Korah

(Coré)

"Los hijos de Coré no mueren"

 

Parashá: Nm 16,1 - 18,32

Haftará: 1 Sm 11,14 - 12,22

 

La sidrá Korah es la que sigue a Shelaj cuyo último párrafo, en contingencia inmediata con la de Koraj, trataba del problema de las "franjas" sobre las que hemos hablado anteriormente.

En apariencia no existe ninguna relación entre los contenidos de estos dos textos. Hablando con rigor, se podría ver una cierta relación entre el suceso de Korah y el asunto de los espías que precede al párrafo de las "franjas", ya que en los dos casos se da una oposición a la autoridad de Moisés. Pero la letra de la Torá no lo presenta así. Así bien, la parashá Korah que se encuentra en relación con el capítulo sobre las "franjas." No entraremos aquí en la famosa discusión del problema de la existencia o ausencia de cronología en la Torá. Sea como fuere estos dos textos se encuentran en relación.

Así pues, si bien el contenido de los textos parece muy alejados el uno del otro -tan alejados como lo están el oriente y el occidente- he aquí que podemos descubrir entre los dos una relación particularmente profunda, a través de una palabra clave que encontramos en un texto como en el otro. Las dos casos en que esta palabra clave aparece no distan más que algunos versículos.

La conclusión del párrafo sobre las "franjas" , que también es el de la shemá, es familiar a cualquier judío que recite el texto con frecuencia "Para que os acordéis y hagáis todos mis mandamientos, y seáis santos a vuestro Dios. Yo el Eterno, vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para ser vuestro Dios. Yo el Eterno, vuestro Dios." (Nm 15,40-41). Inmediatamente después leemos "Coré, hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, de Datán y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet,"acompañados por doscientos cincuenta notables. ¿Qué es lo que tomaron? La dirección de la revuelta contra la autoridad de Moisés, y se dirigieron a Moisés en los término siguientes: "Toda la comunidad, todos sus miembros son santos."

La diferencia entre estas dos santidades es la misma que separa la fe en Dios de la idolatría. La santidad de la que habla el texto sobre las "franjas" no es un don sino un objetivo. No dice: "Vosotros sois santos," sino que enuncia una exigencia (de la que no podemos dudar que ningún hombre nunca podrá alcanzar, pero cada uno debe saber que es una exigencia que le pertoca): "Y vosotros seréis santos." A la inversa, en la conciencia religiosa de Coré y su grupo "toda la comunidad, todos sus miembros son santos." La santidad es algo que nos es dado.

La diferencia entre estas dos concepciones es extremamente profunda. Por una parte, en el texto sobre las "franjas", la santidad es presentada como el estado supremo al cual el hombre puede acceder por la decisión que toma conforme a su fe religiosa. Es llamado a aceptar una gran misión. No se le garantiza nada, nada le es dado, sino que se exige algo de él. Y el creyente considera esta exigencia como un gran privilegio en referencia a aquellos que no les concierne esta exigencia. Por otra parte, la santidad según Coré y su grupo, aparece como una cosa baja y menospreciable: el hombre se libera de hecho de toda responsabilidad, de la misión que le incumbe y de la obligación de esforzarse. Está seguro y convencido que él ya ha adquirido esta santidad. Este fenómeno siempre ha existido, ya que es notorio que un canalla puede enorgullercerse de ser miembro de un pueblo santo.

Para no deformar la realidad, notemos que estas dos concepciones de la santidad siempre han coexistido a lo largo de la historia de la conciencia religiosa judía. Es inútil decir que el universo de leyes y reglas que obligan al hombre, el universo de la halajá - que expresa el esfuerzo del hombre por acercarse a Dios orientando sus actos no según su propia naturaleza, sino según lo que considera como las obligaciones que Dios le impone a través de la Torá- que este campo se acerca ala concepción de la santidad tal como lo enuncia el versículo de las "franjas", repetido cada día por los judíos que dicen la Shemá.

Tampoco se diferencia de la concepción que se encuentra en los hombres de fe sincera, los cuales han creído en una santidad inherente al pueblo judío en tanto que tal, porqué se trata del pueblo judío y no porqué es el portador de cierta misión. Si queremos formular de una forma cínica las cosas, responderíamos lo que dice otro pasaje acerca de Coré y de su grupo que fueron engullidos por la tierra: "Los hijos de Core no mueren." Los hijos de Coré existen y se mueven hoy en día. Se trata de esa gente cuya fe religiosa se expresa por la convicción que una santidad a sido dada al pueblo judío del cual son hijos, y en consecuencia ya han llegado a ese nivel que la Shemá prescribe que el hombre debe esforzarse en conseguir.

Citaré aquí las palabras de un erudito de la Torá, un hombre de fe de nuestra época que, si bien no ha hecho ninguna innovación en este campo, si lo ha formulado de una forma maravillosa. Se trata de R. Yaakov Moshé Harlap, uno de los rabinos de Jerusalén, discípulo eminente de R. Abraham Yitsjak Kook y que ha vivido dos generaciones antes. R. Harlap en un libro de comentarios y de reflexiones que escribió sobre los "Ocho capítulos" de Maimónides, insiste sobre esta idea: ¿Qué es la cosa más importante en la realidad humana? (Esta realidad para él es evidentemente la de su posición frente a Dios.) ¿Es el hecho de conseguir ciertos objetivos, o más bien que el hombre se esfuerce para conseguirlos? R. Harlap, apoyándose en argumentos sacados de Maimónides que él comenta, afirma que lo esencial reside en el esfuerzo hecho por el hombre para conseguir su objetivo. Añade este interesante comentario: el valor del esfuerzo es independiente del éxito o del fracaso en la realización del objetivo. Mejor aún, puede ser que el hombre intente un objetivo imposible de conseguir, pero el esfuerzo hecho en este sentido, constituye el valor supremo. "Para que os acordéis y hagáis todos mis mandamientos" está más allá de las posibilidades de la naturaleza humana. El hombre se encuentra ante el precepto de esforzarse en superar esta condición - en esforzarse en ser santo.

Por el otro lado, encontramos la concepción "coreita" de la santidad como inherente al pueblo de Israel. Esta ha tenido, entre los creyentes, eminentes representantes. La encontramos en el universo de R. Juda ha Leví del kuzarí [pero ausente en el R. Juda haLeví autor de oraciones y poemas de penitencia (selijot) mientras que El Kuzarí representa bien esta idea en el estilo: "Toda la comunidad, todos sus miembros son santos", es decir en el sentido de Coré.] También la encontramos en el Maharal de Praga, más cercano a nosotros, y en R. Kook, que olvida el gran principio de separación entre lo sagrado y lo profano, busca y encuentra la santidad en la realidad concreta del pueblo judío y provoca de esta forma un accidente entre sus discípulos y los discípulos de sus discípulos, un accidente que tiene consecuencias no solo en un plano intelectual, sino también en el plano de la acción.

Conviene, pues, distinguir radicalmente entre la santidad de la que nos habla el final de la Shemá y de aquella que es cuestionada en el episodio de Coré y su grupo, cuyos miembros continúan viviendo entre nosotros hasta hoy en día.

 

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