Behaloteja

(Cuando enciendas las lámparas)

Este hombre, Moisés, era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra

 

Parashá: Nm 8,1 - 12,16

Haftará: Zac 2,14 - 4,7

 

La Parashá Behaloteja aborda cuestiones muy diversas y encierra muchos preceptos. Algunos conciernen al antiguo Santuario y otros se aplican a todas las épocas. Es rica, también, en sucesos que se tuvieron lugar en el desierto y que tienen una gran importancia para la organización y las reglas internas del pueblo de Israel. Entre ellos, nos cuenta el famoso conflicto (no entendemos perfectamente) que opuso a Miriam y Aharón a Moisés, su hermano.

En el cuadro de la narración, leemos esta nota acerca de Moisés, nota muy célebre: Este hombre, Moisés, era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra. (Nm 12,3)

Los comentaristas rabínicos, de los más antiguos a los más tardíos, revelan que solo conocemos a Moisés por sus acciones. Fue el primer libertador que conoció Israel, su legislador, aquel por el cual la Torá fue dada a este pueblo, aquel que cumplió milagros y prodigios. Su personalidad se nos aparece por sus actos, sin que el Pentateuco nos describa explícitamente su carácter. Excepto en el caso presente, en el que un trazo de su personalidad se encuentra explícitamente indicado.

En ningún otro sitio la Torá no dice abiertamente que Moisés fuera el más sabio de los hombres, ni tampoco que fuera el más justo o el más heroico. Ciertamente, podemos deducir a través de los hechos narrados que era sabio, poseía el conocimiento humano más elevado, que era un justo y un héroe. Pero la Torá ha creído justo -o sea necesario- subrayar este único punto, que Moisés era el más manso de los hombres. Hay largas reflexiones sobre el tema.

Sin ningún tipo de duda, la humildad representa un alto grado en el orden de las perfecciones humanas. La naturaleza del hombre está constituida de tal forma que cada persona tienda a estimarse como grande e importante, consciente o inconscientemente. En otros términos, no está en la naturaleza humana ser humilde.

Ciertamente, existen personas que son humildes. Esta humildad que se encuentra en personas de alto valor humano, por razones de cualidades morales o intelectuales, es el resultado de la crítica interna que estas personas ejercen sobre ellas mismas y que les lleva a conocer sus propios defectos y sus debilidades, y de aquí que intenten superar esta tendencia que lleva al hombre a auto-venerarse, a fanfarronear y a la vanagloria. Entonces se les considera humildes. En su caso no se trata de hipocresía. Este tipo de gente, realmente, han superado la tendencia a sentirse superiores, orgullosos, importantes, sentimientos que normalmente todo hombre siente - y ellos son humildes.

Pero de Moisés se dice: Este hombre, Moisés, era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra. ¿En qué era humilde? Nuestro maestro Moisés es este hombre que ha llegado al grado supremo que uno puede conseguir en el conocimiento de Dios, cosa que los teólogos del judaísmo han reconocido unánimemente.

Uno puede suponer a priori que, habiendo llegado a tal nivel, un hombre no puede ignorar el nivel que ha conseguido. Vemos que uno de los más grandes profetas de Israel, que vivió 700 u 800 años después de Moisés, lo siguiente: Así habla el Eterno: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entender y en conocerme. Que yo soy el Eterno (Jr 9,23-24) Está permitido, pues, que el hombre se glorie del conocimiento de Dios - no del saber en general, de su valentía, o de su riqueza, sino del conocimiento de Dios.

Jeremías fue uno de los profetas que conoció Israel, mientras que Moisés, representa el maestro de todos los profetas. El llegó a un nivel de conocimiento de Dios superior al de los otros. Leemos acerca de esto en el Talmud: Todos los profetas miraban en un espejo imperfectamente claro, mientras que Moisés miraba en un espejo perfectamente claro." Solo el hombre que ha llegado al nivel alcanzado por Moisés, que realmente "comprendía y conocía a Dios", solo él sabe que el hombre no puede ni comprender ni conocer a Dios. Alcanza, entonces, la más alta y verdadera humildad.

En el caso del profetas, su conocimiento le indica que ha llegado a la percepción de Dios y que en consecuencia hay motivo de gloriarse. Pero solo el hombre que llega al nivel de Moisés -del que se dice que hablaba con Dios "cara a cara", que " de toda mi casa, él es el más fiel", o al final del Pentateuco, "que conoció a Dios cara a cara"- puede reconocer y comprender, en la plena aceptación de estas palabras, que el hombre no puede conocer a Dios porque Dios no es cognoscible por el hombre. Esta la humildad más auténtica que solo Moisés podía conseguir. Rashi añade, al margen del enunciado talmúdico aportado aquí, estas palabras penetrantes: "Todos los profetas miraban en un espejo imperfectamente claro y creían haberlo visto, y Moisés -nuestro maestro- miraba en un espejo perfectamente claro (es decir, que aparentemente él podía ver a Dios) y supo que no Le había visto cara a cara."

 

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