¿Qué pacto escolar?
Editorial
La propuesta de un pacto escolar realizada por la ministra de Educación y Cultura es el resultado de su aceptación hace ocho meses del documento promovido por la Fundación Encuentro, que obtuvo la adhesión de organizaciones y asociaciones educativas de muy variado signo ideológico. Esperanza Aguirre ofrece una especie de «pacto de Toledo» de la educación que aspira a mejorar las consecuencias de la Logse, sin modificarla. Y esto último, no tanto por las dudosas virtudes del texto en cuestión como por la falta de apoyos políticos para reformarlo.
La oferta incluye la protección del principio de la libertad de enseñanza mediante los conciertos educativos, un compromiso de financiación que prevé un aumento presupuestario anual de un 5,2 por ciento hasta el año 2002 y que incluye la educación infantil, y la decisión de cerrar el mapa escolar antes del 2000 y de que no haya nuevos planes de estudio, sino sólo reformas de los actuales.
Aunque quizá exista en la política actual una hipertrofia del pactismo y no todo puede ni debe ser pactado, un acuerdo nacional para la educación constituiría un indudable éxito político. Se trata de un ámbito en el que el sectarismo y el partidismo deben estar totalmente proscritos. Es un asunto de Estado. Pero, desde luego, no cualquier pacto ni a cualquier precio. Al parecer, haciendo de la necesidad una virtud, se aspira a paliar los defectos de la Logse, sin tocarla. Esto se antoja una ardua labor de prestidigitación política. Ciertamente, existen muchos elementos positivos en la Logse, pero también es cierto que no escasean los errores. A casi nadie se le oculta su alto poder generador de fracaso escolar, ni que un bachillerato de tan sólo dos años difícilmente puede cumplir las misiones que tiene encomendadas. Omitimos detallar otros fallos, puesto que nos hemos referido en varias ocasiones a ellos.
Lo que no es sencillo entender, entonces, es un pacto que parte del compromiso de dejar inalterado un texto que ya ha revelado suficientemente sus imperfecciones. ¿Por qué razón se convierte la Logse en una hipoteca intangible para todo pacto posible?
No resulta aventurado sospechar que a la oposición socialista le interesa enormemente la supervivencia de la ley que elaboraron y que para ello no dudó en alentar el documento de la Fundación Encuentro que ahora sirve de punto de partida al pacto ofrecido por el Gobierno, sin importarles la adopción de compromisos que ellos rechazaron a lo largo de trece años. El PSOE abandera en la oposición unas propuestas que contienen mucho de lo que negó a los sindicatos y a la oposición.
La responsabilidad de gobernar derivada del mandato electoral corresponde sólo al Gobierno. Sin duda, buena es la voluntad de alcanzar un acuerdo nacional en el ámbito de la educación, pero no lo es la decisión de aferrarse a la Logse en su totalidad como si fuera un dogma intocable, un inexorable destino que nos hubiera caído del cielo.
ABC, 22-4-98