Líneas
generales del trabajo sinodal
La agencia católica Fides
ofrece el siguiente resumen del Documento de trabajo para la II
Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para Europa
El Documento de trabajo de esta Asamblea sinodal parte del pasado Sínodo de Europa (1991), cuando a la caída del muro de Berlín las esperanzas de libertad y unidad del continente se habían encendido con un sentido de victoria. Pero estas novedades se han convertido en decepciones (n.2). Los valores europeos cristianos han degenerado en su contrario (la libertad en libertinaje; la búsqueda de sí, en narcisismo; razón y fe, en ideología; la nación, en nacionalismo; la tolerancia, en indiferencia; nn. 11-22). Intentando ser significativa para Europa, la Iglesia ha corrido el riesgo de agotarse, perdiendo la identidad (n. 20). Mientras el mundo europeo celebraba la apostasía de Europa (n. 14), la Iglesia dispersaba sus energías polarizándose en conservadores y progresistas (nn. 15 y 34).
Se analizan los pasos con que la conciencia europea ha ido deshaciéndose en el Este y en el Oeste, para convertirse en consumismo, violencia, vacío de significado, ahogo estatal (16-19), mientras la Iglesia se ha hecho cada vez más tímida, desguarnecida, abstracta y sentimental en sus palabras y testimonio (n. 56), hasta el punto de que en Europa, donde la fe cristiana era mayoría, ahora se vive como si Dios no existiese (n. 24; 29). Se llega hasta en los medios de comunicación laicos a manipular e insultar el misterio de la Iglesia (n. 15 y 54). En el interior de la mismo Iglesia, la plena conciencia del misterio de la Iglesia católica se mantiene todavía viva sólo en una minoría (n. 34). Sólo la Iglesia en Europa ha tenido experiencia plena del ser conscientemente rechazada.
El ideal del documento no es una coincidencia entre Europa y cristianismo, que jamás ha existido, y ahora, es mucho menos proponible (n. 51). El ideal del documento es un amor y simpatía hacia Europa para ofrecer a Cristo no como límite de su desarrollo, sino como su elemento esencial (n. 24).
El nuevo comienzo se hace yendo a las raíces: La Iglesia no es enviada a hablar de ella misma, sino a comunicar que Cristo crucificado ha resucitado (n. 26). Este criterio de juicio, si se aplicase, tiraría por tierra tantos inútiles organismos curiales y tantas falsas misiones. Un ejemplo claro de ello es el destino de la reforma litúrgica, rota y debilitada entre modernización sensacionalista y conservación obtusa (n. 69).
El nuevo comienzo es ante todo, actuación de la Iglesia como misterio de comunión con Jesucristo, como unidad entre obispos y sacerdotes, sacerdotes y laicos, parroquias y movimientos, diócesis e institutos y, sobre todo, unidad entre el pulmón del este y el del oeste (cfr. nn. 45.50).
Alfa y Omega, nº 180