La unidad de la Iglesia requiere vínculos de comunión manifiestos

Intervención de monseñor Javier Echevarría Rodríguez, prelado de la Prelatura personal del Opus Dei (4‑10‑99)

 

«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes pala­bras de vida eterna; nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 68). Este gran mensaje de fe y espe­ranza hemos de hacerlo presente hoy día, con renovada fuerza, ante todos los hom­bres y todas las mujeres que habitan las tierras de Europa. Para eso, la Iglesia debe ofrecer ante todo un nítido ejemplo de co­munión plena en la fe, en el culto y en la disciplina.

Como ha subrayado con fuerza y clari­dad la Relatio Generalis, sólo desde una fe y una moral, aceptadas sin reservas, se puede emprender la nueva evangelización que está esperando nuestro continente. En consecuencia, se hace cada vez mayor nuestra responsabilidad pastoral en rela­ción a la credibilidad de la Iglesia, en la que han de brillar aquellas cualidades teo­lógicas innatas e inamisibles, que expresan su íntima condición sacramental: la uni­dad, la santidad, la catolicidad y la aposto­licidad.

La unidad de la Iglesia requiere que sean manifiestos los vínculos de comu­nión; es decir, la profesión de una misma fe, la celebración común de los sacramen­tos, y la sucesión apostólica por medio del sacramento del Orden. la evidencia de unidad sin sombras en cada Iglesia local, de las Iglesias locales entre sí, y de todas ellas con la Iglesia de Roma, atrae a las personas de buena voluntad y promueve una unidad aún más intensa. Es también cierto, por desgracia, lo contrario, y eso debe estimular nuestro sentido de respon­sabilidad.

La santidad de la Iglesia debe manifes­tarse en su decidido combate contra el pe­cado personal y sus consecuencias individuales y sociales. Tiene una gran impor­tancia pastoral ayudar a los fieles en esa lucha, pues si se debilita en su conciencia el sentido del pecado queda debilitado también el entero testimonio evangeliza­dor de la Iglesia ante la sociedad. Debe darse, pues, un relieve especial a la pasto­ral del sacramento de la Penitencia.

La catolicidad y la apostolicidad de la Iglesia, que dicen evidente referencia a la extensión de la misión de la Iglesia y a su radicación en la sucesión apostólica, deben manifestarse también como «romanidad»‑si me es permitido expresarlo así‑, en­tendida ésta como un profundo sentido de orientación y de respetuosa atención hacia la Sede de Pedro. Cuanto más se advierta esa «romanidad» en la existencia cotidiana de los Pastores y de los demás fieles, tanto más eficaz será nuestra contribución a la edificación de la Iglesia en Europa y, desde Europa, en el mundo entero.

(Texto facilitado por la Sala de Prensa de la Santa Sede. Original: italiano.)

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