Behar (Sobre la montaña del Sinaí)

Bejukotai (Según mis leyes)

"Yo me acordaré de mi alianza"

 

Parasha Behar: Lv 25,1 - 26,2

Haftará: Jr 32,6-32,22

 

Parasha Bejukotai: Lv 26,3 - 27,34

Haftará: Jr 16,19 -17,14

 

Otra vez, obligados por las necesidades del calendario de este año, leemos juntas en la misma semana dos parashas, como ya había ocurrido con Ajarei mot y Kedoshim. Esta vez nos encontramos delante de dos grandes secciones, Behar y Bejukotai, las dos tan importantes que nos volverá a ser difícil, debido al poco espacio del que disponemos, de decir algo significativo sobre ellas.

La parashá Behar trata del año sabático y del jubileo, de la regulación de la realidad socio-económica de una sociedad cuya organización depende de los principios de la Torá: del año sabático o del descanso de la tierra, de la liberación de los esclavos, y si llevamos las cosas al extremo, de la anulación del hecho de la propiedad privada sobre la Tierra de Israel. El propietario de la tierra, según la Torá, se convierte en un arrendatario. La ha arrendado a Dios, señor de la tierra, por cincuenta años.

Se puede poner en duda que este régimen jamás se haya aplicado íntegramente, pero constituye un inmenso proyecto de organización de la realidad social según la Torá.

Bejukotai. La parashá empieza por la gran bendición del pueblo de Israel si cumple con la Torá, pero inmediatamente después vienen las amonestaciones, cuarenta y nueve versículos que ponen en guardia contra la destrucción del país, la destrucción del pueblo, el exilio por el pecado de haber transgredido la Torá. Estas palabras, que Moisés pronuncia en el desierto del Sinaí en nombre del Todo Poderoso, las repetirá 49 años más tarde, justo antes de su muerte, de forma insistente, severa y detallada.

El punto en común de las dos series de advertencias es que no van seguidas de una promesa de redención. La promesa de la redención después de la destrucción y el exilio se encuentra en otro pasaje del Pentateuco, en la parashá Nitsavím, en la cual el retorno [shivá] "Dios te hará volver del cautiverio" (Dt 30,2) está ligado al arrepentimiento [teshuvá]: "Y tú volverás al Señor, tu Dios." Pero en la presente advertencia, como en la de Ki tavó, no se encuentra ninguna promesa de una llegada próxima de la redención. Por contra, se encuentran dos versículos esenciales cuyo significado desde el punto de la fe sobrepasan -por decirlo de esta forma- todo lo que se pueda decir sobre la comprensión de la relación o del vínculo entre el pueblo de Israel y su Dios.

Después de la puesta en guardia contra la destrucción y el exilio leemos: "Me acordaré de mi alianza con Jacob: Mi alianza con Isaac, Mi alianza con Abraham me acordaré y haré memoria de la tierra" (Lv 26,42) Después, a propósito del exilio, dice "Y aún con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo el Eterno soy su Dios. Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios, yo el Eterno" (Lv 26,44-45)

Examinemos más detenidamente estos versículos particularmente interesantes que, a los largo de los siglos, han sostenido el espíritu del pueblo judío. Dicen que Dios se acuerda de la alianza, pero notamos el total silencio sobre lo que sucederá en un futuro. La alianza está presente en el espíritu de Dios: "El se acordará de la Alianza." Estos versículos son los más frecuentemente adoptados por la conciencia religiosa popular dominante como un derecho ancestral "Me acordaré de mi alianza con Jacob: Mi alianza con Isaac, Mi alianza con Abraham me acordaré y haré memoria de la tierra" Lo que significa que poseemos en nuestro activo un derecho ancestral.

Pero aquellos que se apoyan en esta concepción ignoran el hecho que nuestros sabios, que conocían el Pentateuco y estos versículos en particular se plantearon esta pregunta: "¿Después de cuánto tiempo se pierde un derecho ancestral?" El mismo Midrash se pregunta a propósito de este versículo: "Yo me acordaré en su favor de Mi alianza con sus ancestros": ¿Hasta cuándo un derecho ancestral es válido?" Según la opinión de los Maestros del Talmud, este derecho ancestral después de mucho tiempo caduca. Por el mérito de nuestros ancestros, hemos recibido el país, y por nuestros pecados lo hemos perdido.

Novecientos o mil años después de estas discusiones talmúdicas, esta pregunta fue planteada de nuevo entre los tosafistas. Ellos ya tenían el Talmud y lo conocían bien, así como la literatura midrasica tardía, conocían las concepciones religiosas dominantes dentro del pueblo judío; y estos mismos tosafistas admitían como un simple hecho: el derecho ancestral ya no existe más. Uno de los mas grandes tosafistas, Rabenu Tam, precisa que si bien el mérito de nuestros padres no interviene más, la alianza pactada entre ellos, aun es válida y es de ella de la que habla nuestro versículo.

La noción de alianza se puede entender de dos formas. En el caso de Noé, Dios, después del diluvio, contrajo una alianza prometiendo que este diluvio no se repetiría más. El arco iris es el signo de esta alianza, el signo de que las leyes de la naturaleza no cambiarán más. En este caso, está muy claro que la alianza es una promesa hecha por Dios.

Pero existe otro tipo de alianza constituida por un compromiso recíproco entre dos partes que se comprometen la una con la otra a propósito de una cosa dada. Y vemos que es de esta segunda forma que Rabenu Tam entiende la idea de Alianza. La alianza entre Israel y Dios -quizá sería mejor decir entre el Dios de Israel y su pueblo, existe y perdura porque una de las parte se acuerda de la alianza. Pero su realización efectiva depende también de la otra parte.

La Torá, cuando nos habla de la gran promesa "Y me acordaré de Mi alianza", declara que aunque viviéramos en el país de nuestros enemigos, Dios no olvidará su Alianza. Pero no promete la salvación, porqué no hay ningún derecho. Para que la Alianza, que persiste en potencia, tenga consecuencias efectivas, exige actos de la otra parte contractual y esta otra parte somos nosotros.

Conviene recordar esta idea a fin de combatir esta creencia idolátrica tan extendida, en la que se comprenden eso que se consideran como creyentes de Dios y en su Torá: La salvación nos ha sido prometida sin condición. Un texto explícito del midrash enuncia: "Tres cosas han sido dadas bajo condición: La tierra de Israel, el Templo, la realeza de la familia de David." La Torá misma ha sido dada sin condición (así como el sacerdocio de la familia de Aharon).

 

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