(Ofrenda)
Ellos me construirán un santuario
Parashá: Ex 25,1 -27,19
Haftará: 1Re 5,26 - 6,13.
"Dí a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda... y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos." (Ex 25,2-8) La historia de la construcción del Santuario y de sus utensilios, que se extenderá a la totalidad de las parashás Terumá y Va yajel, y en parte de las de Tetsavé, Ki tisá y Pekudé, empieza por estos versículos. El santuario, con sus utensilios debía servir de marco para el servicio de Dios que se expresaba por un culto sacrificial de acuerdo a las modalidades precisadas en Levítico. La Torá consagra de 250 versículos a 300 a esta construcción del Santuario sin contar los otros 90 de Tetsavé y Pekudé, que describen la confección de los hábitos sacerdotales, también utilizados para los sacrificios.
Al inicio del libro de Génesis hemos leído: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra;" la historia dela creación del universo con todo lo que contiene, el cielo, la tierra, y todos sus elementos, el sol, la luna y las estrellas, que comprende también nuestro planeta con sus mares, sus montañas, su flora y su fauna, e incluso nosotros, los seres humanos, que la habitamos. Para toda esta narración la Torá consagra 31 versículos. Si añadimos la conclusión de la creación, a saber, el pasaje que referido al Shabat, obtenemos un total de 34 versículos. Si, paralelamente, añadimos a la narración de la construcción del Santuario que concluye su realización, comparable a la conclusión de la creación por el Shabat, obtenemos más de 400 versículos que tratan de una cabaña de 20 planchas de largo por ocho de ancho y que no tiene otra cosa que un simple toldo para cubrirla. La descripción de la construcción del Santuario, de la madera de la que está hecho, ocupa dos veces má que el espacio que la totalidad de la creación del universo.
¿Cómo hay que comprender esta paradoja que tiene efectivamente un profundo significado?
La finalidad de la Torá no es dar al hombre una información sobre la estructura del mundo sino decir algo significativo sobre su existencia en el marco de este mundo. Y este significado no es otra cosa que el culto a Dios. El mundo, en sí mismo, tal como lo conocemos, nos es presentado como una creación de Dios. El es quien es, independiente de la relación que el hombre tenga con él. Así la creación es indiferente a los objetivos, a las funciones u obligaciones, incluso a las creencias, a las concepciones y opiniones, a las esperanzas y visiones de los hombres.
Por contra, la cabaña del Santuario no es un don natural, sino el producto de una actividad humana, conforme al precepto de la Torá. "Ellos me prepararán una ofrenda." Se trata de una exigencia hecha al hombre. "Me construirán un Santuario." Los hombres tienen que hacerlo. Lo que existe en el universo creado no tiene importancia o significado particular para el ser humano. Solo las tareas incumben al hombre, las exigencias que se le hacen -y no aquellas que le son hechas de una forma natural- son importantes y significativas. El mundo, con todo lo que contiene no tiene significado. Lo conozco a través de las investigaciones científicas que hago y no tengo que preguntarme más acerca de mi relación con esta realidad. Por contra, el mundo de los valores, los preceptos impuestos al hombre, las obligaciones que asume, no son unos dones naturales. Esta cabaña que no tiene otro significado que el de servir a Dios, y que el hombre ha construido con es objetivo, es lo que simboliza el servicio a Dios como un valor supremo.
"Ellos me construirán un santuario para que viva en medio de ellos." Cuando la gente construye un santuario en honor de Dios, invitan a la Presencia Divina (Shejiná) a residir en medio de ellos. El mundo adquiere su valor y significado si, en su marco, los hombres sirven a Dios. El mundo en sí mismo no es significativo; lo que sí lo es es el servicio de Dios en el mundo. Esta es la razón por la que la narración de la construcción del santuario ocupa en la Torá un lugar mucho más importante que la creación.
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Una última nota sobre los utensilios utilizados en el Santuario. Las barras debían permitir el traslado del Santuario de un lugar a otro. Para el altar de cobre, el de oro, la mesa, el candelabro, era suficiente meter las barras en las argollas para ese uso, en los momentos en los que se tenía que transportarlos. Por contra, las barras del Arca que encierra las Tablas de la Ley, siempre estaban puestas. ¿Por qué?¿Cuál es su significado?
Todos los utensilios que se utilizaban en el servicio divino ocupaban en principio un lugar específico -"el lugar que Dios escogerá"- en el interior del Santuario. Las barras, entonces, se utilizaban en los momentos precisos del traslado. Por contra, el Arca, que simboliza la Torá, estaba destinada por esencia a ser desplazada de un lugar a otro. Así pues, las barras siempre estaban listas. La Torá no se refiere a un lugar específico. Es la Ley del hombre, en tanto que hombre, ahí donde se encuentre. Esta es la razón por la que el Arca siempre estaba lista a ser movida, para mostrar de una forma evidente que, por su propia naturaleza, puede ser desplazada.
La tradición midráshica expresa esta idea de diferentes formas. Explica porque la Torá, no solo no fue dada en la tierra de Israel, sino también lejos de toda zona habitada, en el desierto, en una tierra que no pertenece a nadie. El midrash utiliza el término griego demosion, que significa propiedad pública. La Torá no pertenece a un territorio particular, sino más bien al hombre, en tanto que hombre, ahí donde se encuentre. Así pues, fue entregada deliberadamente en el demosion para indicar que está destinada a todos, de la misma forma que el desierto, tierra sin propietario, está abierto a todos.
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