Tractor
Lógico-philosophicus-agrestis
César Humberto Martínez I.
El texto de la Dra. Fabiola - escrito en su versión alemana, española y camarguense - representa un acontecimiento peculiar en la historia de la filosofía. No sólo porque nos lleva a precisar que la distancia real entre un ecléctico y un eléctrico no es en realidad tan grande, sino porque pretende terminar con todos los problemas suscitados dentro del traqueteo académico. Quizá, la frase que resume con mayor justicia al Tractor Lógico-filosófico-agrario es la siguiente: De lo que se puede hablar hay que hablar, y de lo que no también, y entre mayor estridentismo, mejor. Sin embargo, nuestra Doctora no es ingenua, y si aparenta serlo, es debido al poco auxilio recibido por parte de las autoridades académicas ciegas a sus profundas propuestas. Es claro que cuando alguien no es burro, se le impondrán todos los obstáculos posibles para impedir que revolucione la totalidad del saber occidental, oriental y tal vez extraplanetario. Así pues, no hay ingenuidad en la frase antes citada, sino más bien un contenido no muy visible a la espera de interpretación. Es claro que el Decir, para nuestra luminaria filosófica, no consiste en hilar palabras, sino también regalos, un queso, una caja de jamoncillos o invitaciones a bodas, todos estos hijos de un hablar originario, cuya persuasión es mejor que el argumento socrático más sólido. Y si el Tractatus es en realidad una escalera que debe tirarse una vez que subimos, el Tractor es un artículo que debe reciclarse y volverse a emplear para arrivar con éxito a novenos semestres, maestrías, doctorados, post-doctorados, senadurías, diputación, ejecutivo nacional, etc. El Tractor, pues, significa para nuestra facultad un momento irrepetible, un texto afable pletórico de sugerencias esenciales para no repetir fallos pasados en nuestro paso por la carrera de filosofía. Si alguien pasa el semestre cursando la misma materia, no es porque sea burro, sino, como dice el Tractor, porque hay mucho de que hablar y regalar. La seducción de la cual hemos sido presas por este gran texto, se debe a que fue concebido por el azar, situación probablemente análoga a la creación de su autora. Esto explica el por qué la naturaleza, Dios, el destino, la historia o un accidente cósmico haya procurado este acto gentil de dotar de unas cualidades filosóficas sin igual a nuestra autora. Cualidades que nos remiten ahora si a Wittgenstein. Si de Fabiola no se puede hablar es porque se muestra o nos remite inexorablemente al asombro y al silencio.
César Martínez es egresado de la Facultad de filosofía de la Universidad Autónoma de Chihuahua. |
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