El Sínodo despereza la conciencia
adormecida de Europa
El cardenal Rouco
subraya la necesidad de dar razones a la fe
CIUDAD DEL VATICANO, 3 oct (ZENIT).- El Sínodo de los Obispos de Europa, que se celebra en Roma del 1 al 23 de octubre, entró en ebullición desde el primer día de las intervenciones. En la primera rueda de prensa de presentación de las sesiones, que tuvo lugar ayer, el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid y relator general de la asamblea sinodal, comentó su extensa intervención con la que se le había pedido poner sobre la mesa los argumentos de debate.
Una Europa agnóstica
Por lo que se refiere a la primera parte de la relación, en la que afrontó los desafíos y dificultades de Europa y la Iglesia a las puertas del Tercer Milenio, el cardenal aclaró a la prensa que fue un pasaje «muy crudo sobre los problemas que afligen a Europa y a la Iglesia católica en el viejo continente», pero sirvió también para subrayar los actuales «signos de esperanza». En este sentido, la proclamación de las tres patronas de Europa --Edith Stein, Catalina de Siena y Brígida de Suecia--, constituye una provocación del Santo Padre que pretende ofrecer a la Iglesia de Europa la inspiración de los grandes hombres que han escrito las páginas de historia de la Iglesia en Europa, explicó Rouco Varela.
El tema principal del Sínodo será el de comprender la vida a la luz del Evangelio --siguió explicando el arzobispo de Madrid--. En pocas palabras, se trata de dar razones firmes para creer.
Ante la pregunta por los motivos que llevan a los europeos a abandonar la práctica religiosa y a poner el Evangelio al margen de su vida diaria, el cardenal Rouco respondió que «es verdad que la Europa que vivía en Cristo ahora ha dejado de hacerlo, por este motivo los cristianos tienen que afrontar la responsabilidad de afrontar estos desafíos».
El arzobispo de Madrid explicó que «es necesario redescubrir la coherencia de la vida cristiana no sólo en la vida privada, sino también en cada minuto de la propia vida».
Conferencias episcopales
y Curia romana
Durante la rueda de prensa, la palabra pasó a continuación a otros obispos participantes en este Sínodo. A monseñor Istvan Seregély, arzobispo de Eger (Hungría), y presidente de la Comisión para la información del Sínodo, se le preguntó si existen tensiones entre la Curia romana y las conferencias episcopales. El prelado respondió considerando que «el problema no existe» y puso como ejemplo el caso de la Iglesia en Hungría, «donde desde hace diez años se ha instalado la nunciatura apostólica y todavía no se ha verificado un problema de ese tipo».
Desafíos del Este
¿Cuáles son las relaciones que existen entre la Iglesia y los países del Este?, preguntó otro periodista. Monseñor Alfons Nossol, obispo de Opole (Polonia), respondió revelando que «la Iglesia durante el régimen comunista ha tratado de actuar como instrumento correctivo, y ha tratado de servir de conciencia crítica en esta nueva situación. Los comunistas hablaron siempre de separación neta entre Estado e Iglesia, mientras que los católicos prefieren hablar de autonomía entre Iglesia y Estado». Por lo que se refiere a la vida de la Iglesia, monseñor Nossol constató cómo «la ideología comunista olvidó al hombre, poniéndole al servicio de una ideología, mientras que la Iglesia indica la fe como un bien para todos los hombres, incluso para los no creyentes. Por este motivo, es necesaria la evangelización de la política, manteniendo bien clara la autonomía de la Iglesia y del Estado».
Unidad y renovación
Monseñor Josef Homeyer, obispo de Hildesheim (Alemania) y presidente de la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE), confesó «que ha quedado muy impresionado ante la relación de Rouco» y manifestó públicamente su «disponibilidad para trabajar y encontrar una unidad entre los obispos reunidos en Sínodo, pues es necesaria una renovación de la Iglesia. Es necesario acercarnos los unos a los otros --añadió--, estar más dispuestos a escuchar. Es necesaria una profundización espiritual y una mayor apertura entre nosotros».
Los movimientos, signos
de esperanza
Monseñor Andrè Fort, obispo de Perpiñán-Elne (Francia), al hablar de los motivos de esperanza para la Iglesia en Europa, mencionó «los nuevos movimientos eclesiales como signos evidentes de la nueva primavera de la Iglesia. Auténticas comunidades cristianas ancladas en la fe, realidades que están creciendo y desarrollándose».
«La historia de la Iglesia --concluyó monseñor Fort-- es como la de una viña, cuyos sarmientos producen frutos de santidad. En Francia, por ejemplo, se dio el siglo de la ilustración, en el que los hombres han querido recoger los frutos de la viña, arrancándolos de sus raíces cristianas. De este modo, han predicado libertad, igualdad y fraternidad, pero la libertad se ha convertido en subjetivismo, liberalismo y anarquía; la igualdad ha sido aplastada por la nivelación; y la fraternidad no ha logrado derrotar el egoísmo. Frente este fracaso humano, espero que el Sínodo realice un trabajo de reflexión sobre la fuente evangélica que puede regenerar la viña y sus frutos. Veo en los movimientos una nueva riqueza que está creciendo en la Iglesia».