Kohelet

(Eclesiastés)

 

"Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque esto es el todo del hombre"

 

La meguilá de Kohelet es leída, según una costumbre sin referencias en la legislación rabínica antigua, en el curso del shabat de los ocho días de fiesta de Sucot. Una tradición de las comunidades judías askenazíes que se remonta al Gaón de Vilna, hace preceder a esta lectura una bendición: "Bendito seas Tú, Eterno, Dios nuestro que nos santificaste por tus preceptos y nos has ordenado leer la meguilá." Desde antiguo esta meguilá es uno de los libros bíblicos cuyo estatuto de texto sagrado y su lugar en el canon bíblico judío levantaron muchos problemas.

 

Sabemos, a través de diferentes fuentes talmúdicas -los de la Mishná, de la guemará y el midrash- que la permanencia o no de Kohelet (así como también, de otros libros) en el canon de los libros santos proponía muchas dudas. Algunos consideraban que su texto podía favorecer la herejía y el ateísmo. Pero en definitiva, y el hecho es muy significativo, la meguilá de Kohelet fue aceptada como uno de los libros de la Biblia. Este debate, que ya lleva mil ochocientos años en marcha en el universo de los antiguos maestros del Talmud, llega hasta nuestros días. Entremedio, los investigadores y los comentaristas, judíos y no judíos, han mantenido la opinión según la cual este libro es una carta de escepticismo religioso que mina la fe. Algunos ven en él una muestra de franca herejía, que un redactor tardío, asustado por tales ideas, intenta corregir adjuntándole una conclusión a estos propósitos de apariencia sacrílega, de evidente escepticismo, este versículo: "El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque esto es el todo del hombre." (12,13)

Yo, por mi parte, mantengo todo lo contrario, que este libro representa una de las manifestaciones de la fe más audaces y más profundas, una fe que no depende de nada de lo que pueda devenir en la realidad o el destino del hombre en este mundo, una fe "por ella misma", fundada en un servicio de Dios por él mismo y no por la utilidad o el provecho que el hombre espere obtener. Kohelet sabe que la fe y el servicio divinos no son "ventajosos" ni "provechosos" para el hombre, pero en tanto que creyente en Dios acepta este servicio, no como un medio para el cual llegar a existir, sino como una finalidad de la existencia humana. "Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque esto es el todo del hombre" esto mismo si no constituye una respuesta a las preguntas: "Cual es el bien para el hombre, cual es el provecho para el hombre", cuestiones con las que Kohelet se debate a lo largo de todo el libro y hasta esta última conclusión.

La fe pura, "por ella misma", es una fe en el Eterno, reconociendo su divinidad y no las funciones que se le atribuyen de acuerdo a las necesidades de los hombres. La elección de la fe por Kohelet recuerda a la de Abraham en el camino del sacrificio de su hijo, o a la de Job al final de su libro. Mientras que Abraham y Job se enfrentan a una prueba de Dios, Kohelet se enfrenta a una prueba que él mismo se ha impuesto, por sus reflexiones y sus dudas.

Kohelet se debate, en los once primeros capítulos con la cuestión esencial siguiente: "¿Qué es el bien para el hombre?", o, con otra formulación "¿Cuál es la ventaja para el hombre?" o "¿Qué gana el hombre?", etc. "Bien" "ventaja", corresponden a los deseos y a las pulsiones naturales del hombre, a su comodidad, al placer que experimenta en tanto que criatura natural. Kohelet nos parece en este punto como nihilista: él no encuentra nada en la existencia humana, como en el conjunto del universo, que sea un "bien" o una "ventaja" para el hombre, porque todo es vanidad. No los encuentra en ninguna acción, tanto material como intelectual, ni tampoco en el servicio divino, si este tiene que conllevar algún provecho al hombre.

La antítesis de la cuestión incesantemente repetida -¿Cuál es el bien para el hombre?- y que no encuentra nada que pueda constituir un bien-, se encuentra en este último versículo en el que nada se dice acerca del "Bien" del hombre, pero define todo esto como "el hombre", es decir, este es el sentido dela existencia humana en un mundo en el que nada constituye el "Bien" del hombre. Esta antítesis demuestra, aquí, que el último versículo no fue añadido por un judío, temeroso de Dios, asustado por el escepticismo y la herejía que encierra el propósito del autor. Bien al contrario, este versículo expresa la intención profunda de este autor. Kohelet no dice "Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque esto es todo el bien del hombre", sino que afirma de una forma remarcablemente demostrativa "porque esto es el todo del hombre". Se trata aquí de una concepción según la cual la fe y el servicio de Dios son un valor en sí mismo, y no los medios para obtener un provecho.

El lector puede sostener que en apariencia Kohelet mismo encuentra en el creencia y en el servicio divino una razón utilitaria "porque Dios traerá toda obra a juicio" (12,14). llegados a este punto, dado que en los capítulos precedentes se ha explicado que este juicio divino no constituye el salario que el justo recibirá por su justicia, ni el sabio por su sabiduría, o el castigo del pecador por su pecado y de la prostituta por su prostitución, ya que todos, desde un punto de vista objetivo, participan del mismo destino "un mismo suceso ocurre al justo y al impío" (9,2) "cómo sucederá al necio también me sucederá a mí" (2,15). El salario se encuentra en el hecho mismo de ser un hombre justo y sabio ante Dios, y el castigo en el hecho de ser un pecador y un necio ante Dios. Podemos comparar este texto con el del servicio de Neilá de Yom Kipur: "La superioridad del hombre sobre el animal es nula" () pero "Tú has separado al hombre desde el origen y Tú lo has reconocido para estar ante Ti."

Esta es la relación de Kohelet con todos los valores humanos. Él los toma a partir de su significado en sí mismo, como finalidad y no como medio. De una forma valiente, Kohelet compara la superioridad de la sabiduría sobre la necedad "como la luz a las tinieblas..." (2, 13-15). De esta forma, si "todos estamos sumidos en los mismos sucesos... la suerte del necio es la misma que la mía." La ventaja de la sabiduría no reside en la adquisición por el hombre del "Bien" en el sentido utilitario, sino que ella misma es su ventaja, por el hecho que su poseedor es sabio y no necio. El dice lo mismo a propósito del juicio del pecador "...Dios restaura lo que pasó...Al justo y al impío juzgará Dios..." (3,15-19).Pero el juicio divino no asegura la victoria del Bien sobre el Mal: "Vi más debajo del sol; en lugar del juicio, allí impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad...la misma suerte les espera." Pero uno es encontrado justo y es ahí donde está su ventaja.

Pero lo esencial lo encontramos en la relación de Kohelet con el temor de Dios. La obra está llena de versículos que magnifican la dignidad del temor de Dios. "Y el Bien no será para el pecador...y el Bien será para los que temen a Dios..." Aunque aquí no se refleja necesariamente en la existencia objetiva. Kohelet dice "...hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos (8,14)...todo acontece de la misma manea a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío"(9,2). A pesar de esto -puede ser precisamente a causa de esto- la ventaja del justo es ser justo: Dios sabe qué es un justo.

La ventaja de un sabio es que él es sabio, y por esto se encuentra en un plano más elevado que el necio. La ventaja de la justicia sobre el mal es que es justicia; la ventaja del creyente sobre el ateísmo es que él es creyente. Cada una de estas cosas es un fin en ella misma y no un medio para conseguir la satisfacción de los deseos o intereses humanos.

El propósito del libro de Kohelet que algunos consideran como un libro de escepticismo y herejía religiosa, no difiere en nada de lo dicho en otro texto bíblico considerado unánimanete como una de las expresiones más altas de lo que se podría llamar la fe pura- a saber, los seis versículos del primer capítulo de Salmos: " Bienaventurado el hombre que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores...." (Sl 1, 1-6) ¡Bienaventurado es el! Y esta bondad se describe enfáticamente con metáforas tomadas del mundo vegetal: "Y será como un árbol plantado junto a corrientes de agua...". Pero cual es la significación de esta alegoría de "bondad"? "Porque Dios conoce lso caminos de los justos." Bienaventurado el justo, porque Dios sabe que él es justo. Él posee este privilegio que Dios le reconoce como justo, y nada se dice, ni una palabra, ni una sílaba, sobre esto que le adviene objetivamente. De la misma forma: "No así los malos, que son como el tamo que arrebata el viento." He aquí una nueva imagen tomada del mundo vegetal, pero cuál es su significado? "El camino de los pecadores está perdido", el pecador avanza por una vía que, en ella misma -y por la destinación hacia la cual se dirige - es ruin.

Kohelet, considerado como un libro de escepticismo religioso, sostiene la misma idea que el libro de los Salmos, este libro de fe pura: el temor de Dios y su servicio encuentran en ellos mismos su propia significación, sin relación a actividad o provecho alguno. De aquí la sublime conclusión: "Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque esto es el todo del hombre."

 

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