El diálogo de Roma con la Iglesia ortodoxa rusa, a partir de la caída del Muro de Berlín, ha sido una de las cuestiones más espinosas del ecumenismo en los últimos años. El patriarcado de Moscú será uno de los grandes ausentes en la asamblea de las religiones que se celebrará en el Vaticano en los próximos días?. En este sentido, ha sido muy interesante la intervención de Irina Ilovaïski Giorgi-Alberti, editora de «La Pensée Russe», semanario que se edita contemporáneamente en París y en Moscú, y directora de una radio cristiana que desde hace cuatro años transmite directamente desde Moscú. Dos medios de comunicación de contenido cristiano y ecuménico.
Esta mujer, quien fue asistente de Alexander Solzjenitsin durante sus años de exilio, comenzó su intervención ante el Sínodo constatando que «el desierto del ateísmo impuesto por setenta años desaparece con lentitud. "¿Quién es este Dios de quien nos habláis?". Es una pregunta que con frecuencia se nos hace. Otra pregunta frecuente es: "¿Por qué os llamáis cristianos si, aún adorando al mismo Dios, estáis separados entre vosotros?"».
«La evangelización de Rusia representa un compromiso de una dificultad que supera lo imaginable --constató Irina Ilovaïski Giorgi-Alberti--. Tal vez es suficiente mencionar el hecho de que el número de creyentes que practican su fe (comprendidas todas las confesiones cristianas) oscila entre el 2 y el 3 % de la población aproximadamente. La Iglesia ortodoxa rusa no esperaba la caída del comunismo y no estaba preparada para responder a las preguntas y a las exigencias que la estaban esperando; aún no lo está y sobre todo se encuentra presa de una terrible tentación --especialmente en lo que concierne a sus vértices jerárquicos--: dejarse usar para convertirse en una especie de ideología que sustituya al marxismo-leninismo, y esto la lleva a aislarse del mundo cristiano occidental y sobre todo a mostrarse hostil a él, abiertamente o con coartadas. Una de estas coartadas es la acusación de proselitismo. Yo puedo testimoniar que este proselitismo no existe».
«Este rechazo de la unidad depende de la política y no de la religión, del rechazo a abrir las puertas a los hermanos cristianos de Occidente y, en primer lugar, al Santo Padre», explicó Irina Alberti. Y con voz emocionada concluyó dirigiéndose al Papa: «Muchos en Rusia me han encargado que os pida perdón por esto. Muchos en Rusia, entre los que han encontrado a Cristo o lo están buscando sinceramente, me han suplicado que os diga que no hay que aceptar los juegos políticos de los vértices jerárquicos como la verdadera expresión de sus sentimientos. Sobre todo os suplican que perdonéis, que no los abandonéis y que no los olvidéis: que no caigáis en las trampas que frecuentemente se os tienden para hacer que os alejéis de ellos. Si esto ocurriera, sería verdaderamente el fin para Rusia. Si el final no ha llegado es, y yo lo repito una vez más, en gran parte gracias a Su Santidad, y en nombre de aquellos que lo saben, yo fui encomendada para decirle, Santo Padre: que Dios os lo devuelva con creces».