YITRO

(Jetró)

"Jueces, hombres eminentes, temerosos de Dios, amigos de la verdad y enemigos del lucro."

 

Parashá: Ex. 18,1 - 20,26

Haftará: 6,1-7,6 y 9,5-6

 

Parece difícil, en tan poco espacio, decir alguna cosa de peso a propósito de la grandiosa Revelación del monte Sinaí y de a entrega de la Torá. Sin embargo, podemos aportar nuestro comentario a este prodigioso evento.

La parashá Yitró no empieza con la entrega de la Torá y el episodio del monte Sinaí, sino con la llegada de Jetró, el suegro de Moisés al campamento de los hebreos. Aconseja a Moisés como mejorar el gobierno y la gestión del pueblo, gracias al nombramiento de un juez cada mil, cada cien, etc...

Uno puede considerar este episodio bajo varios ángulos. A partir del texto, parece que Moisés no había tenido la intención de organizar el pueblo según un sistema administrativo. Su proyecto era gobernar según la inspiración divina que llegaría al pueblo a través de su mediación -mediación de un hombre que conoció a dios cara a cara. Intentará concretizar este proyecto. Leemos que estuvo sentado "desde la mañana hasta la tarde" (Ex 18,13) y juzgó al pueblo gracias al Espíritu Santo.

Pero seguidamente aparece su suegro no judío, que le reprocha que Israel necesita, al igual que una dirección basada en la palabra de Dios, estructuras e instrumentos humanos que están en las fuerzas y las capacidades propias de los hombres. Es por ello por lo que se nombrarán a funcionarios para que administren y juzguen a la nación, y se exige de ellos que sean "eminentes, temerosos de Dios, amigos de la verdad y enemigos del lucro." (Ex 18,21) raras capacidades humanas pero que son humanas. No se exige de ellos que los visite la inspiración divina.

De esta forma, las funciones administrativas y jurídicas basadas en la Torá se dejan en manos de los hombres que se comportan en función de su saber, de su comprensión de la Ley divina y de su deseo de cumplir la Torá.

El nombramiento de administradores y jueces antes que la entrega de la Torá nos plantea una pregunta importante: ¿En base a qué tenían que juzgar? No había ni leyes ni jurisprudencia preexistente en la que basar sus juicios. Esto significa que Israel, antes de recibir un libro de leyes escritas, ya tenía un sistema admitido de reglas y leyes, pero que no estaba escrito.

Si utilizamos los conceptos fundamentales de la teología judía de una época más tardía, diríamos que la Torá oral precedió a la Torá escrita. Es evidentemente que la precedió. De otra forma, ningún sistema administrativo, gubernamental y jurídico no habría sido posible antes que fuera entregada la Torá, que definirá por escrito este sistema.

Esta enseñanza es válida para todas las épocas, para la comprensión de la historia judía así como para los problemas que encontramos en cada generación, comprendida la nuestra. Sin la Torá oral, que tiene su origen en la comprensión que hacen los hombres de la Torá divina y gracias a la cual ellos adoptan sus decisiones, sería imposible un sistema administrativo y acorde a la Torá. La condición de la existencia de un mundo según la Torá y sus preceptos reside en la comprensión de la Torá por parte de los hombres, su puesta en práctica con voluntad sincera. Pero esta puesta en práctica se hace según su juicio y en referencia a las "necesidades del momento."

Pero la Torá oral no prevalece sobre la Torá escrita solo desde un punto de vista cronológico, como lo constatamos en esta parashá, también la precede en el plano de las ideas. Aprendemos la Torá escrita con el sincero deseo de ponerla en práctica a través de la Torá oral. Si ésta cristaliza se convierte en una Torá escrita, entonces se hace necesario que a su turno tenga su Torá oral, en ausencia de la cual la Torá escrita no puede sobrevivir. El gran problema del judaísmo contemporáneo es saber si también hay una Torá oral para nosotros.

 

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