(Nombres)
"Eheyé asher eheyé"
(Yo soy quien soy)
Parashá: Ex. 1,1- 6,1
Haftará: Is 27,10-28,13 y 29,22 o bien Jr 1,1-2,3
E
n el momento de la Alianza entre las partes Dios le dice a Abraham: "Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años." (Gn 15,13) Estos Cuatrocientos años han pasado como una exalación y nuestra parashá nos relata que "Y miró Dios a los hijos de Israel y los reconoció Dios" (Ex 2,25). Este último "reconoció" corresponde al precedente "Ten por cierto".
L
a esclavitud en Egipto, el nacimiento, la infancia y la juventud de Moisés, su huida a Madian, Dios que se le revela en medio de la zarza ardiente, su misión ante el faraón, el apoyo de su hermano Aharon, la confrontación con la monarquía, los primeros acontecimientos en el camino a la libertad, todo ello es el objeto de esta parashá.
M
e detendré sobre tres palabras que son tenidas entre las más importantes de la Torá -así como los dos versículos siguientes- tres palabars que a lo largo de los siglos, y a propósito del problema de la fe, fueron el centro del pensamiento teológico y de la reflexión filosófica: Eheyé asher eheyé [traducido de diversas maneras "Yo soy quien soy"; "Yo seré el que seré".]
C
uando Moisés pregunta "Y si los hijos de Israel me preguntan ¿cuál es su nombre? ¿Qué les responderé?" (Ex 3,13), es decir, cuando plantea la cuestion: Cómo puedo conocer a Dios? Él recibe por respuesta "Eheyé asher eheyé."
E
sta célebre expresión ha recibido incalculable número de explicaciones, ha suscitado inumerables reflexiones y ha producido distintas concepciones e incluso antagónicas de la fe. Está muy claro que estas palabras tienen como raíz eye "ser" y que se refieren, pues, a la existencia."Eheyé asher eheyé" -es la existencia verdadera la que constituye la esencia de la Divinidad, o por decirlo en los términos que utiliza Maimónides: "El ser verdadero", que Moisés ha conocido en "la verdad de su Ser."
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or lo tanto, después de haber dicho a Moisés: "Así dirás a los hijos de Israel: Eheyé me envió a vosotros", añade Dios: "Así dirás a los hijos de Israel: el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me envía a vosotros; este es mi nombre para siempre; este es mi memorial por todos los siglos." Esta repetición de la fórmula "Habla a los hijos de Israel" sigue sin que Moisés haya planteado ninguna otra cuestión. Así pues, ¿debía dar una o dos respuestas distintas a los hijos de Israel? Él mismo recibió el conocimiento de Dios , en tanto en cuanto que "Eheyé asher eheyé", es decir conocimiento de Dios en su divinidad en tanto que tal, sin vínculo con las funciones que nosotros le atribuimos. Parece que pide que Moisés transmita estos mismos términos a los hijos de Israel. Pero, he aquí, que acto seguido le propone otra respuesta. Llegar al conocimiento de Dios desde el único punto de vista de su divinidad es, en efecto, una cosa muy difícil que solo los más grandes creyentes han conseguido. Los fieles, en su gran mayoría, no acceden a la fe en Dios, sino a través de las funciones que se le atribuyen, las cuales están en relación con su propia suerte y la de su nación, concepción dibujada como aquella del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
L
a primera concepción de la fe, así de profunda, y que parece pertenecer a las más altas especulaciones teológicas, la encontramos expresada por tanto, que se puede considerar como la expresión naif de la fe judía, véase el sidur. Así, se lee en las bendiciones de la mañana: "Tú fuiste antes que el mundo fuera creado, Tu eres después que el mundo haya sido creado." Esto es reconocer como si Dios no tuviera lugar en el mundo, conocerlo a Él mismo, en tanto que Existencia verdadera. Así, le recomienda a Moisés: Diles: Eheyé me ha enviado a vosotros." Pero si ellos no comprendieran este mensaje, añadirás: "El Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me ha enviado a vosotros", es decir, el Dios que vosotros ya conocíais por lo que el hizo con nuestros padres, y que ahora sabemos que interviene en favor nuestro.
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sta es la diferencia fundamental que se puede establecer entre los dos niveles de la fe, cada uno de ellos reconocido como lícito: Conocer a Dios en su divinidad o conocerlo por las funciones que los hombre le atribuyen. Se pueden deducir dos aproximaciones diferentes del servicio de Dios que el talmud define como "interesada" y "desinteresada". Servir a Dios de un modo desinteresado, por él mismo, es reconocer su divinidad, mientras que servirle por interés, es esperar o creer o confiar que se obtendrá algún tipo de beneficio por ese servicio. Estos dos principios están admitidos, tal como lo enuncia Maimónides con gran claridad: "La Torá autoriza a los hombres a servir a Dios y a observar sus preceptos con la esperanza de una recompensa, y evitar el pecado por miedo al castigo."
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i la Torá lo permite, ¿quién soy yo para prohibirlo? No de otra forma la expresión "la Torá lo autoriza" deja entrever una exigencia que sobrepasa esta actitud, a saber, un tal conocimiento de Dios que se encuentra formulado en las palabras "Eheyé asher eheyé", que Moisés pudo entender y que puede serlo para aquellos que siguen sus pasos. Existe, sin embargo, otra forma de creer en Dios, permitida por la Torá, en tanto que "Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob".
M
e gustaría hacer una última reflexión. Está escrito que Moisés se cubrió el rostro "porque temía ver a Dios" (Ex 3,6). Por otra parte, algunos capítulo después y refiriéndose a Moisés, podemos leer "El Eterno hablaba con Moisés cara a cara" (Ex 33,11) y "lo que él contemplaba era la misma imagen de Dios" (Nm 12,8). No hay ninguna contradicción entre estos versículos ya que la imagen que contemplaba Moisés se refiere al verdadero conocimiento de Dios, a saber, que ningún hombre podía conocerle. Así, Moisés "se cubrió el rostro" porque el conoció a Dios.
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sta misma idea fue expresada por Rashí de una forma muy penetrante, un autor que es considerado como la expresión fe naif pero perfecta. Él añade este comentario en una cita del Talmud: "Todos los profetas miraron en un espejo oscuro, mientras que nuestro maestro Moisés miró en un espejo claro." Rashí explica este texto completándolo: "Todos los profetas miraron en un espejo imperfectamente claro y creyeron haber visto, sin embargo Moisés -nuestro maestro- miró en un espejo perfectamente claro (es decir que aparentemente él pudo ver a Dios) y él supo que no lo había visto de cara." Este es el conocimiento del Dios trascendente.
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