¿Cómo reevangelizar Europa?

El Sínodo de los Obispos entra en la recta final

Jesús Colina

 

El Sínodo de los Obispos de Europa se encuentra en plena recta final. Los participantes votarán el texto del mensaje conclusivo en el que la Asamblea debe recoger los temas más discutidos y hacer un llamamiento a este continente soñoliento e indiferente. Se estudian las últimas modificaciones a las propuestas que los participantes presentarán al Papa, y que le servirán de base para redactar la exhortación postsinodal Iglesia en Europa, documento que está llamado a impulsar y conformar la acción de la Iglesia en Europa al inicio del próximo milenio. Este Sínodo culminará el próximo sábado, con la Eucaristía presidida por Juan Pablo II

El Sínodo de Europa ha sido, sin duda, el más intenso de todas las asambleas de obispos continentales que convocó Juan Pablo II para preparar a toda la Iglesia al gran Jubileo del año 2000. A pesar de la cantidad de países representados y del mosaico de culturas presentes, la Asamblea no ha necesitado discutir ni un solo minuto sobre el desafío fundamental que tiene que afrontar el cristianismo en Europa: la descristianización. Desde la primera sesión hasta la última, la respuesta de todos los participantes, independientemente de su nacionalidad u origen cultural, ha sido la misma: nueva evangelización. Pero, ¿cómo se puede volver a evangelizar a Europa?

Las respuestas han sido muchas, y a veces positivamente provocadoras. Monseñor Koch, obispo de Basilea, alertó con esta pregunta: ¿No nos detenemos quizá demasiado en nuestros propios problemas estructurales, de forma que no conseguimos oír con la debida seriedad esa pregunta sobre Dios que sigue tocando a la puerta de nuestra Iglesia?

Un valiente examen de conciencia ha llevado a los obispos a profundizar en la importancia de los sacramentos, sin los cuales la Iglesia católica pierde su identidad y razón de ser. En particular, se ha insistido en la necesidad de ofrecer al cristiano europeo el perdón liberador de Dios. El cardenal Medina Estévez, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, afirmó: Me parece un deber que nos preguntemos qué lugar ocupa en el ministerio de la Palabra la enseñanza de lo que es el pecado.

El gran desafío que plantea la nueva evangelización es el de la catequesis. En buena parte, las nuevas generaciones de europeos -orientales y occidentales- son analfabetas de la fe. monseñor Backis, arzobispo de Vilnius, sintetizó magistralmente la manera en que debe ser recatequizado el viejo continente: La catequesis debe ayudar a las personas a «encontrar» a Jesucristo, a dialogar con Él, a sumergirse en Él. Sin la vibración de este encuentro, el cristianismo se convierte en tradicionalismo religioso, carente de alma, que fácilmente cede a los ataques del secularismo.

Según uno de los auditores del Sínodo, Pavol Brzy, profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Komensky, de Bratislava (Eslovaquia), esta nueva evangelización, si quiere ser eficaz, tiene que ir a las raíces de la sociedad y las raíces son la familia. Si no hay auténticas familias cristianas, el número de los cristianos seguirá disminuyendo; los jóvenes estarán cada vez menos dispuestos a vivir la vida de fe.

Ordenación de mujeres sacerdotes, abolición del celibato sacerdotal, democratización de la Iglesia... Alguno podría maravillarse al constatar que ninguno de estos temas, tan recurrentes en algunos círculos, hayan sido objeto de la Asamblea. Entre otras razones, esto se debe a la gran novedad de este Sínodo: la enorme y activa presencia de obispos de Europa del Este que, al salir de las catacumbas, sienten de manera mucho más aguda la llamada a evangelizar y no tanto a encerrarse en los propios problemas. El cardenal Ján Chryzostom Korec, obispo de Nitra (Eslovaquia), lo explicó así: En la persecución era claro. Para nosotros, los perseguidos, no podía haber verdadera vida cristiana sin una cierta medida de humildad y de amor al mismo tiempo. Si alguien quisiera destruir el sentido del sacrificio y difundir el permisivismo, inventaría otro Evangelio, no el de Jesucristo. ¿Cómo sería posible vivir soportar diez o veinte años de prisión, como nos obligó la persecución comunista atea, sin vivir la fe con espíritu de sacrificio? Como obispo clandestino durante cuarenta años de persecución, he ordenado clandestinamente casi ciento veinte sacerdotes. Todos respetaban y viven el celibato.

El nuevo oxígeno que han traído los cristianos del Este fue subrayado de manera particular por el cardenal Schönborn, arzobispo de Viena: El Occidente cristiano necesita la contribución vital de la teología de los Padres de la Iglesia, del monaquismo de la Iglesia oriental, de la solemnidad y de la belleza de la Liturgia divina y de sus imágenes. Pero también la Iglesia oriental necesita el pulmón occidental para encarnarse mejor en las estructuras visibles de la sociedad y superar el gran peligro representado por la Iglesia nacional, por lo que la referencia a Pedro, centro de la unidad, es indispensable.

Una Europa sin la aportación del Oriente cristiano es una Europa lisiada -añadió el cardenal Achille Silvestrini, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales-. Y el sacerdote Anton Cosa, Administrador apostólico de Moldavia, dijo: Europa atraviesa un período de crisis y existe el peligro de dejarse ganar por un pesimismo casi generalizado. Pues bien, somos nosotros (los cristianos del Este) quienes queremos ofreceros nuevos motivos de esperanza.

Monseñor Perko, arzobispo de Belgrado, señaló dos enemigos de esta nueva Europa: el nacionalismo exagerado y el terrorismo como peligro y amenaza para el futuro, especialmente el que proviene del fundamentalismo islámico. Utilizó las palabras más fuertes de todas las intervenciones del Sínodo: No sólo en los Balcanes, sino también en la vida actual de Europa existen fenómenos de la actividad satánica, por ejemplo en la sexualidad disoluta, en los abortos, en la apostasía de la fe, en los enfrentamientos internacionales, etc. De esto no se habla abiertamente.

El cardenal Tettamanzi, arzobispo de Génova, se mostró optimista. Desde la convicción de que Cristo no abandona a su Iglesia, constata que, junto a aspectos muy críticos y negativos, también hay elementos positivos: No se trata tanto de bautizar a los convertidos como de convertir a los bautizados.

 

Alfa y Omega, nº 183

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