Europa, entre desesperación y esperanza
El Sínodo sorprende por
la fuerza de las propuestas
CIUDAD DEL VATICANO, 8 oct (ZENIT).- Hoy se tocan las 150 intervenciones de participantes ante la asamblea general del Sínodo de los Obispos. Según un estudio realizado ayer, el 44% de los que han intervenido lo han hecho en italiano, el 18% en inglés, el 16% en francés, el 13% en alemán, el 7% en español y el 1,8% en latín. Han intervenido tres obispos en latín, los cadenales Angelo Sodano, secretario de Estado, y Laszlo Pskai, arzobispo de Budapest (Hungría) y el arzobispo Janis Pujats de Riga (Letonia).
Bromeando sobre la intervención de este último prelado, Juan Pablo II comentó precisamente en latín: «Pobre lengua latina, ha encontrado su último refugio en Riga».
Según avanza el ritmo del Sínodo, se puede constatar de manera evidente que los obispos son perfectamente del problema de los problemas: la necesidad de ofrecer una respuesta a la crisis religiosa que experimenta Europa.
Realismo
Al hablar de la cultura europea, monseñor Ricardo María Carles, arzobispo de Barcelona, citó al filósofo Julián Marías para constar «La angostura del presente» y el «escaso "espesor"» que afecta a toda Europa.
«Si para que sea visible la densidad de una cultura es necesario que quienes la poseen no la disimulen ni la oculten --añadió el purpurado catalán--, para evangelizar es imprescindible que quienes evangelizan tengan clara su identidad y la vivan sin disimularla».
Los análisis impregnados de realismo cristiano han sido numerosos. Monseñor Fernando Sebastián Aguilar reconoció que «la secularización cultural y espiritual ha afectado a muchos miembros de la Iglesia. Consecuencia de ello es el debilitamiento de la adhesión de fe a la revelación de Dios, el cuestionamiento teórico y práctico de la moral cristiana, el abandono masivo de la asistencia a la Misa dominical, la no aceptación del magisterio de la Iglesia en aquellos puntos que chocan con las preferencias de la cultura dominante».
Optimismo cristiano
Ahora bien, estos análisis no pretenden ser, ni mucho menos, lloros desconsolados. Los obispos no tienen ninguna intención de ocultar los problemas, pero para ofrecer soluciones convincentes, que den esperanza a la nueva Europa.
De esperanza habló, por ejemplo, el vietnamita François Xavier Nguyen Van Thuan, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, quien lanzó un llamamiento para que los obispos europeos «¡No se dejen vencer por el pesimismo! Vista desde afuera, por ejemplo, desde Vietnam --explicó monseñor Van Thuan--, Europa sigue siendo el continente que ha llevado la fe cristiana, buscamos en vosotros modelos. Os necesitamos para crecer en nuestra fe. Hemos podido contar con los hermanos europeos en nuestra pruebas. Sobre todo no sigáis las huellas de la propaganda negativa que nos presenta a la Iglesia y al cristianismo como agonizantes en Europa. Puedo testimoniar que el panorama no es tan negativo. En Europa, existen recursos espirituales cristianos considerable: jóvenes que quieren comprometerse en el seguimiento de Cristo, nuevas comunidades movidas por un auténtico celo evangelizador, voluntarios en todos los campos: desde la catequesis hasta el compromiso en las asociaciones».
El proceso de secularización y los nuevos signos de esperanza fue el tema de la intervención del cardenal Camilo Ruini, vicario general del Papa para la diócesis de Roma. Según él, «Italia, al igual que casi toda Europa, esta experimentando procesos de descristianización, sin embargo, la Iglesia mantiene una vitalidad notable y un fuerte arraigo en la fe. Algunos hombres de cultura hablan de secularización, pero también es verdad que otros ven en el cristianismo la reserva de energía más vital e importante para Europa».
Monseñor Paul Josef Cordes, presidente de Cor Unum, constató la impresionante red de organizaciones de asistencia y de voluntariado católicos que existen en el Viejo Continente. Es, sin duda, la más extendida y posiblemente la más consolidada y eficaz. Para que pueda seguir ofreciendo una contribución evangélica, el arzobispo alemán. «Cáritas, por tanto, no puede limitarse a un humanismo inmanente --concluyó--. No puede confundirse con sumas de dinero, técnicas de socorro y administración. El Evangelio pide algo más que un compromiso para ofrecer el mínimo necesario a la existencia. La palabra de Dios anuncia la victoria sobre el pecado, raíz de todas las miserias. De esta forma Cáritas se convertirá en escuela de fe y camino de la nueva evangelización».
Monseñor Vincent Nichols, auxiliar de Westminster, constató que existen momentos, como la muerte de la princesa Diana o del cardenal de esa sede, Basil Hume, en los que sociedades secularizadas, como la británica se ven confrontadas ante las grandes preguntas que plantea la muerte y, con ella, el más allá. Ante estos interrogantes, aseguró, la Iglesia tiene que hablar de las realidades últimas: juicio, infierno, purgatorio, cielo. «Hoy el paraíso fascina a la gente --constató--. Siempre busca las ocasiones para permanecer con sus seres queridos en paz y felicidad. Este anhelo es un fértil terreno para el Evangelio. ¿Podemos afirmar que estamos hechos, en última instancia, para la felicidad y que es verdaderamente posible alcanzar esta felicidad final?».
El cardenal Cristoph Schönborn, arzobispo de Viena, al recordar que «Viena se encuentra a mitad de camino entre Moscú y Madrid», sopló en el aula sinodal una nueva esperanza al poner en evidencia la estupenda aportación que el Este ha ofrecido, ofrece y tiene que ofrecer al cristianismo europeo. Ante todo hizo un impresionante recuerdo de los mártires del comunismo que fue aplaudido por la asamblea.« Mientras los crímenes del nacionalsocialismo han sido discutidos y superados, los del comunismo están todavía envueltos a menudo en una "nube de no saber" y en el silencio. También nosotros, cristianos y obispos de Occidente, ¿no participamos quizás en este silencio? ¿No deberíamos pedir perdón por ello en este Sínodo, para que el recuerdo de los mártires pueda celebrarse con corazón puro?».
«De forma profética --añadió el purpurado austríaco--, Wladimir Soloview ha intuido que la división del cristianismo entre este y oeste puede ser superada sólo a través de una nueva referencia al misterio de Israel: es la raíz la que nos sostiene, no somos nosotros los que la sustentamos. Nuestra pertenencia al único pueblo de Dios no nos la da la lengua, la cultura o la nacionalidad, sino la elección y la llamada de Dios que, desde nuestras diversidades, nos invita a su "sagrada asamblea" en la "Israel de Dios"».
Otro de los aplaudidos ha sido el cardenal Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán, quien con la expresión «tuve un sueño expresó tres augurios para el porvenir». El purpurado, prestigioso experto en Sagrada Escritura, sintentizó así su primer sueño: «La Biblia leída y rezada, en particular por los jóvenes, es el libro del futuro continente europeo». El segundo sueño de Martini es que la parroquia siga actualizando la presencia del Resucitado en nuestros territorios con la ayuda de la inserción de los movimientos en la comunión de la pastoral parroquial y diocesana». El tercer sueño, «es la posibilidad de nuevas y más amplias experiencias de colegialidad para afrontar juntos, con todos los obispos, aquellos problemas que la vida moderna nos pone por delante, aproximando y comparando entre ellos los múltiples lenguajes y las varias culturas en las cuales es vivido hoy el mensaje cristiano». El cardenal jesuita no lo dijo, pues es algo que corresponde convocar al Papa, pero la experiencia de colegialidad más amplia después de un Sínodo es un Concilio.
Por último, el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, también ofreció una bocanada de oxígeno a la asamblea al constatar el milagro del Este poscomunista. Recordó las conquistas concretas de la Iglesia, después de la caída de los Muros, en 1989. En diez años, el número de las nunciaturas apostólicas se ha multiplicado por dos, de 16 a 32 y se han creado otras seis representaciones pontificias en los confines mismos del ex imperio soviético
Ante una Iglesia que experimenta el asalto de la descristianización, el cardenal Sodano concluyó con una eficaz paráfrasis evangélica: la receta del futuro está en dar a César lo que es de César, pero de pedir también constantemente a los Césares modernos que den a Dios lo que es de Dios.