El reencuentro entre Jacob y Esaú después de una separación de veinte años, suscita numerosos problemas. Jacob llega a la cita después de haber obtenido la promesa divina de poder volver en paz a casa de su padre. Más aún, justo antes de este suceso, Jacob se encontrará con dos mensajeros divinos enviados para acogerlo en su vuelta a Canaan y acompañarlo en su camino. Aun con todo Jacob envía mensajeros a Esaú, se humilla de forma obsequiosa delante de su hermano y le suplica de llegar a un acuerdo para mantener su vida intacta tanto para él como para su familia. ¿Cómo comprender esto? ¿Acaso Jacob no confía en la promesa divina?
Ha aquí que la noche que precede a este reencuentro, nos dice el texto que Jacob luchó contra Dios y contra los hombres (Gn 32, 39). Aquella noche se quedó solo, al descubierto y sin protección, y fue atacado por alguien que según las interpretaciones midráshicas era un ser volador armado, y según otras interpretaciones una criatura celeste. Sea cual sea la interpretación, Jacob se enfrentó toda la noche contra alguna cosa temible y espantosa. El texto después nos lo confirma: "Tú has luchado contra Dios y contra los hombres" (Gn 32,39) acto de valentía supremo. ¿Por qué, entonces, Jacob se humilla ante su hermano? La respuesta es clara: Jacob no es ningún cobarde, él no teme ningún peligro exterior ni para sí ni para su familia. Pero, sin embargo, el teme y tiembla ante su propia culpabilidad. Él sabe que hace veinte años cometió un error, cometió una falta para con su hermano y no tiene el coraje de luchar contra él con toda aquella energía que el puede desplegar en el combate, incluso contra un ángel.
Ante Esaú su conciencia no está tranquila. Acepta humillarse ante Esaú con el fin de evitar a cualquier precio le combate contra este hermano al que un día le jugó una mala jugada y que ahora debe ser reparada. No es necesario intentar entender esto con una explicación psicológica que proviene del exterior, ya que el texto está rebosante de explicación.
Al inicio del texto y en otros lugares, se hace mención de un regalo enviado por Jacob a Esaú, incluso en el momento en que los dos hermanos se reencuentran Jacob habla de "mi regalo". Pero a renglón seguido, cuando la reconciliación entre ambos está muy clara, y que Esaú no tiene intención alguna de causar ningún daño a su hermano, en la conversación que llevan, una palabra se escapa de la boca de Jacob (33,11): "Recibe, pues , la bendición que te he traído." Extraño lapsus. En vez de hablar de regalo, Jacob utiliza la palabra Benedición. Se podría hablar de lapsus freudiano. Jacob se acuerda de la bendición "robada" a su hermano Esaú. En el momento en que ellos hacen las paces, él transforma esta reconciliación en una forma de restitución de la bendición a su hermano.
En el curso de esa misma noche, antes del reencuentro decisivo, Jacob había librado este grandioso combate que se pasará a denominar como el combate contra Dios y contra los hombres y que entraña su cambio de nombre. Este nombre de Jacob que comporta en su raíz las nociones de " ", " ", propias de la realidad humana, se cambiará por Israel. Ello constituirá como un paso en la vida de Jacob: el paso de la realidad de Jacob a la realidad de un hombre de Dios, Israel. Esta interpretación permanecerá en el espíritu de todas las generaciones ulteriores. El profeta Oseas (12,4) recuerda, mil años más tarde de Jacob y Esaú: "Desde el vientre materno él suplantó [akav] (1) a su hermano". Así la conciencia de la nación conserva el recuerdo que nuestro antepasado cometió un acto deshonroso. Cien año más después de Oseas, Jeremías, el profeta de la destrucción, cuando amonesta a los hombres de su generación por sus mentiras, por su hipocresía, por sus engaños, utiliza la fórmula (Jr 9,3): "porque los hermanos se dedican a poner la zancadilla a su hermano (2)."
A primera vista, Jeremías no parece estar haciendo alusión al patriarca Jacob, ya que el está hablando de sus coetáneos. Pero él denuncia su marcha y su camino condenable por una fórmula retórica utilizada al recordar el suceso en el que el hombre hace caer a su hermano.
Este camino está aquí, el camino que lleva desde Jacob hasta Israel, es el que está trazado ante el pueblo judío, y nosotros no sabemos si llevará al objetivo que se le ha fijado. en vista de esto, es necesario examinar la historia de Sijém (3), suceso mayor en la vida de Jacob, y para ser más preciso, en la vida de la familia de la que desciende el pueblo judío. Este suceso de Sijém no está falto de razones ni de justificaciones. "¿Debíamos permitir que nuestra hermana fuera tratada como una prostituta?" (Gn 34,31) Estas son las últimas palabras después de la tragedia. Mientras que, decenas de años después, cuando Jacob esté sobre su lecho de muerte, dando a sus hijos indicaciones sobre su futuro, él maldecirá a aquellos dos, dos tribus de Israel, a causa de un acto que parece justificable, y que se convierte en causa de maldición para los descendientes. Si se admite que los actos de los padres son signos para sus descendientes (4), puede emitirse la misma sentencia acerca de los resultados alcanzados por el pueblo judío a través de medios discutibles y deshonestos, o más grave aún, por la muerte. Ochocientos años después de Jacob, más o menos, el rey David reconoce dos faltas (1Cr 22,8. 28,3) que él fue un hombre de guerra que ha derramado mucha sangre, y por ello no era apto, ni mucho menos autorizado a construir el Templo.
Notas
1-. Recordemos que el nombre de Jacob (Yaakov) viene de la palabra ekev, que significa talón, porque en el momento de su nacimiento el tenía cogido a su hermano por el talón (cf. Gn 25,25). Más tarde la misma raíz da el verbo Akav "caer".
2-. En hebreo Kol a aacov yaacov. Se trata del mismo juego de palabras precedente.
3-. Cf Gn 34.
4-. Fórmula rabínica.
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