Alarma en el Sínodo: se acusa al Islam de querer invadir Europa

El arzobispo de Esmirna hizo una dura denuncia contra los musulmanes

 

CIUDAD DEL VATICANO, 14 oct (ZENIT).- Monseñor Giuseppe Bernardini, franciscano italiano y arzobispo de Esmirna (Turquía), que lleva dieciséis años entre los musulmanes, hizo en el aula del Sínodo una dura acusación contra el Islam. El texto de su discurso fue hecho público ayer por la Sala de Prensa vaticana y es prácticamente una denuncia explícita de la cerrazón de los musulmanes hacia los católicos.

Frases como la siguiente, citada por monseñor Bernardini, atribuida a un «importante personaje musulmán» durante un encuentro islamo-cristiano, no dejan dudas: «Gracias a vuestras leyes democráticas --habría dicho este personaje-- os invadiremos; gracias a nuestras leyes religiosas os dominaremos». Y en el mismo sentido se produjo la siguiente afirmación de parte islámica en una cumbre bilateral: «Vosotros no tenéis nada que enseñarnos y nosotros no tenemos nada que aprender».

Monseñor Bernardini explica a los otros padres sinodales que los petrodólares son «usados no para crear trabajo en los países pobres de África del Norte o de Medio Oriente, sino para construir mezquitas y centros culturales en los países cristianos con inmigración islámica, incluida Roma. El temor que se ha extendido en el aula es el de que se esté realizando un verdadero programa de expansión y reconquista. El ponente ha hecho una petición concreta al Santo Padre: convocar un Sínodo o un simposio de obispos sobre la cuestión islámica, involucrando también a las otras iglesias cristianas.

Por su parte, el arzobispo de Tarento, monseñor Benigno Papa, ha afirmado que «las preocupaciones de Bernardini son compartidas por el común sentir de la gente. Debemos siempre atenernos a la enseñanza cristiana: aunque la reciprocidad sea difícilmente alcanzable, no por ello debemos desechar nuestras convicciones. El diálogo debe seguir adelante, aunque quizá con menos ingenuidad por parte católica».

En el aula sinodal, el tema de la expansión islámica en Europa había sido afrontado ya por el filósofo francés, Alain Besançon, que dio un dato impresionante: «Los entre 4 y 5 millones de musulmanes presentes en Francia constituyen un número equiparable al de los católicos practicantes. La historia enseña que la convivencia pacífica entre Islam y cristianismo es precaria. En consecuencia, una Iglesia que no está segura de su fe corre el riesgo de pasar al islam», como ha sucedido en Magreb, Medio Oriente y los Balcanes. Hizo tres sugerencias: «Tened la valentía de ver la realidad como es y sobre todo no confundáis el problema del Islam con el de la inmigración en general; explicad a los cristianos lo que es el Islam y en modo especial los aspectos directamente contrarios a la fe cristiana y al mismo tiempo enseñad el respeto y el amor por los musulmanes; instruid a los cristianos en su religión».

Por su parte el cardenal Godfried Danneels, arzobispo de Bruselas, ha hablado de una cierta ambigüedad: «Un cierto Islam con su monolitismo de fe, lengua, cultura, fuerzas económicas y políticas es un interlocutor difícil, casi imposible. Otro Islam nos vuelve a enseñar el sentido de la trascendencia de Dios».

Por su parte el presidente del Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso, el cardenal Francis Arinze, ha dicho que hace falta «formar personal católico especializado en el conocimiento de otras religiones, sobre todo del Islam, y sobre cómo encontrarse con sus seguidores».

Ya en el anterior Sínodo de 1991 se había afrontado este tema. En sus conclusiones se dice que el diálogo con los musulmanes «debe ser llevado a cabo con prudencia, con claridad de ideas sobre sus posibilidades y sus límites y con confianza en el proyecto de salvación de Dios respecto a todos sus hijos. Para que la solidaridad recíproca sea sincera, es necesaria la reciprocidad en las relaciones, sobre todo en el ámbito de la libertad religiosa».

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