La Violinista
Armando Molina

El cuarto estaba nublado de un incienso venenoso, mariguana, hachis, azafrán, nopoponax, almizcle y mirra. La pureza de este ultimo ingrediente era una maldita blasfemia, como la burla de un degenerado que insultara un cuadro de Rafael, colocandole una alcoba consagrada al libertinaje de un grupo de borrachos de barrio.

La muchacha era alta y bien formada, agil como una amazona, su vestido ceñido en ceda color oro viejo que hacia juego sin llegar a rivalizarlo con los bucles que ceñian su frente, brillantes y silvantes como extrañas cierpes. Su rostro tenia una delicadesa griega, pero, que significaba esa boca suya, la boca de un satiro o de un demonio, era una boca llena y fuerte dos veces curvada, con los extremos vueltos hacia arriba de un purpura rabioso de labios planos. Su sonrisa semejaba la mueca de una bestia salvaje, se hallaba de pie, violin en mano, frente a la pared comenzo a tocar, sus ojos grises fijos en un cuadro tocaban un aire grave, dulce, suave y lento, parecia como si escuchara no su propia música, sino algun otro sonido. El arco se deslizo mas aprisa, el aire se torno aspero y salvaje irritado, luego mas veloz como las llamas del fuego devorando una pila de eno para suavizarse de nuevo convirtiendose en una erecha. Ninguna luz imponia en sus ojos, en ellos habia concentracion, habia cansancio, habia paciencia, habia diligencia y la habitacion estaba extrañamente silenciosa, sin responder a su estado de animo ella era la cosa mas sombria bajo esa luz gris, se sofoco en gemido espasmodico, dejo de tocar, se mordio los labios y una gota de sangre surgio de ellos escarlata contra el purpura rabioso, como una puesta de sol en la tormenta.

Ella dividia la vida de la muerte en sus cuerdas, el fenix de su melodia se alzaba alto y mas alto, peldaño por peldaño subia la escala dorada de la musica llegando hasta la mansion de su deseo, la sangre enrojecia y flamaba su rostro bajo el sudor, sus ojos estaban inyectados de sangre, se detuvo, mas la musica siguio, se formo sobre el gran cuerpo una nube odiosa y amenazante, ante ella con las manos sobre las caderas se hallaba un muchacho, tenia los cabellos dorados y sus jovenes labios eran rojos y azules sus ojos, pero su cuerpo era etereo como una pelicula de rocio sobre un cristal o como patina adherida a un ropaje aereo y estaba todo horriblemente manchado de negro y Victor dijo ella, - a pasado mucho tiempo-, el le susurro al oido, tras ella la luz titubio y se extinguio, en la oscuridad, ella gemia y gritaba al unisono, no esperaba esto, habia soñado con un amor mas apasionado, con una lujuria mas fiera y fantastica que los amores mortales, pero esto, la perdida verdadera de una castidad verdadera, sentia la sangre correr desde sus pechos y la espuma en su boca, luego, depronto se encendieron las luces y ella se encontro de pie girando con la cabeza inclinada sobre el hombro del muchacho nuevamente, el le susurro al oido.

En su mano izquierda habia una cajita de ebano y en ella una pasta oscura, le unto un poco de esta en los labios y por tercera vez le susurro al oido, con una sonrisa de angel, solo que sutil, el muchacho desaparecio sucsionado por la tablilla, ella se volvió, soplo sobre el fuego avivandolo, el calor de las llamas era amigable, ella se echo en un sillón ociosamente toco algunas melodías anticuadas y simples, la puerta se abrio, un joven alegre entro sacudiendo la nieve de sus pieles, tardaste mucho pequeña dijo animoso y confiado, no querido, dijo ella - estuve tocando un poco el violin, dame un beso - se inclino y puso sus labios sobre los de ella, entonces, como herido por un rayo se desplomo exangue, un cadaver, ella lo miro perezosamente a través de sus ojos encerrados con esa sonrisa suya que era una mueca.

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