"Jacob salió" (Gn 28,10) -¿con qué salió de la casa de su padre Jacob para irse al exilio? Él salió de casa de su padre con solo la bendición de primogenitura y la bendición conseguida por vías tortuosas, vías en las que se entremezclan los derechos y los deberes. Será solamente con un bastón con lo cruza el Jordán, como él mismo declarará veinte años más tarde cuando cuente estos sucesos dramáticos a través de los cuales él obtuvo el derecho de la primogenitura y la bendición paterna.
El primer gran suceso que sobreviene después de su marcha fue la visión profética que le fue dada en privilegio. Sobre esta visión, las generaciones de eruditos, de comentaristas y de intérpretes que se dedican a las escrituras, han encontrado en ella alegorías, significados misteriosos y ocultos y mensajes profundos. Pero después de esta visión, al despertarse, Jacob hace un voto que nos parece extraño por varias razones. Me gustaría dedicar los pocos minutos que dedicamos al comentario de la parashá a este episodio del voto.
Este voto sorprende sobretodo por el hecho que Jacob, después de esta grandiosa revelación de Dios y la extraordinario promesa que le hace, no parece hacer otra más que hablar de la satisfacción de sus necesidades materiales, del pan necesario para alimentarse, de los vestidos para vestirse y del deseo de volver en paz a su casa paterna. Sólo parece poner una condición: si sus necesidades son satisfechas y si Dios le ayuda -le podemos comprender en este punto- entonces ÉL será su Dios.
Pero también podemos entender este pasaje de una forma distinta, y es de esta forma como lo han comprendido todos los comentaristas del libro del Génesis. Jacob no pone ninguna condición a su aceptación del yugo divino; "Que Dios sea mi Dios" (Gn 28,21) no es una contrapartida a la que Jacob se comprometa, sino que la afirmación se encuentra en medio de toda una serie de afirmaciones que el pide: pan para alimentarse, vestidos con los que cubrirse, poder volver en paz a la casa de su padre y que Dios sea su Dios.
El comentario midráshico va más lejos aún en esta interpretación y transforma la petición de Jacob de ver satisfechas sus necesidades en un caminar al resguardo de Dios. Citemos el midrash:
"Si Dios está conmigo, si El me protege en la vía [dérej] en la que yo camino (Gn 28,20)- En la vía significa que el me protege de la mendicidad de acuerdo al versículo (Jr 9,2) Tensan [vayidrejú] su lengua, como un arco, para lanzar mentiras"; "Y si El me da pan para alimentarme" significa que el me guarda del incesto, conforme a la metáfora bien conocida según la cual "el pan que yo como" designa a la mujer; "Y si yo vuelvo en paz a la casa de mi padre"- debe entenderse al pie de la letra: evitar peleas; "Y que Dios sea mi Dios": que El me guarde de la idolatría."
En otros términos, lo que pide Jacob no es la satisfacción de sus necesidades sino que Dios le ayude con sus deberes evitando la calumnia, el incesto y la idolatría. este voto constituye un gran avance de la fe religiosa, y no la petición de una retribución.
La interpretación midráshica lleva su comentario más lejos aún, en un sentido que casi asusta. El midrash dice que Jacob había llegado a tal punto, más allá del sentido literal del texto, que tuvo que implorar por el pan que lo alimenta y por los vestidos con los que cubrirse, todo simplemente porque nada tenía. Había atravesado el Jordán con sólo un bastón y implora poder volver en paz ya que se encontraba en extrema necesidad y en gran peligro. Pero ¿cómo llegó a tal extremo? Por el hecho que había conseguido su derecho a la primogenitura y la bendición paterna por vías tortuosas, y provocando así la ira de su hermano Esaú que lo llevó hasta el exilio.
El midrash no tiene muchas atenciones para con Jacob y dice una cosa terrífica: "De todo aquello que Jacob pidió ser preservado, se le vino encima". Quería ser preservado de la calumnia, y qué es lo que sucedió en su familia "Las noticias que llevaba José sobre sus hermanos no eran buenas" (Gn 37,2) y esto provoca la venta de José como esclavo y finalmente la bajada a Egipto de nuestros antepasados. Jacob pidió librarse del incesto, pero en su familia se produjeron los asuntos de Rubén y Bilhah, de Judá y Tamar. Deseaba ardientemente vivir en paz y evitar que la sangre fuera derramada, y he aquí que tiene lugar la tragedia de Sijém en la que Simón y Leví, sus hijos, fueron los actores. Sus actos -para los cuales se puede encontrar justificación y excusa ("¿Debíamos permitir que nuestra hermana fuera tratada como una prostituta?" (Gn 34,31)- no quedan más que como un suceso maldito el cual Jacob, decenas de años después, en el momento de su muerte, lanzará una maldición.
Todo aquello de lo que Jacob había pedido librarse le sucede: calumnias, incesto, sangre derramada. La idolatría misma no se escapa, ya que Raquel (su esposa) introdujo los ídolos de su padre, y más tarde, Jacob tuvo que exigir que fueran retirados. Descubrimos que Dios no maneja a sus elegidos. Se podría decir que, todo lo contrario, son sus elegidos quienes no Le manejan. Es porqué el elegido entre los patriarcas (es así como se considera a Jacob), aquel que realiza la misión divina que le ha sido asignada, atraviesa terribles pruebas. Él probará todas estas desgracias porqué, para realizar su misión, no escogió la vía recta.
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