Vayajel - Pekudé

(Convocó - Distribución)

"Trabajaréis seis días, pero el séptimo día será para vosotros."

 

Parashá: Vayajel Ex 35,1-38,20

Pekudé Ex 38,21- 40,38

 

Haftará: Para Vayajél 1 Re 7,13-7,50

Para Pekudé 1 Re 7,40- 8,21

 

Las dos parashiot de Vayajél y Pekudé parecen repetir las precedentes Terumá y Tetsavé. Antes hemos comparado el importante lugar que consagra el Pentateuco a la minuciosa descripción del Santuario a la más sucinta narración de la creación del mundo. Esta disimetría nos ha parecido, en el plano de la justificación, de una gran importancia. Según los argumentos que he avanzado, nos enseña que el estatuto de la fe del hombre en Dios no puede alcanzarse a través del conocimiento que el ser humano tendría de la intervención divina en el mundo, sino por el cumplimiento del servicio de Dios que el hombre realiza en el mundo.

La repetición en Vayajél y Pekudé de cuestiones que ya se han tratado encierra una alusión muy significativa respecto a esta idea. Antes de recordar el precepto y la narración del construcción del Santuario, se encuentran tres versículos intercalados que interrumpen el hilo de la narración para plantear una cuestión que no parece tener relación con el tema que se discute, se trata del Shabat. Estos tres versículos no solo interrumpen el desarrollo, de varios centenares de versículos, sino que plantean la cuestión del Shabat de una forma singular, sin equivalente en el corpus de textos legislativos que se presenta a Israel. "Moisés convocó a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: Estas son las que el Eterno ha mandado que sean hechas." (Ex 35,1) Nos encontramos en medio de cuestiones concernientes al Santuario cuando Moisés declara a todo el pueblo reunido: "Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para el Eterno; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá."

Después de esto, como si esta interrupción no hubiera tenido lugar, volvemos a las palabras rutinarias (35,4-5) "Moisés habló a toda la comunidad de los hijos de Israel: He aquí que el Eterno me ha ordenado que os diga. Tomad de entre vosotros ofrenda para el Eterno" con el fin de construir el Santuario. Sigue la larga narración de la construcción del santuario. ¿Qué significan en este lugar los versículos dedicados al Shabat precedidos por la solemne introducción "Moisés convocó a toda la congregación de los hijos de Israel"?

El Shabat es el supremo símbolo de la existencia del mundo, el mundo y todo lo que contiene, este mundo de Dios: "porque el Eterno ha hecho el mundo en seis días los cielos, la tierra, el mar y todo lo que contiene, y descansó al séptimo día." (Ex 20,11) En consecuencia, vosotros que estáis en la construcción del santuario, no olvidéis su significado. Esta construcción es la obra exclusiva del trabajo humano, sin intervención divina ni milagros. Los materiales utilizados son transportados por los hombres, el trabajo es realizado por manos humanas, los artesanos que dirigen los trabajos son designados por sus nombres, y el verbo "hacer" ("Vosotros haréis", "él ha hecho", etc...) se repite innumerables veces. No olvidemos delante de quién se hacen todas estas cosas - ante Aquel que habló y el mundo fue creado. En medio de este contexto se recuerda la santidad del Shabat, un día de recuerdo del acto de la creación y un signo de que esta creación es obra de Dios.

Se plantea otra cuestión: ¿Por qué en este pasaje, en medio de todos los otros trabajos prohibidos, la Torá ha privilegiado la prohibición de encender fuego? A esta pregunta solo puedo responder con una hipótesis. El descubrimiento del fuego constituye el inicio de la civilización humana. Todo trabajo destinado a obtener aquello que la naturaleza no ofrece directamente al hombre, es decir, los productos de la civilización. El origen de esto es el hecho que el hombre prehistórico, después de miles de años, aprendió a encender fuego. El inicio de Vayajél nos plantea toda la civilización humana como iluminada por la conciencia del día del Shabat, símbolo de la pertenencia del mundo a Dios.

 

Estas dos parashiot que repiten la narración de la construcción del Santuario encierran otra alusión. Se la encuentra en el paralelo que se hace entre el culto que el hombre ofrece a Dios en el mundo y la Creación del universo por parte del Eterno. El cierre de la historia de la creación está marcado por los versículos bíblico más famosos: "Así fueron terminados los cielos y la tierra y todo lo que contienen" (Gn 2,1) Encontramos la misma fórmula al finalizar el santuario: "Así fueron terminados todos los trabajos del Santuario de la Tienda de reunión." (Ex 39,32) Es difícil creer que esta similitud no encierre una intención: "El cielo y la tierra fueron terminados" resuena en "Así fueron terminados los trabajos del Santuario de la Tienda de reunión." Pero además encontramos otra, después de terminados los cielos y la tierra, en esta fórmula: "Dios bendijo el Séptimo día y lo santificó." (Gn 2,3). De la misma forma leemos después de la construcción del Santuario: "Y Moisés los bendijo" (Ex 39,43) es decir, bendijo aquello que habían terminado. "El cielo y la Tierra fueron terminados" corresponde a "fueron terminados los trabajos del Santuario" - y "Dios bendijo el séptimo día" a "Moisés los bendijo." El paralelismo es evidentemente intencionado.

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Concluiremos citando un midrash que opone la construcción del Santuario descrita en esta parashá a la narración de la parashá anterior, la del becerro de oro. En el primer caso, los hijos de Israel reciben el siguiente precepto: "Ellos me traerán una ofrenda." (Ex 25,2) esta ofrenda debía cubrir todo lo que era necesario para la construcción del Santuario. En el momento de su realización, es preciso que todo hombre "de corazón generoso" aporte su ofrenda.

El midrash, tan atento a la letra del texto bíblico, nota que se trata del "bien" -movilizarse para servir a Dios a través de la construcción del Santuario - aquí son "los hombres de corazón generoso" que aportan su contribución. La expresión "todo individuo de corazón generoso" no es para designar ni a todo un colectivo, ni a un pueblo ni a una comunidad.

Por contra, cuando el pueblo, espontáneamente, decide adorar a lo que considera como una divinidad, el becerro de oro, se dice: "Entonces, todo el pueblo apartó los zarzillos de oro que están en las orejas." (Ex 32,3)

De esta forma al "bien" solo responden los hombre de corazón generoso -al "mal" todo el pueblo entero.

En efecto, el culto a Dios, no proviene de un anhelo natural del hombre, sino que exige de él un esfuerzo espiritual ("una generosidad") para superar su naturaleza y aceptar el yugo del Reino de los Cielos. Por contra, el hombre siente una pulsión hacia la idolatría que corresponde a su naturaleza. En un texto muy tardío, escrito tres mil años después de la Torá, el Shuljan Aruj que explicita los más pequeños detalles de los preceptos, la primera palabra hebrea de este texto es Itgaber "superarse" que tiene la misma raíz que guibor "héroe."

No es necesario "superarse" para adorar al Becerro de Oro. Pero servir a Dios constituye un acto de heroísmo. Los Salmos ya designan a los servidores de Dios como "esos héroes poderosos que ejecutan su palabra." (Sl 103,20) Por su propia naturaleza, el hombre está dispuesto a servir al becerro de oro de una forma natural. Pero intentar seguir la palabra de Dios constituye un verdadero heroísmo.

 

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