Pero sería un error identificar esta Grecia actual con los griegos de la Antigüedad. Primero, porque aquellos nunca constituyeron un estado unificado como el de hoy, y también porque el mundo griego era mucho más amplio: a partir del siglo VIII a.C. estaba constituido por una suma de polies (polis en singular) o pequeños estados independientes que, además de la zona correspondiente a la Grecia actual, jalonaban las costas mediterráneas de Turquía, el sur de Crimea, el norte de África (Egipto y Libia), Sicilia y el sur de Italia (la llamada Magna Grecia), e incluso el sur de Francia y la costa levantina de España. Se extendía, pues, por todo el Mediterráneo.
Tan griego era un habitante de Atenas como
uno de Naucratis, en la desembocadura del Nilo; uno de Siracusa, en Sicilia,
u otro de Ampurias, en la actual Cataluña. Cada uno de ellos entendía
que su patria era su pequeña ciudad-estado, y entre ellas estallaban
continuos conflictos, muchos de los cuales terminaban en guerra. Salvo
excepciones, cada una tenía sus terrenos agrícolas y de pastoreo
o de bosque, así como salida al mar. Los contactos marítimos
eran frecuentes, ya que los estados que no estaban junto al mar lo tenían
cerca. Las comunicaciones terrestres eran más raras y difíciles.