La experiencia de un obispo con sacerdotes casados

Entrevista con monseñor Virgil Bercea de Oradea Mare de los Rumanos

 

CIUDAD DEL VATICANO, 21 oct (ZENIT).- Un obispo joven, de rostro alegre y fe fuerte, modos gentiles y una pensamiento claro, cándido y seguro a la vez. Así es monseñor Virgil Bercea, obispo de Oradea Mare de los Rumanos, quien con gusto ha querido comentar las sesiones del Sínodo de los Obispos de Europa que se concluirán este próximo sábado con una Eucaristía solemne en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

Rumania, al igual que otros países de Europa del Este, cuenta con sacerdotes católicos de rito oriental casados. Es interesante, por este motivo, preguntarle a monseñor Bercea cómo viven esta situación los pastores de su diócesis. «El celibato no es un problema para nosotros, se trata de una opción --responde--. Me parece que el debate que se ha
desarrollado en Occidente está marcado por el desconocimiento en la materia. En nuestra Iglesia, el 20% de los sacerdotes de rito greco-católico están casados, mientras que los otros, de rito latino, viven el celibato. En mi diócesis tengo sacerdotes casados con hijos y, en general, tienen más problemas que los demás, pues los célibes pueden dedicarse a la misión a tiempo completo, mientras que los casados tienen que entregar una parte de su tiempo y preocupaciones a guiar y sostener a la familia. Yo les comprendo y ayudo, pero hay que reconocer que la vida familiar es un gran compromiso».

Sacerdotes casados en tiempos de persecución

Monseñor Bercea recuerda además que, «en el período en el que la Iglesia fue perseguida, los sacerdotes casados sufrieron más, pues el régimen les chantajeaba amenazando a sus familias, de manera que en ocasiones cedieron, aceptando renegar de la fe. Ahora muchos de estos sacerdotes viven con grandes problemas de conciencia»

Mujer y sacerdocio

Por lo que se refiere a las propuestas que surgen en algunos grupos occidentales para promover el acceso de la mujer al sacerdocio ministerial en la Iglesia católica, el obispo rumano responde: «Tengo que decir que he participado en uno de los grupos de trabajo en italiano del Sínodo. Entre los presentes, se encontraban tres mujeres, muy inteligentes. Han sido precisamente ellas quienes han contenido las propuestas en esa dirección. Han expresado juicios muy duros sobre el movimiento feminista radical y sobre los errores que ha cometido. Por mi parte, aprecio mucho a las mujeres, pero creo que no tienen que uniformarse a los hombres, pues de ese modo perderían muchas de las cualidades que son exquisitamente femeninas. Creo que las feministas radicales asumen actitudes histéricas cuando tratan de transformar a las mujeres en hombres».

«Tenemos que contemplar a María como modelo de mujer --explica el prelado--. María está más cerca de Dios que los mismos sacerdotes. Ella tuvo en su seno a Cristo y la maternidad, cualidad propiamente femenina, representa un lazo profundísimo con la creación, una especie de relación litúrgica con los designios divinos. Si las mujeres logran comprender su importancia, su papel será decisivo».

La fe en Europa del Este

Al comentar la numerosa presente de obispos de Europa del Este en el Sínodo de los Obispos, monseñor Virgil Bercea explica que han traído el testimonio de fe que pasa a través de la prueba de la persecución. «Hemos sufrido bajo el comunismo, pero los sufrimientos han continuado en estos diez años sucesivos a la caída del Muro, pues el comunismo ha desarraigado la fe de la gente, y no basta con recuperar la fe para reconquistar la fe. En un primer momento, creíamos que todos regresarían a la Iglesia, pero después hemos constatado que para muchas personas Cristo no significa nada. El régimen se ha derrumbado, pero la ideología permanece. Los dirigentes actuales han sido educados por el régimen comunista. Por este motivo, el mensaje final del Sínodo de Europa subrayará la importancia de formar a las nuevas generaciones. Apostamos por los jóvenes. Algo que se aplica también en Europa occidental, donde existen signos de un nuevo despertar de la fe. Hemos constatado que los jóvenes, cuando reciben grandes responsabilidades, responden con un entusiasmo extraordinario».

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