Tazria - Metsora
(conciba - leproso)
"Y al octavo día se circuncidará al niño"
Parashá Tazria: Lv 12,1 - 13,59
Haftará: 1Re 4,42 - 5,19
Parashá Metsorá: Lv 14,1 - 15,33
Haftará: 2Re 7,3 - 7,20
Tazria y Metsorá - estas dos parashás tratan exclusivamente de las cuestiones que afectan a la corporabilidad del ser humano, a su materialidad más elemental, a su biología. En este sentido, prolongan la segunda parte de la parashá precedente, la de Sheminí, que trata también de la corporabilidad del hombre, de su alimentación. Tazria y Metsora tratan de su sexualidad y de las heridas de su cuerpo.
De entrada, Tazria empieza por la cuestión del nacimiento y es ahí donde encontramos las palabras Y al octavo día se circuncidará al niño (Lv 12,3).
Aparentemente, el precepto de la circuncisión ya ha aparecido en el libro del Génesis en el que representa la noble grandeza de la alianza entre Dios y Abraham -símbolo y signo para todas las generaciones, signo inscrito en el cuerpo de todo judío para marcar esta alianza, la alianza de Abraham. Pero Maimónides avanza a propósito de esto una muy sorprendente y rica en su significado para la fe. Maimónides dice que el precepto de la circuncisión no nos fue prescrito a causa de la alianza de Abraham, esa noble alianza descrita en el Génesis, sino a causa de estas palabras de la Torá, en la parashá Tazria Y al octavo día se circuncidará al niño (Lv 12,3).
Lo que nos liga desde el punto de vista de la fe, no es otra cosa que los preceptos ordenados en el momento de la revelación en el Sinaí, preceptos instituidos desde ese momento para siempre. El culto que se rinde a Dios por el cumplimiento de los preceptos no es para recordar hechos o sucesos antiguos, como se intenta explicarnos hoy en día. Se dice que el significado es simbólico; nos recuerda un suceso antiguo. Este es el caso particular de la circuncisión que se mantiene en recuerdo de la alianza de Abraham. Esta concepción está profundamente arraigada en la conciencia religiosa y se encuentra formulada así: Al octavo día, hacemos entrar al recién nacido en la alianza de Abraham. Es verdad que le hacemos entrar en la alianza de Abraham, pero no porqué se haya concluido una alianza entre Abraham y Dios - o mejor, entre Dios y Abraham- lo hacemos porqué hemos recibido el precepto de hacerlo.
El culto de Dios no es un folclore, en el sentido más auténtico del término. No se trata ni la conmemoración de un pasado, ni la historia del pueblo judío o de los Patriarcas, los padres de la nación. El culto de Dios consiste en el cumplimiento de una orden que nos ha sido dada. Si cumplimos con el precepto de la circuncisión es a causa del versículo: Y al octavo día se circuncidará al niño (Lv 12,3).
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Pero la mayor parte de la parashá trata de la sangre del alumbramiento y de la menstruación, de la pureza y la impureza ritual - de las manchas biológicas de la existencia humana. Los preceptos que se refieren a esto son parte del culto que se rinde a Dios ya que este culto ha sido impuesto al hombre en tanto que hombre; no tanto como criatura espiritual sino en tanto que criatura corporal. Es esta criatura de carne y sangre que debe rendir culto a Dios, no solo con su alma sino también con su cuerpo hacho de carne y sangre, ya que es la unión del cuerpo con el alma lo que da forma al hombre.
La Torá no se preocupa solo de aquello que se dice en la parashá Shemini "Seréis santos, pues Yo soy santo" (Lv 11,45), palabras que uno podría pensar que solo conciernen a las cosas de la conciencia y el espíritu. Trata también de lo que he llamado las manchas biológicas de la existencia humana. Estas manchas biológicas forman parte integrante de la realidad humana natural. El hombre ha recibido la orden de rendir culto a Dios en esta realidad. Es por esto por lo que el Pentateuco como el Talmud se alargan tanto sobre estas cuestiones. La sección Taharot (purezas) que trata sobre estas cuestiones es por su importancia la más larga de las seis secciones la Mishná.
Para nosotros, las leyes de la pureza y la impureza rituales han sido eliminadas ya hace dos mil años. Solo subsiste una cosa, diferente de la pureza o la impureza en el sentido precedente. Son las leyes de la menstruación y de los baños rituales. Esas leyes no son un tema de impureza sino una prohibición impuesta al hombre y a la mujer en su realidad en tanto es.
En analogía a lo que se ha dicho en la parashá Sheminí, a propósito de la función corporal de alimentarse, el ser humano debe acordarse siempre del versículo Al Señor he puesto siempre delante de mí (Sl 16,8). No se contenta solo con comer, sino que come de acuerdo a los preceptos de Dios. La vida conyugal, que puede ser la cosa más fundamental de la existencia humana en tanto que es una criatura viva, si sitúa también bajo el signo de esta conciencia del ser humano Al Señor he puesto siempre delante de mí (Sl 16,8). De esta forma se ha impuesto una disciplina a la vida sexual del hombre y la mujer. El ser humano la obedece por una sola razón: el cumplimiento de un precepto. No tiene ninguna razón de ser, ni social, ni higiénica ni moral. Solo es una expresión superior del culto dado a Dios.
Una idea relacionada justamente en el Midrash de Cantar de los Cantares expresa esta idea. Este texto bíblico, tomado al pie de la letra, trata exclusivamente de la relación entre un hombre y una mujer, y el Nombre de Dios no figura de forma explícita. Pero sabemos que el Cantar se ha convertido por la tradición en un símbolo de unión entre Dios y sus fieles, entre Dios y el pueblo de Israel.
El Midrash se detiene sobre un versículo de Cantar de los cantares que, a primera vista, tiene un carácter manifiestamente erótico "Tu vientre como montón de trigo cercado de rosas"(Ct 7,3) - de aquí se plantea la cuestión ¿Desde cuando uno cerca un campo con lirios? Existe la costumbre de cercar un campo con espinos para que nadie traspase esa valla y entre. ¿Qué significa cercado de lirios? Se trata de los preceptos que son preciosos como los lirios. ¿Cómo?" Es entonces cuando el midrash aborda la cuestión más importante de la vida humana, la de la relación entre hombre y mujer: "Arde en deseos para encontrarse en el tálamo nupcial porque no hay día más agradable para el hombre que aquel en el que va a unirse con su esposa. El se aproxima a ella cuando ella le dice: he visto como una rosa [es decir, una gota de sangre]. El se aleja de ella y ella de él. el se vuelve de un lado y ella del otro. ¿Qué es lo que los ha alejado? ¿Qué serpiente les ha mordido? ¿Qué escorpión les ha picado? ¿Qué valla se ha levantado entre ellos? Son las palabras de la Torá que prescriben. "No te acercarás a la mujer mientras esté en impureza ritual." (Lv 18,19)
A causa de estas palabras, la más fuerte de las pulsiones, el mismo día en el que debía ser satisfecha, se supera. "He aquí la razón por la que se dice "cercado de rosas." Las rosas -ni las espinas ni los cardos - son algunas palabras de la Torá. Este es el servicio de Dios, bajo su forma suprema.
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