Va etjan'an

"Imploré al Eterno"

 

Parashá: Deuteronomio 3,23 - 7,11

Haftará: Isías 40,1 - 40,26

 

Va etjanán es la parashá que se lee el Shabat de la consolación, el que sigue al 9 del mes de Ab. También se lo ha asociado con la haftará, el gran capítulo de la consolación de Isaías. Pero las cosas no son tan simples como esto. Es justo en esta parashá en la que se lee el capítulo de la consolación donde se encuentra el pequeño capítulo que se lee en ocasión del 9 de Ab, el capítulo de la destrucción: " Cuando hayáis engendrado hijos y nietos, y hayáis envejecido en la tierra..." (Dt 4,25-26) (Estas palabras se pronunciaron antes de la conquista de la tierra, y anuncian ya lo que sucederá, o lo que podría suceder: que los hijos de Israel corromperán la tierra y también ellos se convertirán en corruptos.) Moisés advierte a Israel: "Pronto pereceréis totalmente de la tierra hacia la cual pasáis el Jordán... no estaréis en ella largos días sin que seáis destruidos." (Dt 4,26) Es justamente el día de Shabat de la consolación cuando la lectura de la Torá comprende este capítulo que, por razón de su contenido, se lee el 9 del mes de Ab. Sin embargo, después de la advertencia "Pronto pereceréis" se abre una perspectiva sobre el futuro: "te volvieres al Eterno, tu Dios... no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que les juró a tus padres." (Dt 4,30-31) Dios no olvida. La verdadera cuestión es saber si nosotros nos olvidamos o nos acordamos.

En este mismo capítulo igualmente se lee: "A ti te fue mostrado, para que supieses que el Eterno es tu Dios, y no hay otro fuera de El... reflexiona en tu corazón que el Eterno es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro." (Dt 4,35-39) Ha sido mostrado, pero nada garantiza que hayamos visto. Dios ha enseñado pero no hemos visto -es porqué el futuro no es seguro. Cuando se examina atentamente esta haftará - que a primera vista es un texto de consolación que empieza con las palabras sublimes que todo el mundo conoce: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén..." (Is 40,1-2)-, después de la gran llamada a la consolación de la destrucción y a la gran oportunidad de una reparación, se encuentran severos reproches respecto a cómo los hombres evitan reconocer los actos de Dios. Se ha enseñado que el Eterno es Dios, pero ellos no lo ven. Dicho de otra forma, la cuestión de los reproches y de la destrucción por una parte y la consolación y el arrepentimiento por la otra, están ligados y no se pueden separar.

***

La parashá Va etjanán comprende igualmente dos capítulos, los más importantes y los más esenciales de la Torá: uno es el de los Diez Mandamientos, retomados en Va etjanán, en una redacción ligeramente diferente de la que encontramos en la parashá Yitró; el otro es el primer párrafo de la Shemá, el primer y más importante documento que proclama la fe de Israel. Hablaré de la Shemá en el próximo capítulo, porqué en la siguiente parashá está el segundo párrafo de la Shemá y trataré del vínculo que hay entre ambos.

Hoy me detendré en el inicio de la parashá Vaetjanán, que a primera vista no se refiere a ninguna de las cuestiones que hemos examinado. Estos primeros versículos tratan sobre cuestiones de un tema personal de Moisés que suplica a Dios que anule la sanción que no le permite entrar en la tierra. Ya he insistido en un capítulo precedente sobre el hecho que Moisés no es consciente de haber pecado y que considera esta sanción como injusta. Su súplica no consiste en pedir perdón, la piedad o la indulgencia, sino la anulación de la sanción. Muchos textos del midrash describen de forma muy dramática este gran diálogo entre Moisés y Dios, esta reclamación que Moisés presenta para pedir la anulación de una prohibición que él considera como una injusticia cometida contra él, y de la negativa de Dios a acceder a su petición. Detengámonos aquí sobre uno solo de estos midrashim, porqué contiene una enseñanza que igualmente nos afecta.

Al final de esta discusión entre Dios y Moisés, cuando exige a Dios que prolongue sus días para poder entrar en la tierra, Dios le dice: "Tú exiges la vida. Pero ¿acaso te dije mataras al egipcio?" Dios le recuerda de pronto a Moisés un suceso que tuvo lugar cuarenta años antes: él tomó una vida. Aunque mató a un egipcio que golpeó a un hebreo, arrebató una vida, entonces ¿cómo puede exigir una la vida? La discusión toma un tono particularmente dramático cuando Moisés osa lanzar invectivas a Dios: Tú me acusas por haber matado a un Egipcio, pero Tú has matado a todos los primogénitos de los egipcios que eran inocentes ¿y yo debo morir por un sólo egipcio? A esto recibe una respuesta definitiva: ¿Te comparas conmigo? Yo creo la vida y la tomo -de mi proviene la vida y Yo puedo tomarla. Pero tú ¿puedes crear vida? ¿Quién te ha dado el derecho de tomar una vida?

Este punto merece una reflexión como lo ha revelado uno de los maestros del Talmud. Aún en el caso que el gesto estuviera justificado, como el caso en el que Moisés mató a un egipcio que golpeó a un hebreo, siempre nos enfrentamos a esta terrible cuestión ¿acaso el hombre tiene el derecho de tomar la vida de su prójimo? ¿Con qué razón o justificación? Esta es la cuestión que nos debemos plantear en las situaciones en las que nos encontramos legitimados para sacrificar o suprimir una vida humana en favor de alguna causa que tendría más valor que una vida humana. La cuestión continúa irresoluta. ¿Acaso ejercemos una prerrogativa que proviene de Dios, El que da la vida y que tiene, pues, el derecho de retomarla?

 

Volver al índice de parashiot                Volver a la página principal de Jinuj