Devarím
(Palabras)
Parashá: Dt 1,1 - 3,22.
Haftará: Isías 1,1 - 1,27.
El Shabat de la parashá Devarím se llama "Shabat de la visión de Isaías" (Shabat Hazón.) Es el que precede a la celebración del 9 de Ab. En efecto, se ha unido la haftará cuyas las primeras palabras dan nombre a este Shabt. "Visión de Isaías" - una de las maldiciones más duras y más severas que se hayan pronunciado jamás contra el pueblo de Israel, por haber fracasado en el cumplimiento de las tareas que tenía que realizar, fracaso que será la causa de la destrucción del Templo.
A primera vista, no parece existir ningún vínculo entre esta haftará particularmente severa y la parashá que trata, no de la destrucción sino de una construcción. Moisés hace el balance de la marcha del pueblo de Israel en el desierto antes de llegar a su tierra. Recapitula todos los fracasos registrados por la generación del desierto. A pesar de esto, el pueblo ha su país, ha franqueado la frontera y empieza a invadir. Ya ha conquistado las tierras de Sihon y de Og y las ha tomado en posesión. Ha recibido la promesa que conquistará todo el país, sucederá a sus habitantes precedentes y este país se convertirá en el suyo propio.
A primera vista, todas las cosas parecen independientes de cualidades intrínsecas, del comportamiento y de los actos del pueblo de Israel que recibe el derecho a heredar esta tierra y aquella que se extiende ante sus vista. Es un fenómeno aparentemente único en la historia y el texto lo dice de una forma particularmente explícita: "Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que el Eterno juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a su descendencia después de ellos. (Dt 1,8); Y vuestros niños...ellos entrarán allá y a ellos la daré y ellos la heredarán (Dt 1,39); He aquí que yo he comenzado a entrega delante de ti a Sehon y a su tierra; comienza a tomar posesión de ella para que la heredes (Dt 2,31); Dios entregó también en nuestra mano a Og, rey de Basán, y a todo su pueblo, al cual derrotamos hasta acabar con todos (Dt 3,3 y 3,6);Y esta tierra que heredamos en aquel tiempo (Dt 3,12); El Eterno, vuestro Dios, os ha dado esta tierra por heredad. (Dt 3,18)
Pero entre medio de todas estas frases, que parecen definir la singularidad del objetivo histórico que Dios designa al pueblo judío, se encuentran otras indicaciones. Se refieren a otros pueblos y a sus tierras, los vecinos del pueblo de Israel, comprendidos los pueblos que son los enemigos históricos del pueblo judío. Estas indicaciones son muy sorprendentes y no parecen tener ninguna relación directa con la atribución del país de Canaán al pueblo de Israel. Así, por ejemplo, a propósito de los Edomitas se dice: "No os metáis con ellos, porqué no os daré de su tierra ni aún lo cubre la planta de un pie, porqué yo he dado por heredad a Esaú el monte de Seir." (Dt 2,5) Este mismo concepto de "herencia" se encuentra usada a propósito de otros de pueblos que no son el pueblo de Israel y de dominar a su enemigo. Unos cuantos versículos más abajo leemos: "No molestes a Moab ni te empeñes con ellos en guerra; porque yo he dado a Ar su tierra por heredad a los hijos de Lot." (Dt 2,9)
El texto explica que el momento en el que Israel vio cara a cara a los cananeos, el país que es hoy Moab había sido habitado por los Emitas y que habían sido exterminados por los moabitas. De la misma forma se dice sobre los Edomitas: " y en Seir habitaron antes los horeos, a los cuales echaron los hijos de Esaú; y los arrojaron de su presencia y habitaron en lugar de ellos." aquí encontramos una nota explícita: "Como hizo Israel en la tierra que les dio el Eterno por posesión." Dicho de otra forma, la historia de los hijos de Esaú no es diferente de la del pueblo de Israel. El pueblo de Israel no tienen ninguna particularidad desde el punto de vista histórico. Algunos versículos más tarde Moisés vuelve a hablar de los amonitas y de los moabitas asentados en el país en el que antes habían vivido los Refaitas y los zamzunitas: "a los cuales destruyó Dios delante de los amonitas. Estos sucedieron a aquellos y habitaron en su lugar, como hizo con los hijos de Esaú que habitaban en Seir, delante de los cuales destruyó a los horeos; y ellos sucedieron a éstos y habitaron en su lugar hasta hoy." (Dt 2,21-22)
Volvemos a encontrar las mismas expresiones usadas para describir la acción de Dios en favor de Israel. Se añade una nota sobre el pueblo sin relación aparente con la historia del pueblo de Israel: "Y a los aveos que habitaban en aldeas hasta Gaza, los caftoreos que salieron de Caftor los destruyeron y habitaron en su lugar." (Dt 2,23)
¿Cuál es el sentido de todos estos recuerdos concernientes a la historia de diversos pueblos, las conquistas del país y el hecho que ciertos pueblos han suplantado a otros? Nos dicen que la particularidad del pueblo de Israel no reside en los sucesos históricos que le conciernen. Una de dos: toda la historia de la humanidad -la historia del pueblo de Israel y la historia de los otros pueblos del mundo- es el resultado del funcionamiento normal del mundo, completamente dirigida por Dios. O si el pueblo de Israel tiene alguna particularidad, esta no reside ni en la conquista del país ni en el hecho de haberse establecido y suplantado a los otros pueblos - sino en lo que le ha sido ordenado hacer en el país: las obligaciones que se le imponen y de las que los otros están dispensados, esos pueblos a los que también la providencia divina les atribuye las tierra de otros pueblos. De esta forma, el hecho que este texto sea leído en el Shabbat de la visión de Isaías, el Shabbat que precede el 9 de Ab, tiene un profundo significado.
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Examinemos ahora la relación de continuidad entre el texto del libro de las Lamentaciones en relación al 9 de Ab (texto escrito mil años después del don de la Torá) y la misma parashá. En la narración que hace de la travesía del desierto hasta la llegada de Israel a su país, Moisés se queja del fracaso del pueblo durante esta marcha: "¿Cómo llevaré yo solo vuestras molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos?" (Dt 1,12) Ochocientos años más tarde, el profeta Isaías profiere a propósito del fracaso de la conquista del país y del asentamiento de Israel, fracaso por no haber cumplido las prescripciones de lo que les había sido impuesto: "¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora los homicidas." (Is 1,21) (estas cosas parece que estén dirigidas a nosotros también; y ciento cincuenta años después de Isaías ocurrió la destrucción del país.) En las grandes lamentaciones que la tradición atribuye a Jeremías (quizá se trate de una leyenda, pero si no las pronunció el mismo Jeremías, fueron pronunciadas por alguien de su misma generación), dicen "¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa!" (Lm 1,1)
Antes hemos leído, en camino a la conquista del país "¿Cómo llevaré yo solo vuestras molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos?"; una vez instalados en la tierra de Israel "¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora los homicidas."; y al final: "¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa!"
He aquí una filosofía de la historia con un profundo significado. La relación entre la parashá sobre la llegada al país y el nueve de Ab, recuerdo de la destrucción del Templo y del exilio, no es pues fortuita. No se trata de una simple cuestión de calendario sino del significado y la comprensión de la historia del pueblo judío, y, en cierta medida, de los avatares de la historia de todos los pueblos.
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