejemplificará más adelante.

Sobre los índices, Peirce señala que sólo ellos permiten distinguir el mundo real del imaginario, lo que no puede hacer ninguna descripción y se requieren, además, para mostrar de qué manera están ligados con los otros signos.

Bühler (1979), considera la palabra yo como todos los posibles emisores de mensajes humanos, y la palabra , la clase de receptores como tales.

Jakobson señala que yo es un protagonista o personaje del enunciado que se identifica con el agente del proceso de la enunciación. Yo es el sujeto de este enunciado y puede ser también el sujeto de este enunciado de acuerdo con Eco (1976). La referencia constante y necesaria a la situación de discurso une el par yo-tú a la serie de indicadores o deícticos, los shifters para Jakobson; los adverbios aquí y ahora que se refieren a yo, pues delimitan la situación espacil y temporal coextensiva y contemporánea a la presente situación del discurso que contiene yo. Es decir, los deícticos forman el sistema de referencias internas a cada situación del discurso cuya clave es yo y definen al individuo a través de la construcción lingüística particular de la que se sirve cuando se enuncia como hablante. La localización deíctica respecto a la enunciación es clara en la comunicación oral en que el polo emisor y el receptor se enucentran situados en un contexto compartido y reconocible. Para Lyons (1980), el contexto es creado y mantenido por el acto de la enunciación.

Klaus Heger (Teoría semántica II) señala que existe una relación deíctico-personal, pero no creada de modo directo, entre hablante y proceso enunciado, en algún punto de la vinculación que existe entre ambos tiene que haber otros participantes sobre los cuales se pueda apoyar dicha relación. Tales participantes pueden existir en dos lugares, a saber, en el acto enunciado y en el proceso enunciado. Se desprende la diferenciación entre yo y no-yo como participantes en el acto enunciativo y de este modo la distinción entre enunciado propio y ajeno; esto correspondería al estilo directo e indirecto, a la cuestión de la relación en que se sitúa el hablante frente a su enunciado aclarado por la unión de lexema verbal y gramema personal. Además, aplica la diferenciación deíctico-personal a los participantes en el proceso (o sea a los actantes).

Catherine Kerbrat-Orecchioni, en La enunciación, tras una exhaustiva demostración de la deíxis de los pronombres personales, discute la expresión de Benveniste "formas vacías" en tanto que lo son quizá referencialmente pero no por cierto semánticamente (como ya lo había esbozado Ducrot), ya que los deícticos tienen un sentido teniendo un contenido conceptual. Considera que los deícticos, al igual que otras formas lingüísticas, remiten a objetos extralingüísticos y no a su propia enunciación como se sugiere con el término "autorreferencial". Los deícticos remiten a su propia instancia discursiva; los deícticos remiten a objetos cuya naturaleza particular sólo se determina en el interior de la instancia particular del discurso que los contiene.

Kerbrat-Orecchioni, reconoce a Benveniste el mérito de haber puesto en evidencia la especificidad deíctica de los pronombres personales sin embargo, señala que el nombre propio denota, en la lengua y en el discurso a un solo y el mismo individuo: yo, nombre propio instantáneo de todo hablante, denotando virtualmente a todos los individuos dotados del don de la palabra, pero su referente cambia en cada una de las instancias enunciativas. La autora asegura que los dos pronombres yo y tú tienen como extensión el conjunto virtual de todos los individuos que pueden funcionar como locutor y como alocutorio respectivamente: son, en una palabra, los mismos. Señala que se trata, como en los verbos ir y venir, los mismos procesos de desplazamiento; sin embargo, no nos dan exactamente la misma información: la descripción (objetiva) del proceso no es la misma, pero el punto de vista (subjetivo) respecto de ese proceso no es el mismo. Define los deícticos como las unidades lingüísticas cuyo funcionamiento semántico-referencial (selección en la codificación, interpretación en la decodificación) implica tomar en consideración algunos elementos constitutivos de la situación de comunicación, que son: el papel que desempeñan los actantes del enunciado en el proceso de la enunciación y la situación espacio-temporal del locutor y, eventualmente, del alocutorio. Lo que varía con la situación es el referente de una unidad deíctica y no su sentido, el cual permanece constante de un uso al otro; el pronombre yo brinda siempre la misma información: la persona a la que remite el significado es el sujeto de la enunciación. Para todas las unidades lingüísticas el referente varía de una enunciación a otra.

Podemos observar, de manera conclusiva, que la relación deíctica de los pronombres personales yo y se manifiesta en la referencia de los actantes y en la enunciación de la información.

Los ejemplos que presentaré a continuación permiten el reconocimiento de algunos aspectos contrastivos en relación con esta oposición.

El estudio se llevó a cabo de la siguiente manera.

Hipótesis: si el pronombre personal yo se manifiesta en términos actanciales como sujeto de la enunciación y contiene a un alocutorio, , que interactúa en el proceso enunciativo, se descrubre, por lo tanto, el reconocimiento de la oposición yo/tú en términos de referencia y de enunciación.

La observación que se ha hecho a lo largo de dos años en relación con diversos tipos de enunciación de la primera persona en la que se incluye una segunda persona () en referencia a la primera, no explica el fenómeno en términos semánticos o deícticos.

La muestra explica, en cierto modo, la ilocutividad del acto enunciado en relación con la implicitud de la segunda persona en la primera.

Se pidió a 120 alumnos universitarios en edades de entre 18 y 20 años, de ambos sexos: 60 hombres y 60 mujeres, que redactaran una instrucción en la cual llevaran a cabo una descripción del proceso. Esto se hizo con el fin de observar sus manifestaciones deícticas en relación con la primera persona y la segunda.

Todos contestaron a la pregunta: ¿Cómo se puede alguien divertir en la noche?

Se observa lo siguiente:

En 37 casos (17 hombres y 20 mujeres) se da inicio a la instrucción en estilo impersonal en enunciados como:

"cuando uno quiere divertirse por la noche tiene que ir necesariamente al antro de moda"

"primero hay que saber a qué antro hay que ir"

"para empezar el ritual es necesario llevar el suficiente dinero"

"se necesita analizar los factores externos del antro…"

"hay que saber qué carro se va a llevar"

"deben ir varias personas"

"es importante que vayan chavas…"

En 25 casos (17 hombres y 18 mujeres) se manejó la respuesta en primera persona:

"quiero decir que a mí me encanta el Rimel"

"debo saber con quién y cómo voy a ir"

"me gusta que me inviten a la mera hora"

"no suelo visitar antros con frecuencia pero…"

En los 58 casos restantes (26 hombres y 22 mujeres), dieron inicio a la descripción en segunda persona:

"llegas al antro y si llegaste temprano y no hay mucha gente pues ya la hiciste"

"lo primero que tienes que hacer es acercarte al cadenero"

"llevas una buena pareja para que te dejen entrar al antro de moda"

"debes saber a qué antro quieres ir"

"escoges el antro y vas bien vestido"

"necesitas ponerte de acuerdo con las personas con las que vayas a asistir"

La descripción continúa de diversas maneras, se mezclan los distintos estilos: se, uno, hay que, yo, tú. Hacia la mitad de la descripción 45 de los 50 entrevistados (28 hombres y 17 mujeres) continuaron y concluyeron su explicación empleando la segunda persona sin ser imperativo:

"dentro del antro dejas tus objetos personales"

"no puedes introducir bebidas"

"te diviertes y no tomas en exceso"

"llegas al antro como a las 10"

"en la puerta le das al cadenero tu nombre"

"deja tu chamarra o lo que lleves puesto en el guardarropa"

"te vistes para la ocasión

"buscas la mirada del cadenero"

"a veces ya que pagaste la botella los meseros ni te pelan"

"cuando tienes un conocido en la puerta entras rápido"

"tienes que dar buenas propinas"

"tienes que superarreglarte"

"no tienes que vestirte como normalmente lo haces"

"tienes que llegar temprano, te eligen y entras"

"debes llamar al tipo por su nombre"

"es conveniente que si eres mujer lleves un escote pronunciado"

"si tienes algún problema, tener listo el billete para sobornar"

"no olvides tu credencial de elector"

"es recomendable que cuando asistas vayas acompañada de niñas u hombres guapos o bien parecidos pero hay que llevar dinero"

"sueles tardarte de una hora a hora y media para entrar"

A manera de conclusión, en un trabajo que aún se encuentra inconcluso, puedo observar lo siguiente:

1o. Los jóvenes tienden a efectuar una asimilación entre yo y . Al hablar en primera persona, hacen participar al alocutorio de su experiencia.

2o. De acuerdo con Kerbrat-Orecchioni, los deícticos remiten a su propia instancia discursiva, por lo tanto el subjetivismo de la primera persona invita de alguna manera (según palabras de la propia Kerbrat-Orecchioni) a participar psicológicamente en la narración del locutor.

3o. Lo que varía con la situación es el referente. En los enunciados en los que existe la asimilación, no ha cambiado el referente sino la instancia discursiva.

4o. No hay consistencia en la descripción.