El Sínodo se plantea la nueva evangelización como única respuesta
Una
sacudida Europa, sumida en una«lenta apostasía»
Un examen de conciencia integrado en un camino de conversión. Una revisión de vida que hace la Iglesia en primer lugar ante sí misma, para mostrar que es familia y no estructura y, de este modo, confesar su propia fe en Cristo, en un mundo confundido que, sin embargo, no cesa de interrogarse sobre el sentido de la vida. Ésta es la perspectiva que ha planteado el Sínodo de Europa desde su primer día, como explicó el cardenal Antonio María Rouco Varela durante la primera rueda de prensa de presentación de las sesiones de trabajo
Los 197 padres sinodales y los cerca de cincuenta auditores y delegados se plantean en estos días, como explicó el sábado pasado el cardenal Rouco, poco después de haber terminado de pronunciar su relación ante la Asamblea, una pregunta decisiva: cuál es la aportación que la Iglesia tiene que hacer a la Europa de las personas, a un continente que se encamina hacia una lenta apostasía...
En estos primeros días hemos asistido a una auténtica cascada de intervenciones de obispos de todos los países europeos: entre 25 y 30 al día: un auténtico maratón que está siguiendo como uno más, sin perderse una ponencia, Juan Pablo II.
A diferencia del resto de los Sínodos continentales, en los que los problemas sociales ocuparon un espacio decisivo, en el caso europeo los obispos están convencidos de que el problema hay que encontrarlo en el vacío espiritual. Curiosamente muchos padres sinodales volvieron, en sus intervenciones ante la Asamblea, sobre las palabras que había pronunciado el cardenal Rouco.
ANEMIA ESPIRITUAL
Agnosticismo intelectual, amnesia cultural, anemia ética, asfixia religiosa, anemia espiritual fueron los términos utilizados por el cardenal Paul Poupard, responsable de Cultura de Juan Pablo II y coPresidente de la asamblea sinodal. Para el purpurado galo hablar de una Europa menos cristiana implica necesariamente hablar de una Europa menos humana, en la que el espíritu es sustituido por el materialismo.
Nos encontramos ante una apostasía lenta por parte de la mayoría de los europeos, por lo menos en Occidente y particularmente entre los jóvenes, añadió el cardenal Pierre Eyt, arzobispo de Burdeos. El cardenal constató con sinceridad: El alma europea naturalmente cristiana, ¿está dejando de serlo? Otro obispo del otro lado de los Pirineos, monseñor André Fort, de Perpiñán, concluyó: Cristo no es deseado ni esperado, porque no es amado de verdad.
SIGNOS DE ESPERANZA
Estas duras constataciones no dan espacio, sin embargo, al desaliento. Eso que asfixia a Europa, el olvido del amor de Cristo, es precisamente el desafío que debe asumir la Iglesia como programa para el nuevo milenio. Algo que en el diccionario de Juan Pablo II se traduce con el término nueva evangelización. Según el Administrador Apostólico de la Rusia europea, el arzobispo Kondrusiewicz, el Sínodo, preocupado del futuro del continente, al leer los signos de los tiempos a la luz del Evangelio, tiene que ayudar al renacimiento de la familia en Dios y emprender una nueva atención a las vocaciones para que, contra toda esperanza, Cristo se convierta en fuente de esperanza para esta Europa, que ha comenzado a respirar con dos pulmones (oriental y occidental), pero que ahora debe tener un solo corazón.
Ante el pesimismo suscitado por la decreciente consistencia numérica de la vida consagrada en la Europa de hoy, respondió el cardenal riojano Eduardo Martínez Somalo, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida consagrada, subrayando que el viejo continente tiene todavía el privilegio de contar con unas 450 mil religiosas y 100 mil religiosos, mujeres y hombres que viven en comunidad para vivir la santidad en este final de milenio, convirtiéndose en una respuesta a la nueva necesidad de espiritualidad que se constata en Europa.
TESTIMONIOS FUERTES
En estos días, no han faltado testimonios fuertes de obispos provenientes de la Europa sometida a la antigua URSS, como el de monseñor Radkovsky, de la República Checa, quien recordó que, durante la persecución comunista, Jesús estaba presente en medio de nosotros, nos daba la fuerza de amar al enemigo y nos ayudaba a soportar juntos las adversidades, con alegría y esperanza en la victoria de Cristo. O la del obispo polaco monseñor Michàlik, quien advirtió: Hemos pasado la amarga experiencia de las persecuciones y del miedo; no nos hemos dejado engañar por los espejismos de una cierta teología de la liberación; ahora tenemos que resistir a las presiones, tentaciones y promesas vanas de las nuevas ideologías que promueven un diálogo falso con el relativismo moral y con la cultura de la muerte.
Los innumerables mártires de nuestros tiempos (más de diez mil en este siglo, en todos los continentes) -añadió en su intervención el obispo ucraniano monseñor Hrynchyshyn- son un desafío viviente para la Iglesia del tercer milenio, especialmente para los jóvenes.
Jesús Colina. Roma
"Alfa y Omega", nº 181